PAMPLONA. Después de cosechar un gran éxito en Francia, el texto de Juntos también está conectando por aquí mucho con el público. En Pamplona hace tiempo que se agotaron las entradas para la función de hoy... ¿Qué tiene esta obra que llega tanto a la gente? ¿Quizá el hecho de que es, como la vida misma, una tragicomedia?

-Aparte de que es como la vida misma, va más allá, poniendo

de manifiesto una serie de problemas que se dan no solo en las

familias, sino en cualquier núcleo de personas. Pone sobre la

mesa el debate de quién decide qué es lo normal y lo que no.

Aparte de eso es emotivamente muy potente porque también trata

el tema de la discapacidad, o como nos gusta decir a nosotros,

las distintas capacidades. A través del núcleo familiar que nos

llega a todos tanto y tan rápidamente, se cuentan una serie de

cosas como las diferencias de los padres con los hijos, porque

siempre decimos que todos los hijos son iguales pero en el fondo

ahí hay unas realidades un poquito diferentes... Todo esto con

un ingrediente fantástico, la comedia, que hace que las ideas

y los conceptos lleguen de una manera más fácil, entonces se

produce con el público y con los actores una cosa tan antigua

como es la catarsis, donde pasas en un segundo de llorar a reír.

¿Existe la normalidad? ¿Quién dicta que es lo normal y lo que no? Ese debate que pone sobre la mesa esta obra teatral es muy interesante, si tenemos en cuenta que ya desde la infancia esta sociedad nos empuja a que vayamos todos uniformados, al mismo ritmo, cuando deberíamos valorar la diferencia de cada uno y cada una. Todos somos únicos...

-Totalmente. Además, las personas con distintas capacidades,

que en esta obra están representadas por el personaje de Gorka

Otxoa, nos dan lecciones de muchas cosas: de cariño, de amor,

de lealtad, de bondad... El personaje de Gorka es muy emocionante,

cuando sale a saludar la gente se lo come, claro, es una maravilla.

Y mi personaje tiene unos monologuitos que me gustan mucho y

en los que habla de qué es normal y, sobre todo, quién decide

qué es lo normal. Porque los dictámenes de la sociedad los dan

muchas veces personas que están en el poder y cuyos comportamientos

son deleznables, incluso criminales en muchísimos casos. Y roban,

y mangonean, y mienten, y ponen en la sociedad la mentira como

una cosa corriente y logran que los hechos dejen de tener importancia,

y a la gente le llega más la mentira que la realidad, ¿no? ¿Estas

personas son las adecuadas para decirnos qué es lo normal? Hay

muchas maneras de interpretar la diferencia.

Las lecciones que nos dan las personas con distintas capacidades son precisamente de valores que se están perdiendo, valores emocionales. Vivimos tan rápido y tan enfocados hacia afuera... ¿No cree que la vida sería más sencilla si expresásemos más lo que sentimos en cada momento?

-Sí. Una de las cosas que entra dentro de lo bonito de esta

función es que es esperanzadora, de alguna manera el público

recibe el mensaje de que no es tarde: si no has dicho te quiero,

dilo antes de que sea tarde. Demuestra tu amor y tu cariño. Después

de plantear un conflicto bastante gordo, la obra tiene un final

esperanzador, cosa que a mí me gusta mucho porque mi manera de

ser es positiva, y siempre pienso que se pueden hacer cosas,

que no todo está perdido.

Su personaje, Isabel, es una madre coraje, posesiva, también tierna. ¿Qué ha aprendido de él?

-Bueno, pues mi personaje además de estas cualidades que has

dicho tiene otras, que serían defectos: es una amargada, es injusta

también, quizá tiene la justificación de que la vida le ha llevado

a una situación tal que no tiene más remedio, vale, pero siempre

hay oportunidades de cambiar... Una de las cosas que he aprendido,

precisamente de mujeres y de gente que forma parte de asociaciones

de ayuda a personas con dependencias y discapacidades que vienen

a ver la función, es lo lejos que estoy para empezar de tener

la fortaleza que tienen esas madres, porque en la mayoría de

los casos el peso del tema recae sobre sus hombros, aunque también

vienen padres que nos agradecen que hagamos visible el problema

de la discapacidad. He aprendido a través de este personaje a

valorar más todo, lo tengo muy presente para cuando me ponga

quejica, y entonces pensar: anda, déjate de quejas que estás

en la gloria. Y sobre todo me ha hecho modificar mi manera de

pensar y actuar cuando estoy cerca de alguien con distinta capacidad.

Porque es algo que nos pasa, que como su comportamiento es diferente

a lo que estamos acostumbrados a ver, muchas veces nos alejamos

porque no sabemos cómo tratarlo, por ignorancia, y esta obra

tratar de normalizar esas vivencias y nos hace ver que simplemente

son otros comportamientos.

Un aprendizaje valioso para la vida.

-Sí, se aprende mucho de este tipo de obras. El público sale

absolutamente encantado, y cuando estamos de gira y coincidimos

cenando con parte del público, ves el debate que se organiza,

se sigue hablando del tema después de la función, y eso siempre

es un valor añadido a un espectáculo. Que la gente, aparte de

echar sus lagrimitas y sus sonrisas en la butaca, se quede luego

pensando. Que no sea mera distracción, que el teatro deje un

poso y te quedes debatiendo con amigos o familia.

En estos tiempos globalizados, por suerte la cultura y el teatro en concreto están ahí para recordarnos la riqueza de los matices de la vida...

-Exacto. Hay muchísimos matices en la vida. Y una función de

teatro, aparte de divertir, de distraer, también tiene que educar

de alguna manera, hacer una crítica de lo que somos como seres

humanos o como sociedad. Y en esta función la gente se identifica

con muchos de los personajes. Por ejemplo, el que hace maravillosamente

María Castro, que vendría a ser el personaje hueso que llamamos

en teatro porque es el más difícil y el que al principio cae

peor, incluso de ese personaje el público avanzada la obra acaba

comprendiendo sus razones, el porqué de su comportamiento.

Desde una crónica familiar se puede ir mucho más allá, al final la familia es una microsociedad...

-Absolutamente. El núcleo familiar es la sociedad por excelencia.

Y teniendo en cuenta que la familia hoy ya no tiene por qué ser

padre-madre-hijos, hay muchas formas de familias. El autor ha

sido en ese sentido muy inteligente, ha puesto sobre la mesa

un problema que parecería muy cotidiano y resulta que a través

de él está metiendo toda una serie de conceptos, de comportamientos

y posibles soluciones muy valiosas...

¿Qué espera a Kiti Mánver después de Juntos?

-Estaremos con esta intensa gira hasta finales de agosto, y

yo ahora estoy bajando un poco el volumen de trabajo porque estaba

un poco saturada. A veces uno tiene que decir: para un poco,

que no te vas a morir mañana. No, que no te vas a morir mañana

no, que a ver si te mueres mañana de tanto jaleo... (ríe).

Entonces, tengo la gira que es muy intensa y muy buena, y ¿para

qué más? Aparte estoy a punto de estrenar una película, El inconveniente,

de Bernabé Rico, una producción andaluza en la que estoy con

Juana Acosta, acabo de terminar la serie Las chicas del cable...

Ahora durante un tiempo quiero recogerme un poco. Ya sabes, a

veces hay que vaciarse un poco para llenarse otra vez.