ulián Gayarre fue sin duda alguna una de las principales estrellas operísticas del siglo XIX, precisamente en el momento de mayor esplendor de la ópera italiana. Nacido en 1944 en Roncal y de orígenes humildes, sus dotes para el canto le llevaron a triunfar en los principales escenarios de todo el mundo. Condecorado por reyes y zares y encumbrado por la crítica y el gran público, a pesar de pasar habitualmente grandes temporadas en Italia, Francia o Inglaterra, nunca dejó de visitar la tierra que le vio nacer.

Así lo hizo en agosto de 1889, cuando contaba con 45 años de edad, después de haber triunfado una vez más en los teatros de París. Le gustaba descansar en Roncal siempre que podía, y allí pasó unos días de verano con sus amigos en la que hoy es su casa-museo, sin poder imaginar que su siguiente visita sería unos meses más tarde para reposar para siempre en el cementerio de esta localidad.

"Aplausos atronadores"

El tenor roncalés tenía contrato para actuar ese otoño en el Teatro Real de Madrid, y allí realizó varias actuaciones donde brilló al más alto nivel. Sin embargo, su salud no era todo lo buena que pudiera desear. El 7 de noviembre de 1889, Gayarre comentaba por carta a su amigo Julio Enciso sus éxitos en el coliseo madrileño, añadiendo: "Y esto a pesar de un constipado feroz que tomé cuando llegué a Madrid, y del que todavía no he podido desembarazarme".

Según sus propio testimonio mejoró de salud, pero a la vez sufría una afección laríngea que hizo que no repitiera romanzas en sus últimas actuaciones, tal como casi siempre solía hacer para contentar a sus admiradores, que así se lo pedían al terminar cada función.

Por esta razón, decidió descansar unos días para mejorar el estado de su garganta, pero sintiéndose un poco mejor aceptó actuar en el Teatro Real el día 8 de diciembre. Se trataba de momento de una última función, ya que según comentó: "Pienso descansar un mes o dos para combatir esta afección laríngea". Óscar Salvoch, autor de la última y más completa biografía del tenor hasta el momento, comenta que Gayarre accedió a cantar ese día ante los encarecidos ruegos de José Ferrer, representante del Teatro Real y persona muy cercana al tenor, ya que si no se hubiera visto obligado a suspender la función, debido a que la mayoría de los cantantes contratados se encontraban enfermos, víctimas de una epidemia gripal que en esos momentos asolaba Madrid, denominada popularmente como "dengue" o "trancazo".

Ese día de la Inmaculada Gayarre cosechó "aplausos atronadores", al decir de su biógrafo y amigo Julio Enciso, en la primera parte de una velada en la que se representó Los pescadores de perlas, una de las óperas que más noches de éxito le había brindado. Sin embargo, llegó la romanza y -por primera vez en su ya dilatada carrera- su voz se quebró. Descansó unos minutos y con una gran dosis de amor propio pudo acabar la actuación, aunque no con la pureza que le caracterizaba. Por contra, el público le aplaudió el esfuerzo con mayor entusiasmo que nunca.

Creyó Julián Gayarre que era el final de su carrera, algo que bien sabía que un día tendría que llegar. Ante sus numerosos amigos se mostraba sereno en su recuperación, pero es sabido que las noches siguientes las pasó intranquilo y nervioso.

Tras sufrir ese fuerte constipado en noviembre y después de arrastrar sus problemas de laringe durante las semanas siguientes, su bajo estado de ánimo seguramente no ayudó cuando Julián Gayarre fue uno más de los miles de afectados en la capital española por una epidemia de gripe que invadió velozmente medio mundo.

"Gayarre, enfermo del trancazo", rezaron los titulares de los principales periódicos la víspera de Navidad de este año 1889. Gregorio Garjón, su primo y fiel compañero desde los inicios de su carrera, describía su situación en una carta remitida a Julio Enciso de la siguiente manera: "En efecto, a Julián le tenemos en la cama hace cuatro días con un caso de grippe. Anteanoche, el martes, de once a doce, le dio un ataque tan fuerte, que creímos que no lo resistiría. Esa noche la pasó mal; pero ayer se inició el alivio, y pasó el día relativamente bien. La noche ha sido mejor si cabe, y el termómetro solo marca 38 grados". No era el único afectado de su familia, que convivía con él en su piso de la madrileña plaza de Oriente, pues añade: "Menos Evarista y yo, todos han estado enfermos".

Madrid no era la única ciudad española atacada por la epidemia de "grippe", grafía con la que se citaba entonces. El mismo autor de la primera biografía de Gayarre reconoce que al día siguiente de recibir en Bilbao esa carta de Gregorio, "caía yo a mi vez enfermo de la epidemia reinante, y con una fiebre de 39 grados que me impedía pensar siquiera en ponerme en camino", ya que sin duda estaría deseando acudir a la capital lo antes posible para acompañar a su amigo del alma.

