Naomi Kawase vuelve a la carrera por la Concha de Oro y, como ya le ocurrió el hace dos años cuando la Sección Oficial exhibió Vision a competición, en esta ocasión tampoco ha podido visitar Donostia para defender la película. Si bien durante la 66ª edición canceló su viaje en el último momento a causa de “motivos personales”, este año, en la que presenta el largometraje True Mothers, no ha viajado, por supuesto, por la covid-19, algo que también le ocurrió a los representantes de la otra cinta japonesa en liza, Any crybabies around?

En True Mothers, la cineasta nipona vuelve a tratar uno de sus temas habituales: la maternidad. Kawase presenta la historia de una pareja que no puede tener hijos y que decide adoptar un bebé de una adolescente que se ha quedado embarazada y a la que su familia fuerza a la adopción. Planteado desde un presente y con una mirada caleidoscópica bastante descompensada sobre cada uno de los relatos, la que fuera responsable del éxito Una pastelería en Tokio narra qué ocurriría si la madre biológica se presentase cinco años después en casa del matrimonio que ha educado a su bebé.

En un inicio, el planteamiento de Kawase recuerda al que Hirokazu Kore-eda hizo De tal padre, tal hijo, que se hizo con el Premio del Público en el Zinemladia en el año 2013. No obstante, las similitudes de ambos largometrajes en estos dos cineastas correspondientes a la misma generación es prácticamente anecdótica. Mientras el responsable de Un asunto de familia reflexiona sobre quiénes son realmente los padres, quienes te crían o aquellos con los que compartes lazos sanguíneos; Kawase explora las dificultades y el estigma social que supone ser una madre adolescente en una sociedad donde el honor y la tradición pesan demasiado.

Es más, el propio título del largometraje, True Mothers -que se traduciría como Madres verdaderas-, incide en la idea de que ninguna está por encima de la otra, pese a ser cierto que pone el foco sobre la más débil, la joven, interpretada por Aju Makita. Son dos madres que viven separadas, la adoptiva vive en Nara, mientras que la biológica reside Nagasaki. El Océano Pacífico que baña ambas regiones de Japón sirve de metáfora para ilustrar lo que las une, el niño.

la maternidad Kawase ha sido la cineasta más joven de la historia en ganar la Caméra d’Or del Festival de Cannes. Para eso hay que remontarse a 1997, cuando presentó su drama familiar Moe no suzaku. Desde entonces hasta la fecha ha sido una habitual en el festival galo y, en la última década, ha competido varias veces en la Sección Oficial del Zinemaldia.

La primera vez fue hace diez años, precisamente, con Genpin un documental al que llegó influenciada por su propia experiencia personal; no en vano, había sido madre pocos años antes. Rodada en 16 milímetros, la autora de El bosque del luto se centró en contar las esperiencias de las mujeres que daban a luz Clínica Yoshimura, especializada en el campo del alumbramiento natural. No obstante, existe otro precedente cinematográfico relevante en la filmografía de la cineasta, dado que en 2006 estrenó Nacimiento y maternidad, un documental en la que contó el proceso de embarazo y alumbramiento de su primer hijo; hecho que marcaría la manera de mirar el mundo en su carrera posterior y, por supuesto, de su planteamiento en la cinta que pugna por la Concha de Oro.

Kawase explora el estigma social que supone ser una madre adolescente en una sociedad donde el honor y la tradición pesan demasiado