La caza científica es una modalidad que permite la captura de aves y mamíferos, así como la investigación y observación de nidos, pollos, madrigueras, colonias y criaderos de especies cinegéticas o protegidas. De hecho, la explotación y toma de los datos biométricos de un ave viva han permitido explicar muchos comportamientos de las migraciones, para su análisis y mejor gestión cinegética.

Por ello, esta modalidad de caza es una herramienta de la ciencia para hacer diferentes actuaciones sobre un ave capturada viva, al objeto de investigar la biología de esa especie, su dinámica poblacional, el censo de un territorio, las rutas migratorias del animal, así como otros datos que permitan conocer todos sus movimientos y las mejores maneras para que su aprovechamiento sea sostenible, cuando se trate de una pieza de caza. Su práctica, eso sí, requiere disponer de una autorización de la administración competente, que la otorga a título personal, con una serie de condicionantes para el peticionario.

Dentro de esa definición de caza científica, ha tenido especial interés para la Real Federación Española de Caza (RFEC) la referida a la caza de diferentes aves para su investigación y anillamiento, que ha sido el objetivo de varios proyectos de esta entidad y de la Fundación para el Estudio y Defensa de la Naturaleza y la Caza (FEDENCA), que se establecieron junto con otras organizaciones interesadas también en la conservación y el estudio de especies cinegéticas.

En este sentido, la captura de aves se aprovecha para anillarlas o acoplar en ellas un radio-emisor que permita tomar una serie de datos que son únicos de esa especie capturada y de ese momento. Se la puede considerar, por tanto, como una herramienta científica y de gestión medioambiental. Es por ello por lo que se vienen anillando en España varias especies con diferentes procedimientos de captura, que, en el caso de los realizados por FEDENCA, tienen lugar en proyectos coordinados con otras entidades de la estructura federativa, clubes de cazadores especializados en alguna especie de caza u otras asociaciones de carácter conservacionista.

En el ámbito de la Real Federación Española de Caza, las aves más investigadas a través de la caza científica han sido tres pájaros migratorios: la codorniz común (Coturnix coturnix), la becada (Scolopax rusticola) y la tórtola común (Streptopelia turtur). También se han manejado otras aves no cinegéticas que se capturan en el campo por los especialistas del silvestrismo asociados dentro de las federaciones autonómicas. En estos casos, se han interesado por la captura de aves fringílidas, como el jilguero (Carduelis carduelis), el pardillo (Carduelis cannabina), el verderón (Carduelis chloris), el verdecillo (Serinus serinus) o el pinzón común (Fringilla coelebs), además de sus mixtos, con la intención de anillar, reproducir en jaula y promover la educación al canto para participar en fases competitivas del Campeonato de España de Silvestrismo.

Si se echa la vista atrás, fue en el año 1930 cuando se colocaron las primeras anillas en España. En 1943, el primer presidente de la Federación Española de Caza, Joaquín España Cantos, organizó la Oficina para la Investigación y Estudio de la Emigración de las Aves, que fue la primera oficina de anillamiento española. Actualmente, hay cinco entidades avaladoras: la Sociedad Española de Ornitología, la Sociedad de Ciencias Aranzadi, el Grupo Ornitológico Balear, el Instituto Ornitológico Catalán y la Estación Biológica de Doñana. En el marco europeo, por su parte, el anillamiento está gestionado por la Unión Europea para el Anillamiento de Aves, que se fundó en 1963 para estandarizar el anillamiento dentro del ámbito europeo.

Esta caza científica está estrechamente ligada con la caza sostenible, un concepto que persigue la conservación de las especies como recursos naturales renovables y con el que se encuentran sensibilizados un gran número de cazadores. Como es obvio, la caza debe ajustarse siempre a los requerimientos de la conservación y, bajo esta premisa, existen corrientes de cazadores que entienden la caza como una extracción proporcionada y cabal de cualquier especie, para que se mantenga y sea sostenible la actividad. Una situación que, en las condiciones actuales, por ejemplo, no se da en la caza de la codorniz, que muestra en los últimos años un declive acusado que los datos señalan por encima del 30% de la población que recala en España.

Ante esta tesitura, los defensores de la caza sostenible reclaman tomar medidas y, entre ellas, proponen modelos de caza menos agresivos con la codorniz, como un cupo adecuado a las posibilidades de caza en cada territorio y en los lugares de concentración, que son donde más incide la actividad cinegética sobre las poblaciones; o rebajar las capturas en cupo y período, ya que así se conseguiría frenar el declive con menor esfuerzo.