- Tras el paso del filme por el Zinemaldia, Akelarre se estrenará el 2 de octubre en todo el Estado y en diciembre en Francia. Y el año que viene llegará a todo el mundo a través de Netflix. Sin duda, un buen comienzo para este proyecto que apuesta por ofrecer una mirada diferente de las cazas de brujas en esta tierra, colocando el foco en el punto de vista de las mujeres acusadas.

¿Quedan unos días para el Zinemaldia, hay ganas, nervios, una mezcla de ambos?

-Hay muchas ganas. Tengo una ilusión tremenda porque es mi primera película en competición en San Sebastián y porque este proyecto ha conllevado mucho tiempo de trabajo y ha sido una experiencia muy bonita. Aparte de eso, yo no hablaría de nervios. Como se suele decir, el premio ya es estar seleccionado y participar en la competición oficial, y todo lo que venga después será un bonus.

En el tiempo que resta para el festival, primero, y para el estreno de la película, después, tendrá que estar pendiente de mil detalles y, además, tener un ojo puesto en la pandemia.

-Eso es. Tenemos el estreno en salas el 2 de octubre, que es inmediatamente después del festival. Las salas están padeciendo como las que más los efectos de la pandemia, ahora ha habido alguna película que está destacando y levantando la asistencia, pero todo es una enorme incógnita. Lo es a día de hoy, y de aquí a un mes y poco, cuando estrenemos nosotros, el panorama será todavía más incierto. Todos los días pensamos en esto y lógicamente estamos preocupados, porque nos gustaría aprovechar el impulso del festival para llevar la película a salas. Creemos que los cines estarán abiertos y que la gente se animará cada vez más y comprenderá que es una actividad de ocio gratificante y muy segura. Vamos, que no implica los riesgos de otras actividades y ni siquiera hace falta ser muy social para ir al cine (ríe).

Durante los meses de confinamiento hubo quien decidió estrenar directamente en plataforma, ¿se llegarían a plantear esa opción?

-Nunca nos lo hemos planteado. El año que viene la película estará en Netflix, pero, desde su concepción, la película ha sido un proyecto cinematográfico y queríamos que se viera en salas. Y la selección en el Festival de San Sebastián no hace más que refrendar esa premisa. Se va a estrenar en una pantalla, y no en cualquiera, sino en la pantalla inmensa del Kursaal. Después de eso, nuestra intención es que el mayor número de personas la vea en cines, para que más tarde continúe su vida en plataforma, lo que permitirá, además, que se vea en todo el mundo. Vamos a llegar a lugares y a personas que de otro modo no habríamos llegado, y eso está muy bien, pero, por lo menos, en los países principales de los coproductores se va a estrenar en cines.

‘Akelarre’ va a ser la única película española de ficción en la Sección Oficial de Donostia. ¿Es mucha responsabilidad?

-Sí, y es muy bonito. Todos los años suele haber tres o cuatro películas españolas en la Sección Oficial y esta vez solo está la nuestra. Sabemos que es un año especial, seguramente las circunstancias que vivimos habrán influido, pero es un reto que valoramos mucho. También porque el resto de películas que hay en la competición tienen un nivel muy alto; hay títulos con sello Cannes, directores muy interesantes... Y el propio Pablo Agüero dice que es un honor para él competir con películas y directores tan consagrados.

Hay cine vasco en esta y en otras secciones. Asistimos de unos años a esta parte a un desarrollo muy importante de la producción de calidad en esta tierra.

-Se está haciendo un cine de mucha calidad, y en gran medida se debe al apoyo de instituciones, televisión y demás, y también a que existe una vocación y hay determinados directores u productoras que están metiendo mucha energía en el desarrollo de proyectos, en hacer cosas interesantes y en intentar traspasar fronteras, contando historias que tienen que ver con lo local, pero que interesan en otros lugares del mundo. Y hay nuevos directores y directoras bastante prometedores. El festival siempre ha apoyado el cine vasco y es un socio muy importante la hora de proyectar hacia el mundo esas películas.

Pablo Agüero quería hacer esta historia a toda costa y cuando ‘rompió’ con sus primeros socios Lamia se sumó al proyecto, ¿qué le llevó a dar el paso?

-Dio la casualidad de que, hace unos años, nosotros habíamos desarrollado e incluso escrito una primera versión de guión de un proyecto que se basaba también en las experiencias de Pierre de Lancre.

Helena Taberna ha comentado en alguna ocasión que ella quería hacer una película a partir del ‘Tratado de brujería vasca’ que escribió este juez en el siglo XVII.

