ntre todos los azules, la pintora Iruña Cormenzana (Pamplona, 1967) ha elegido el azul del mar para dar unidad a su impresionante proyecto muralista, Vórtices, que cubre desde el viernes la fachada y paredes adyacentes de la céntrica basílica de Jesús de Medinaceli en Madrid. Se trata de un conjunto de 20 murales gigantes de cuerpos a la deriva en el mar que invitan a reflexionar sobre la cuestión migratoria. Junto a la instalación artística, la Asociación Sercade, obra social de los Hermanos Menores Capuchinos de España, promotores de la iniciativa, ha organizado un mes de interesantes talleres y encuentros que abordarán una pregunta, ¿Qué cuerpos importan? desde los ámbitos académico, cultural, filosófico y periodístico, con la mirada de personas expertas en migraciones.

La muestra se centra en el mar y pone el foco en el momento de máxima angustia, el que se da con la pérdida de vidas en la gran masa de agua. “Es ese momento íntimo de cuerpos abandonados en un océano sin referente; la soledad de la persona frente al instante de máximo abandono”, expresa la artista, al tiempo que recalca que “no es un mar de ahogados”. Es un mar de proyectos y de lucha por su futuro reflejado en los colores carnosos”. Con tal fin, ha dotado a cada obra de una identidad que significa la esperanza.

Todo el espacio es obra suspendida de un edificio que da a tres céntricas calles madrileñas : Lope de Vega, Cervantes y plaza de Jesús. Sus pinturas muestran masas infinitas de agua de mar que envuelven y cubren cuerpos, algunos sin vida, otros siendo rescatados, o rescatando a otros cuerpos. Cada una de ellas refleja ese instante de máximo abandono y sufrimiento, donde el cuerpo se convierte en límite de los anhelos. “En ese azul he querido reflejar un momento de intimidad, en el que la persona se enfrenta a su vida y su existencia, contraponiéndolo con nuestro mar de disfrute y vacaciones, mientras que para las personas migrantes puede ser el fin y la muerte”.

Cormenzana ha invertido año y medio en el trabajo previo de contactos con migrantes y ong y en la creación del conjunto artístico formado por las 20 obras. Las siete últimas conforman un vórtice que da título a la muestra, “un remolino en el que todos estamos atrapados y en el que todos tenemos que estar ahí para solucionarlo”, explica. Impulsada por esta creencia, la artista aporta su sensibilidad con su arte efímero, vivo y frágil, plasmado en cartón (material elegido por la artista desde hace varios años) un soporte sensible que contiene bien su propia sensibilidad y que, a su vez, le permite metros y metros de obra. En esta ocasión, las más grandes miden 2.50 x 8 m. Son pinturas acrílicas, evocan frescura en el exterior, accesibles a todo el mundo.

Con su debut en Madrid, Cormenzana desea contribuir a la reflexión y al debate sobre la migración a través del lenguaje de su pintura, si bien es consciente de que lo cuenta desde su vida confortable. “Espero llegar a la gente, transmitir, aunque sea desde mi situación de confort. Yo como todos los días y no me puedo poner en el pellejo de su lucha. Para mí es una gesta humana”, confiesa, “ tema difícil y complicado que provoca rechazo”, reconoce.

En este sentido y en lo que a ella respecta, la artista valora y agradece el trabajo y valentía de los frailes capuchinos a la hora de apostar libremente por “una artista, mujer y desconocida en Madrid, para llevar un tema tan importante a la calle con una obra muralística.

Conocida en Navarra, la CAV y Francia, fue la noticia de una pintura mural suya colgada en un edificio de su Pamplona natal la que atrajo a los frailes y les puso en la pista de la pintora. Una visita a su taller en Lumbier y una invitación a Madrid fue el comienzo de la fructífera historia. Una vez conocido el “impresionante trabajo “de la Orden con las personas migrantes, quedó prendada de su cultura humanista. A su regreso plasmó impresiones y sentimientos Llegaría después la propuesta de trabajo. El resultado está a la luz, también la satisfacción compartida.

Vórtices invita a la reflexión espiritual y a la acción de los ciudadanos, cristianos o no, ante uno de los cambios más profundos en nuestra sociedad, resume en esencia Benjamín Echeverría Martínez, provincial de los capuchinos de España. A él se une Xabier Parra Berrade, director de la obra social de los capuchinos, que explica cómo Sercade quiso reflexionar sobre ese instante de soledad en el trayecto de un migrante. “ La aporofobia, el rechazo al pobre, y cómo hemos construido sociedades que abandonan vidas en sus fronteras, negándoles incluso el derecho a soñar, está también en la obra de Iruña Cormenzana”, recalcó.