Intérpretes: Judith Jáuregui, piano; Jesús Reina, violín; Erzhan Kulibaev, violín; Isabel Villanueva, viola; Damián Martínez Marco, violonchelo. Programa: Obras de Sarasate, Saint-Säens, Granados, Isaac Albéniz, Gaspar Cassadó y Joaquín Turina. Programación: Festival Pamplona Reclassics. Lugar: Ciudadela. Fecha: 28 de julio de 2020. Público: Casi lleno (20 euros).

aba gusto ver el aforo preparado prácticamente lleno. Si los organizadores, con Isabel Villanueva a la cabeza, han hecho el valiente esfuerzo de enfrascarse en un nuevo festival a la contra del temor impuesto por el virus; el público ha respondido estupendamente, con su asistencia y con el entusiasmo en los aplausos. Un festival, como todos los que se están atreviendo a abrir, basado en pocos músicos; concretamente, en este caso, con protagonismo de la música solista y de cámara. No es el mayor atractivo para mucha gente, la música de cámara, y los organizadores lo saben; pero si se traen buenos intérpretes, como es el caso, se abren expectativas nuevas para esta música, que se prodiga poco. El programa, dado sin descanso -como mandan las medidas de seguridad-, tuvo dos partes bien diferenciadas: una primera muy de festivales de verano, con piezas conocidas y el predominio del virtuosismo espectacular; y una segunda con la frondosa densidad del quinteto en sol menor de Turina, extraordinariamente bien interpretado y con momentos en los que se elevó la música de cámara al sinfonismo. Jáuregui, Reina y Kulibaev abren la sesión con Navarra de Sarasate: bien conseguido ese punto de nostalgia y melancolía, muy bello el adelgazamiento del sonido, en violines, que da paso al crescendo. Rubato (o sea, ese magnífico no medir) y compenetración, excelentes. Kulibaev aborda a Saint-Säens con unos graves muy poderosos en la introducción; tempo tranquilo para contrastar con el virtuosismo del rondó. Jáuregui envuelve la noche con la Andaluza de Granados; y, a su vez, queda envuelta por el embrujo de la oscuridad, clareada por el teclado de la mano derecha: tempo bien elegido; sonido muy nítido, y eso que la amplificación -que fue buena- tiende a oscurecer el grave un poco de más.

Villanueva, de la que no olvidaremos su escalofriante versión de las suites de Bach, vuelve a demostrar el sonido único que es capaz de sacar a su viola. A los que no la hayan escuchado sin amplificar, hay que decirles que ese color de violonchelo claro que saca en los graves, capaz de llenarlo todo, no es por la amplificación. Tocó Asturias de Albéniz, con la dificultad añadida de ser una trascripción -hecha por ella-: el comienzo me sonó a un expectante ostinato; el tramo más lírico, muy cálido. Damián también tiró con su cello por el virtuosismo con la Danza del Diablo de Cassadó, bien endiablada, aunque también se lució en esos pasajes de arco largo; al final, lo más bonito de este instrumento. El violín del malagueño Reina, cierra ese primer tramo con los Aires Gitanos de Sasasate. Hay que tocarlos… Los salvó bien, con un rubato precioso en al primer sección, y una velocidad casi circense, al final. Jáuregui cargó con todos los acompañamientos: un lujo.

El Quinteto en sol menor de Turina, tuvo un quinteto de intérpretes a la altura de su densidad y entramado, que es de envergadura, aunque, al final, el autor fue muy crítico con su obra. La verdad es que los que habían demostrado cualidades indiscutibles individuales, también las demostraron como quinteto: compenetración hasta en la respiración, fraseo estudiado hasta la última nota, reguladores (crecer y apianar) en total connivencia, respeto en la conversación por instrumentos. Se vio desde el planteamiento individual de la fuga y sus incorporaciones: cómo todo toma cuerpo hasta la plenitud. Ataque rotundo en el “animé”, del segundo movimiento, con un final de esplendor de todos. El movimiento lento se recrea en la gravedad, con un final que se escapa volando. El final, con una introducción preparatoria de lucimiento individual, se desarrolla hasta la apoteosis final. Ya sonaban como una orquesta. Excelente comienzo, de la cita veraniega en la Ciudadela.