-Sí, es un proyecto de Helena Taberna que en su día escribió junto a Andrés Martorell y en esos momentos no lo hicimos porque otro de nuestros proyectos se adelantó y también porque para los años que teníamos como productora era algo muy grande. Por eso yo ya conocía muy bien la historia. Y cuando José Luis Rebordinos sugirió a Pablo hablar con algunas productoras del País Vasco, él contactó con Koldo Zuazua (Kowalski) y conmigo por separado. Coincidió que Koldo y yo estábamos en conversaciones para otras cosas, comentamos esta historia y nos pareció que podíamos hacerla juntos. Quizá si hubiera estado yo solo no me habría animado, o sí, no sé, pero me sentí cómodo trabajando codo con codo con Koldo y la experiencia ha sido muy buena.

¿Qué les atrajo del planteamiento que Pablo Agüero proponía sobre aquellos procesos por brujería?

-Vimos que tenía una visión algo diferente, más moderna, de aquellos hechos históricos. Particularmente, a mí ya me interesaba el personaje de Pierre de Lancre y el libro que escribió. Me parecía misterioso, sorprendente, incluso con toques surrealistas, y el planteamiento de Pablo, que se basaba en el punto de vista de las supuestas brujas, nos pareció bastante actual e interesante. Además, la brujería, la caza de brujas, los akelarres tienen componentes de misterio que atraen bastante a la gente, porque siempre provocan ganas de saber más.

Es un tema sobre el que se ha escrito y se han dicho muchas cosas, pero tal vez aun quede mucho por saber de lo que ocurrió realmente.

-Es que fueron varios años de persecución en toda Europa y en América. Muchas mujeres murieron quemadas y todo partía de prejuicios religioso y culturales contra ellas. Todo esto tiene muchas lecturas, algunas incluso extrapolables a la actualidad.

¿Les pareció que el hecho de que Pablo Agüero fuera argentino le permitía acercarse al tema sin la mochila que cargamos quienes de alguna u otra manera hemos leído o escuchado hablar sobre lo que sucedió en torno a este tema en Euskal Herria?

-Lo primero que hicimos fue ver sus películas, que han estado en festivales muy importantes, y son trabajos de autor, muy especiales, con un estilo muy determinado que nos interesó mucho y nos produjo curiosidad saber cómo ese sello podría trasladarse a esta historia en concreto. Y, como dices, también nos pareció que alguien de fuera huiría de los toques más folclóricos, sin ánimo de ser despectivo, de este tema, con la intención de ser más universal.

Ha apuntado que la clave es que la historia se cuenta desde el punto de vista de las mujeres.

-Esa es la clave, sí. Es el punto de vista de unas chicas jóvenes que tienen su vida, hacen sus fiestas en el bosque, bailan en torno a la hoguera y, sin saber nada de brujería, de pronto las apresan y se enfrentan a este juez inquisidor, a su corte de ayudantes... A un mundo masculino, religioso, serio en el que están totalmente perdidas. Y en la película es interesante ver cómo la inocencia inicial de las chicas se va transformando cuando comienzan a contarle al juez lo que quiere oír. Y es en ese proceso donde, según Pablo, se crea el mito de la brujería. En las confesiones, que están condicionadas por el propio inquisidor. Esa forma de darle la vuelta a la realidad tiene algo de aterrador.

¿Es una película feminista?

-Sin ánimo de parecer oportunista, tiene algo de feminista porque posiciona del lado de ellas y deja claro que gran parte de esas cazas de brujas tenía que ver con el patriarcado y con el sometimiento de la mujer libre.

Pues, aunque la historia suceda en el siglo XVI, está tremendamente vigente, porque seguimos a vueltas con el patriarcado.

-Efectivamente, también se puede hacer una lectura desde hoy. Por eso creo que es una película que se va a entender muy bien hoy y que va a llegar mucho a los jóvenes. Creo que a las chicas de hoy en día les gustará especialmente.

¿Tenían claro a Àlex Brendemühl para Pierre de Lancre?

-Àlex fue una apuesta clara. Teníamos alguna otra opción, pero fue la que más nos convenció y ni siquiera le hicimos prueba. Pablo también le conocía porque ha trabajado bastante en el cine francés, y a mí me parecía un gran actor. Estoy contentísimo con su interpretación.

¿Y qué hay de las actrices, en particular de Amaia Aberasturi?

-Fue un proceso más complejo. Pablo quería chicas no profesionales y nos dijo que teníamos que buscar donde hiciese falta, así que fuimos a fiestas de los pueblos, gaztetxes, rave parties... (ríe) Buscaba jóvenes muy espontáneas, rebeldes, y eso hizo que el proceso fuera complicado y largo. Vimos a casi 900 chicas y al final, curiosamente, la que le convenció fue Amaia Aberasturi, que ya había hecho cosas de interpretación, pero que tiene mucha frescura.

