‘Legado en los huesos’ presenta a una Amaia en busca del equilibrio
La película de Fernando González Molina llegará a las salas el próximo 5 de diciembre
madrid - La inspectora Amaia Salazar, a la que vuelve a dar vida Marta Etura, lucha por mantener el equilibrio entre la maternidad y la entrega a su trabajo en Legado en los huesos, la adaptación cinematográfica del segundo volumen de la Trilogía de Baztan de Dolores Redondo, que llegará a los cines el 5 de diciembre.
“En el personaje de Amaia hay una mezcla de fortaleza y fragilidad que hay en las mujeres de mi infancia a las que homenajeo. Ni es siempre la heroína ni es todo el tiempo la plañidera”, explicó ayer Redondo, agradecida de que sea Marta Etura quien le dé vida “porque es el ejemplo de ese carácter”. Además de ahondar en las tramas abiertas en El guardián invisible, la cinta explora la problemática de la conciliación familiar con una inspectora que acaba de cumplir su deseo de ser madre: “El conflicto con la maternidad de Amaia surge del mío propio cuando fui madre, del problema de la maternidad idealizada”, confesó ayer la novelista.
Legado en los huesos arranca con el aparente suicidio de varios presos que dejan a Salazar una carta con la palabra Tarttalo. Esto obligará a la inspectora a volver a su Elizondo natal y a reencontrarse con los fantasmas del pasado y la amenaza de su propia madre en una investigación contrarreloj. “Es una película más ambiciosa, más compleja y más cinematográfica”, aseguró su director, el pamplonés Fernando González Molina, encargado de otras adaptaciones cinematográficas como Palmeras en la nieve o Tres metros sobre el cielo. A pesar de lo difícil que era “trasladar a la pantalla el pensamiento interno de la protagonista”, González Molina no quiso renunciar a ello porque considera que es “lo más sutil que tiene la novela”; lo que hace de ella “un fenómeno”.
El rodaje de Legado en los huesos y el de la tercera y última entrega, Ofrenda a la tormenta -que se estrenará el 3 de abril de 2020-, se llevaron a cabo a la vez a lo largo de siete meses “intensos”, gran parte de ellos en Navarra; un modo de producción que para González Molina ha permitido “retratar distintas estaciones que a la vez reflejan varias emociones”.
el recorrido del personaje Ese viaje vital se evidencia en la protagonista, “que en la primera película está en un lugar muy cerrado y oscuro” y que en esta ocasión “empieza muy feliz y segura, con un temple que antes no tenía”, por lo que ahora es capaz de enfrentarse a todo “arropada por su hijo y por su familia”, según explicó Etura. Para la ganadora del Goya a mejor actriz de reparto por Celda 211, ha sido “maravilloso” poder entrar en un personaje durante tanto tiempo. “No rodamos cronológicamente y tenía que tener claro el recorrido del personaje todo el tiempo. Se enfrenta a situaciones muy dramáticas y quería matizar ese drama y darle color”.
Carlos Nene Librado repite como Jonan, el ayudante de la inspectora que se sale del estereotipo de estos personajes en el cine porque, según Librado, “es un tío joven y estudioso que se aparta del policía impetuoso machito que protege a su compañera por ser mujer”. Para Susi Sánchez, meterse en la piel de la desequilibrada madre de la protagonista, Rosario, fue “casi como un juego” porque cuando empezó a preparar el personaje, a medio camino entre la crueldad y la locura, le afectó “esa oscuridad tan dañina” y tuvo que tomar distancia emocional. A los otros veteranos del reparto como Elvira Mínguez, Patricia López o Pedro Casablanc, se han sumado el argentino Leonardo Sbaraglia, que mantiene una relación compleja con Amaia “que ahora solo se intuye”, pero que, según avanzó el actor, “se terminará de contar en la tercera película”. También se incorpora Imanol Arias como un ambiguo sacerdote del Opus Dei. Para él, este proyecto es “un regalo” por su amor hacia la historia y a Etura, de quien se declara “fan, admirador, amigo y siervo si ella quiere”, y también por poder hacer un personaje “que tiene tanta importancia en lo que esconde como en lo que explica”.