- El director hispano-chileno Théo Court obtuvo en el pasado Festival de cine de Venecia el premio al mejor director en la sección Orizzonti. Ayer estuvo presente en Tudela con su western Blanco en Blanco.

Blanco en blanco es su segundo largometraje estrenado en el Festival Internacional de Cine de Venecia después de Ocaso, que era una producción mucho más pequeña y con actores no profesionales, ¿le resultó complicado producir y llevar a cabo esta película?

-Si, fue un transcurso largo y en el que tuve que tener mucha paciencia. Después de Ocaso, mi primera película, empecé a moverme y a buscar financiación. Me costó mucho, ya que con mi primer proyecto no conseguía ningún fondo en Chile. Decidí optar por mi segunda nacionalidad, la española y probar suerte aquí buscando alguna productora. Gracias al fondo de ayuda para producciones de Canarias y a la productora de mi amigo José Alayón conseguir tirar adelante.

El rodaje de la película fue entre Canarias y la Patagonia chilena y fue complicado por la nieve y las horas invertidas. ¿Por qué aun siendo consciente de las condiciones decidió rodar ahí y con esas condiciones climatológicas?

-Siempre quise tener un rodaje un tanto físicamente complejo, y sabía que rodar en la nieve a -15 grados iba a ser muy complicado, pero quería imprimir en la película esa idea temeraria del paisaje, enfrentarse al paisaje como los primeros colonizadores lo hicieron. Para mi es muy importante la atmósfera que se crea en un largometraje y para conseguirla era muy importante tener esas condiciones.

Entiendo que el título puede tener diferentes interpretaciones, en su caso… ¿A que hace referencia Blanco en Blanco?

-El blanco se relaciona con la idea de la nieve, de la página en blanco, con un lugar virgen donde nace algo. Aunque en la película yo hubiera preferido que hubiese más nieve para que la metáfora fuera más patente, la idea detrás de Blanco sobre blanco es la de la nieve que tapa las huellas del horror, de la historia de Chile y del genocidio que hubo.

El personaje Pedro deja de plasmar la belleza de los cuerpos para documentar la matanza de los indígenas, ¿Entendemos entonces que la película es una crítica o denuncia al poder colonizador pasado?

-Más que una crítica es una exposición de los hechos. Yo expongo cosas, no quiero hacer una moraleja ni mucho menos hacerme responsable de los acontecimientos. Me interesaba mucho tratar el tema del poder y su abuso y como éste, de alguna forma, tergiversa las miradas, las oralidades, los reales acontecimientos que sucedieron en Chile.

Sin usted saberlo ha creado un proyecto en el que se pueden ver reflejadas situaciones actuales, como la ocurrida en Estados Unidos con George Floyd ¿Cree que se podría extrapolar esta denuncia a los tiempos actuales?

-Sí, se trata de hablar del pasado para hablar del presente. De algún modo existen unos hechos en la película que siguen estando expuestos en el día de hoy. No solo el racismo, también la hipersexualización de las niñas y hasta el acto de cómo observamos el dolor de los demás, la tragedia ajena.

Esta denuncia se plasma de manera cruda a través no solo de agresiones físicas hacia los indígenas, sino también sexuales. ¿Por qué decidió plasmarlo de una forma tan explícita?

-No es una sexualidad explícita, justamente hay una cierta exposición de largo que no se comprende y que está latente en toda la película. Esta violencia está presente durante todo el film y termina de explotar explícitamente en la escena final de la película donde se expone la crueldad física causada por los colonizadores.

¿No le dio miedo remover de esa manera un pasado tan atroz?

-No, es necesario exponerlo. Esta es una historia que tanto el Gobierno de Chile como el de Argentina ha obviado, no se han hecho responsables de estos acontecimientos. Es una historia no oficial, todo el mundo la conoce pero no está aceptada en la sociedad. Es un hecho para hablar de los hechos colonizadores de todas las naciones, América se forjó así, con esas bases del horror.

