Cuatro días después de nacer una nueva década, la de 1920, fallecía Benito Pérez Galdós, celebre literato a quien todo el mundo recuerda gracias a algunas de sus numerosas novelas pero el grancanario siempre estuvo interesado en el mundo del teatro, al cual aportaría obras como Realidad, adaptación de su novela homónima de 1889 en 1892; y otras como La de San Quintín (1894) o Alma y vida (1902). Su entrega total a la creación narrativa nace, no obstante, con la publicación del primero de sus Episodios Nacionales: Trafalgar, en 1837, y, de entre sus mejores novelas, sobresalen La Fontana de oro (1871), Doña Perfecta (1876), La desheredada (1881), Fortunata y Jacinta (1886-7), Tristana (1892) y Misericordia (1897).

El periodismo y la política completan la lista de intereses en los que Pérez Galdós se daría a conocer pero es en la ficción y en su estudio donde reside una creatividad enriquecida por ensayos como Observaciones sobre la novela contemporánea en España (1870) y el discurso de ingreso en la Real Academia (La sociedad presente como materia renovable, 1887). Son textos en los que destaca la ideología del autor, quien abrazaría la supuesta bondad del socialismo, algo que le enfrentó a poderosos estamentos políticos y literarios, pero autores y autoras de prestigio a nivel internacional e incluso autoridades del mundo de la cultura (y el Ayuntamiento de Madrid) siguen rememorando la valía de este gran autor de un modo especial desde hace varios meses e incluso Alianza Editorial (el sello que sigue enriqueciendo su Biblioteca Galdós) ya publicó en octubre del pasado año el ensayo Benito Pérez Galdós: vida, obra y compromiso, de Francisco Cánovas Sánchez.

Nace, pues, el año impulsado por el recuerdo de Pérez Galdós y? por el de Isaac Asimov, nacido el segundo día de 1920. Hace también un siglo, en esta ocasión en Petrovsk, nacía el escritor y docente universitario que se daría a conocer como uno de los puntales de la narrativa de ciencia-ficción desde su despegue literario en 1950 con I, robot (Yo, robot), novela cuya carga tecnológica no le impediría llegar a un público amplio. Esta y otras narraciones reeditadas año tras año, conocerían populares adaptaciones cinematográficas y ayudarían a Asimov a elaborar toda una serie, la que se conoce como La Fundación e incluye libros como Segunda Fundación y Los límites de la Fundación.