Fecha: 24/07/2020. Lugar: La Ciudadela. Incidencias: La edad de oro del pop español es un espectáculo que recrea grandes éxitos de la música nacional de los años ochenta y noventa. Cuatro cantantes (Alberto Comesaña -Amistades peligrosas, Semen Up-, Pablo Perea -La Trampa-, Patricia Aguilar y Rafa Blas). Formato de orquesta, no de concierto propiamente dicho (canciones de grupos muy diversos, cantantes sucediéndose sobre el escenario, chascarrillos entre tema y tema...).

n un principio, no pensaba asistir al espectáculo sobre La Edad de Oro del Pop Español. Conste que fui muy fan y, en la mayoría de los casos, lo sigo siendo, de muchos de los grupos que se engloban dentro de esa rimbombante etiqueta. Pero, al ver el título, pensé que sería una especie de tributo y yo, por convicción personal, nunca acudo a conciertos de bandas tributo. Luego leí que entre los integrantes del grupo estaban artistas como Alberto Comesaña (de Amistades Peligrosas y Semen Up), o Pablo Perea (de La Trampa). Pensé que igual se ceñían a sus propios cancioneros, por lo que me dejé caer por La Ciudadela. Nada más comenzar, me di cuenta de que me había equivocado: se trataba de una orquesta en toda regla; con cantantes más o menos ilustres, sí, pero una orquesta al fin y al cabo. La revelación me golpeó los tímpanos cuando escuché a Rafa Blas cantando Entre dos tierras. No, por Dios, a mis Héroes no me los toquéis. Estaba dentro de un popurrí en el que Alberto Comesaña interpretó Hormigón, mujeres y alcohol, de Ramoncín (sí, la de Litros de alcohol).

La actuación propiamente dicha comenzó con Insurrección y A quién le importa en voz de Rafa. Los cuatro cantantes se iban sucediendo sobre el escenario, esa iba a ser la tónica de la velada. La segunda fue Patricia Aguilar, que emuló los gorgoritos de Mónica Naranjo en Desátame y luego a Cristina del Valle junto a Comesaña en un batiburrillo de estribillos de Amistades Peligrosas (Estoy por ti, Me haces tanto bien, Me quedaré solo -los teclados intentando sin éxito suplir a las cuerdas de la original fueron lo peor de la noche-, y Africanos en Madrid).

Mejor le fue a Pablo Perea, excantante de La Trampa. Sus canciones, más guitarreras, encajaban mejor con el formato de banda que trajeron. Así, piezas como Volver a casa, Te echo de menos o Acércatey bésame sonaron digna y contundentemente. Después, Rafa Blas resultó histriónico con sus interpretaciones de Embrujada y Eloise, de Tino Casal, pero bueno, no le iba mal la extravagancia al personaje recreado. El listón volvió a subir con Perea, con mucha diferencia, el más músico y el que más tablas atesoraba de los cuatro. Se marcó dos grandes interpretaciones (Te dejé marchar, de Luz Casal, junto a Patricia Aguilar, y Se dejaba llevar, de Antonio Vega, de nuevo con Rafa).

La cosa se torcía cuando crecía la impostura. El límite, de La Frontera, sonó forzada a tres gargantas (los tres chicos). Los chistecillos entre canción y canción, totalmente prescindibles. Los arreglos heavies deslucieron el Hijo de la luna, de Mecano, que sonaba muy bien en las partes de piano. Comesaña hizo mejor de Manolo Tena que de sí mismo. Rafa volvió a insistir con otra de Héroes, Maldito duende, para alborozo de la audiencia y zozobra mía. Porque eso es cierto: a pesar de que artísticamente el espectáculo fue pobre, el publico disfrutó mucho. Es lo que tiene ese repertorio, que suena bien hasta en manos de una triste orquesta.