Se trata también la relación entre representación y realidad. ¿Ha querido tratar este tema como una crítica a la sociedad actual, que vive por y para las redes sociales?

-Si, hay una doble lectura en este caso en la relación entre director y fotógrafo (protagonista) que tiene que ver con la representación, con la manipulación. Todo artista es un elemento manipulable y manipulador, un elemento que tergiversa los hechos y los conduce hacia una serie de significados que quiere proponer, para bien o para mal.

Por lo tanto, ¿cree que con el paso del tiempo las fotos y vídeos representan menos la realidad?

- Considero que todas las imágenes pertenecen a un fragmento de la realidad y ese fragmento o lo aceptas como lectura objetiva o subjetiva. Yo creo que las imágenes pertenecen más al subjetivismo, tratan de narrar algo, la cuestión está en cómo las tratamos.

Su intención era que el espectador se preguntara “¿Cómo nos acercamos a las imágenes?” ¿Cree que ahora, debido a la censura, sobre todo en RRSS, no nos podemos acercar de una manera tan pura a ellas?

-Sí, desde que lugar participamos del dolor de otro, somos participantes ausentes. Si bien es cierto que en el contextualizándonos en los últimos tiempos y en esa ganancia de sensibilidad por parte del espectador la pureza de las imágenes se ha perdido.

Para usted, ¿cómo de cerca está la belleza del horror?

-Es complejo, pero creo que toda belleza esconde una sombra y esa sombra es la del horror. ¿Qué sustenta la belleza de Sara en la película? El horror de ese patrón que masacra a pueblos indígenas. También soy de los que piensa que la perfección y la belleza absoluta no existen. Lo que sí existe es más bien la perfección interior, de querer atrapar algo y eso depende de la subjetividad que uno tenga sobre los elementos.

En una ocasión dijo que llevaba 7 años intentando hacer la película. Supongo que en ese tiempo habrá habido cambios y el resultado final no habrá sido como se imaginaba en un principio...

-La película pasó por muchos guiones y muchas estructuras. Me costó mucho desarrollarla porque al principio, a raíz de Ocaso, me veían como un director que no trabajaba la ficción y dudaban un poco de mi capacidad para hacerlo. Y a pesar de que, en un primer comienzo la película era mucho más ambiciosa, fue evolucionando y conseguí el resultado que quería a pesar de carecer de muchos recursos.

¿El reparto estaba claro desde el comienzo?

-Si, Alfredo Castro siempre estuvo en el proceso de la película. El primer guión que tuve se lo mandé a él y accedió a trabajar desde el comienzo. Estuvo desde el 2012 hasta 2018, año en el que grabamos, apoyándome. Es un gran actor que trabaja mucho con la mirada. Tiene una contención en ella , en su rostro, que es muy interesante y atrayente. Parece que la gente lee algo a través de él.

El largometraje fue galardonado con el León a mejor dirección y ganadora del FIPRESCI, (Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica), ¿Cree que en la actualidad el cine hispanoamericano goza de buena salud?

-Bueno… no hay que generalizar, como todo en el arte el triunfo depende de los autores. Creo que hay autores muy importantes que están ayudando al pensamiento sobre esta industria.

A raíz de la covid-19, ¿en qué situación cree que se encuentra ahora la industria del cine? ¿Conseguirá el cine reactivarse y las salas volver a llenarse por completo?

-Estamos en un momento de silencio. Creo que es importante reflexionar. Evidentemente ahora no es el mejor momento para estrenar una película pero creo que es necesario que la gente vuelva al cine, vuelva a enfrentarse a las imágenes en soledad. Eso es algo que nunca va a poder ser sustituido por las grandes plataformas. Aunque es complicado, es necesario que las salas de cine sigan viviendo y sigan estando ahí.

“Existen unos hechos en la película que siguen estando expuestos en el día de hoy, como es el caso del racismo”

“La historia expuesta es un hecho real que tanto el Gobierno de Chile como el de Argentina han obviado”

“Al principio me veían como un director que no trabajaba la ficción y dudaban de mi capacidad ”