La colombiana Juana Acosta (Cali, 1976) es la encargada de poner rostro y alma a Lucía, eje absoluto de la película. Y se muestra plenamente feliz por ello: “Trabajos así llegan pocos en la vida”, dice.

Cuando este proyecto llegó a sus manos, ¿qué le llamó la atención de La mirada de Lucía?

-Por un lado, me encantó la historia. La desconocía y desde que la leí, me conmovió e impactó profundamente. Yo vengo de un país conflictivo y cuando las historias hablan de guerras recientes, me tocan fuerte el corazón. Además, me encantó tener la posibilidad de trabajar con Imanol, un director al que he admirado muchísimo siempre.

Para preparar su personaje, viajó a California y conoció a Lucía, la mujer cuyo caso real ha inspirado la película. ¿Cómo fue el encuentro?

-Esta es una historia que merece ser contada, porque trata sobre la búsqueda de la verdad. En las guerras, los que salen perdiendo siempre son los más débiles. Y Lucía y su marido nunca pudieron volver a su país... Son gente buena y por circunstancias de su vida, los sacaron de su país y tuvieron que empezar en Estados Unidos y ellos no tenían ningún interés de irse de su casa... Y cuando los conocí, me impactó sobre todo que después de treinta años, cuando me recibieron allí, todavía cerraban las persianas de la casa, con una paranoia... ¡Treinta años después! Los quería invitar a cenar a algún restaurante y no, ellos no querían contarme nada si no era en su casa, con las ventanas cerradas... Me impactó mucho escuchar de ellos mismos esta historia y con tanto lujo de detalle. Es uno de estos trabajos que llegan pocos en la vida.

¿Cuál ha sido el mayor reto de meterse en la piel de Lucía?

-Creo que en general todo. Estamos hablando de un acontecimiento que pasó en un momento muy determinado en Latinoamérica y en un país, El Salvador, que ha estado en una guerra civil terrible. De alguna manera, las guerras que hemos tenido que vivir en Latinoamérica, tienen cierto parecido en todos los países; no quiero decir que sean las mismas, pero sí que eso resuena siempre en todos los latinoamericanos... Así que el gran reto ha sido descubrir esta situación que desconocía y darle vida a esta mujer que todavía guarda una tristeza muy profunda. Me dijo que entró en una depresión de la que le costó muchísimo salir, porque ella tenía una cercanía muy grande a estos padres, la cuidaron mucho, la acogieron... Y se tuvo que enfrentar a verlos muertos y acribillados en sus narices, junto a dos mujeres, la cocinera de la universidad y su hija adolescente... Es algo que les marcó la vida a esa familia.

Ha comentado que tenía ganas de rodar junto a Imanol Uribe, ¿cómo está siendo el trabajo?

-La verdad que estamos trabajando súper bien. Desde el primer momento ha habido mucha empatía entre los dos en el trabajo y me encanta porque es un director que tiene tanta experiencia, que tiene tan claro lo que quiere... Y que no rueda de menos ni de mas, sino lo justo. Es preciso y ha hecho un casting maravilloso, súper internacional. Y en estos tiempos de pandemia, que es tan difícil y complicado movernos, que estemos rodando una película así en Navarra, que luego sigamos en Colombia... Es bonito que lo estamos sacando adelante.

Están a punto de afrontar la tercera semana de grabación en Navarra, ¿qué tal le ha acogido la Comunidad Foral?

-Ya había trabajado en el País Vasco, donde hice un proyecto belga-francés, Santuario, en el que interpretaba a una vasca y tuve la posibilidad de profundizar en la cultura vasca, lo cual para mí fue muy revelador. Le cogí mucho cariño a esta región, antes de rodar me hice un viaje por varios pueblos donde sabía que íbamos a rodar... Me siento muy a gusto trabajando aquí. En Pamplona también había rodado algunas escenas de Acantilado con Helena Taberna. Y es tan hermoso rodar aquí...

Y la semana que viene le tocará rodar en casa, en Colombia.

-Además voy a rodar en mi ciudad, porque soy de Cali. Ahí había rodado hace años una película que se llama El cartel de los sapos (2011), pero volver después de este año de pandemia es doblemente especial.