Lleva un gran peso pese a su juventud y escasa experiencia.

-Ha hecho cosas en EITB, en TVE y también la película Vitoria, 3 de marzo, y es una actriz súper entregada, pero el papel era muy delicado. Da vida a una adolescente a la que le toca enfrentarse a un señor mayor, a un juez, al que en algunos momentos llega a retar. Lleva un peso importante y sale muy bien del reto. Y el resto de chicas también. Han sido grandes hallazgos. Parecen chicas salidas del bosque (ríe).

Hay un componente de seducción en el proceso de los interrogatorios.

-A la vez que está obcecado con la brujería, el juez siente fascinación por todo ese ambiente y por las mujeres jóvenes, que va más allá de lo sexual, y que tiene que ver con esa manera de desenvolverse que tienen, con la danza, con la libertad, con las costumbres locales. Se va creando en él una especie de atracción por ellas, en particular por la protagonista. Y ella, entre otras herramientas de supervivencia, usa esa fascinación de él a su favor.

Parte de la película es en euskera, ¿dudaron de si podía ser un riesgo?

-Sí, nos parecía arriesgado y tuvimos varios debates sobre si tenían que hablar en euskera e incluso sobre qué euskera hablarían. Si habría traducción o no... Le dimos muchas vueltas al tema y la solución que adoptamos junto con el director me parece bastante natural: las chicas debían hablar en euskera entre ellas. Eso le da verosimilitud a la historia y, además, contribuye a darle a la narración ese toque de misterio. Cuando los inquisidores escuchan un idioma que no es el suyo les genera suspicacia y una especie de molestia.

Ellas hablan y cantan en euskera. La música es importante en ‘Akelarre’.

-Muy importante. Es una música preciosa. La han compuesto Maite Arroitajauregi y Aranzazu Calleja. Algunas canciones que cantan las chicas ya las había creado Maite antes de la película y quedan muy bonitas. La banda sonora es parte esencial del proyecto y el proceso de creación ha sido complicado. Me quito el sombrero ante las compositoras, el director ha sido muy exigente hasta llegar adonde él quería y el resultado es muy bueno. El baile y la música son partes fundamentales de Akelarre.

Es una película muy ligada a la tierra, a la naturaleza. Rodar tantos exteriores no habrá sido sencillo.

-Es una película de mucho bosque. Hemos rodado en zonas naturales impresionantes, como el Balcón de Pilatos, en el interior de Urbasa, en la playa de Laga... También en la playa de Sakoneta, que está entre Zumaia y Deba, donde construimos un poblado de pescadores que quedó precioso y es obra del director de arte, Mikel Serrano, de Pamplona.

Después de Donostia llegará el momento de entregar la película al público el 2 de octubre.

-Y sentimos mucha expectación. Pensamos que es una película que va a gustar. Está muy bien a nivel de interpretación, se ve fácil y toca temas interesantes. En particular, me parece que aquí va a gustar mucho. Ojalá que sea así, luego, claro, está todo lo relacionado de la pandemia, que esperamos que no afecte demasiado, aunque eso ya se escapa a nuestro control.

¿Siente que con esta película se consolida como productor?

-Sí. Bueno, cada proyecto es diferente. No es que me haya parecido más difícil que otros, pero este lo hemos hecho más con otros. Principalmente con Koldo Zuazua, pero también con coproductores de Francia y en Argentina. Esta primera experiencia de colaboración en la que cada productor aporta algo me ha parecido muy buena. Antes hasta ahora éramos Helena Taberna y yo -Lamia- tirando adelante y solos contra el peligro y ahora veo que películas de envergadura tan grande conviene hacerlas en coproducción con socios en los que confíes, con los que te lleves bien y que entre todos podamos hacer un mejor producto.

¿Trabaja ya en nuevos proyectos?

-Sí. Estamos a poco de rodar el próximo proyecto de Félix Viscarret, que se titula Una vida no tan simple. Es una comedia urbana que habla de la crisis generacional de unos padres jóvenes, con bastantes tintes autobiográficos del propio Félix. En este caso coproducimos con A contracorriente Films. Además, estamos desarrollando otros proyectos, en particular el guión de la próxima película de Helena Taberna, que es una adaptación de una novela de Isaac Rosa.

“El baile y la música son fundamentales en la película; el trabajo de Maite Arroitajauregi y Aranzazu Calleja es maravilloso”

“El estreno está previsto el 2 de octubre para aprovechar el impulso del festival; esperamos que la pandemia lo permita, ojalá que sí”

“La película es feminista porque se posiciona con ellas y deja claro que las cazas de brujas pretendían someter a las mujeres al patriarcado”