Un telegrama del día 31 de diciembre le puso en aviso del drama que se avecinaba: "El estado de Julián es grave". Las siguientes noticias fueron peores: "Julián, acabándose por momentos". "Se agotan todos los recursos. Imposible salvación".

El día 2 de enero, a primera hora de la mañana, recibió la fatal noticia: "Nuestro querido Julián ha fallecido a las cuatro y veinticinco minutos de esta madrugada, rodeado de la familia y amigos, y agotados los recursos de la ciencia. [Firmado:] Elorrio".

Para recordar sus últimos momentos contamos precisamente con el testimonio de primera mano de Pepe Elorrio, infatigable compañero de andanzas de Julián Gayarre y testigo directo de su triste final, ya que remitió poco después una extensa carta a Julio Enciso, dando detalle de las últimas vivencias del glorioso tenor roncalés.

Según su relato, Gayarre se sintió enfermo la noche del domingo 22 de diciembre, hallándose jugando a las cartas, concretamente al popular juego del siete y medio, con varios de sus mejores amigos. Así pues, al despedirle a Elorrio al terminar la velada le dijo: "Adiós, Pepito. Mañana cuando vengas me encontrarás en la cama, pues me duele todo el cuerpo. Ya he pillado el famoso dengue". Efectivamente, al día siguiente lo encontró en la cama, sudoroso, tras haber pasado la noche muy excitado y con alguna fiebre. La pronta visita del médico le supuso al famoso cantante una ligera mejoría.

En su propia casa, su primo Gregorio y su sobrino Valentín, al decir de Pepe Elorrio, "no andaban muy buenos ni uno ni otro". A las once horas del día 24, tuvo un fuerte ataque que le hizo gritar: "¡Yo me muero!", mientras semiincoscientemente se ponía en pie. "Le agarramos y le volvimos a echar en la cama, tapándole bien, pues todo su cuerpo temblaba extraordinariamente", nos cuenta su amigo.

Añade que Raio, otro íntimo de Gayarre, "a pesar de encontrarse bastante enfermo" corrió a llamar al doctor. No lo pudo hacer el criado de Gayarre, de nombre Ángel, "pues el pobre estaba también enfermo en la cama, bastante grave, en el cuarto próximo del pasillo".

El tratamiento aplicado por varios doctores que durante esos días lo visitaron -"inyecciones hipodérmicas", entre otras cosas- trataba de reconducir la fiebre, "que aumentaba y disminuía, sin desaparecer nunca; estábamos intranquilos, pero nadie creía en la gravedad", añade Elorrio.

En un momento de lucidez, pidió que acudiera a visitarle el doctor Esteban Sánchez Ocaña, o "¡Algún médico viejo, a ver si puede hacer algo!". Pepe Elorrio y Marcos Zapata fueron a Recoletos, al domicilio del facultativo, para cumplir con el deseo del Julián. Pero no pudieron llevar a cabo su objetivo, dado que el prestigioso doctor también "estaba en cama muy enfermo"; seguramente sería uno más de los afectados por la "epidemia reinante".

Finalmente acudió a visitar al tenor el doctor Capdevilla, pero este "sabio anciano" solo pudo constatar que nada más se podía hacer por el enfermo.

Gayarre viendo que llegaba su hora, pidió a su querido sobrino Valentín que se retirara, alegando que era "muy joven para ver esto". Aún tuvo el humor de añadir: "Ahora dirán que no sé morir€", recordando seguramente alguna mala crítica sobre ese particular recibida en su trayectoria interpretativa. Pero tristemente no se trataba del teatro, sino de la vida misma, por lo que esa misma noche, en la madrugada del 2 de enero, falleció el aclamado tenor roncalés, siendo sus últimas palabras: "¡Fernando, Fernando!", en referencia -según apuntan sus biógrafos- al personaje protagonista de la ópera La Favorita que tantas veces había interpretado.

La fama de Julián Gayarre era tal que rápidamente la prensa nacional e internacional se hizo eco de su fallecimiento. A su domicilio de la plaza de Oriente llegaron cientos de condolencias, incluso de la familia real. Y como su deseo era ser enterrado junto a sus padres y hermanos en su Roncal natal, una comitiva fúnebre trasladó su cuerpo al día siguiente de su fallecimiento hasta la estación del ferrocarril. Esta se vio acompañada, a pesar de caían copos de nieve en ese frío día de enero, por una "multitud inmensa que se agolpaba [€] deseosa de saludar el cadáver de Julián Gayarre, del tenor predilecto del público madrileño, de la gloria nacional", según recoge el periódico El Liberal.

Según este mismo rotativo: "Con una imprevisión lamentable, que pudieran disculpar atenciones urgentes de salud pública, el Gobernador no había tomado medida alguna para impedir que el gentío se aglomerase en la carrera, haciendo imposible la marcha ordenada del cortejo fúnebre". Algo que visto con cierta perspectiva asusta bastante, ya que en plena pandemia lo menos recomendable era precisamente "un pueblo entero desbordándose poseído de dolor y curiosidad, abandonado a sus instintos€". Hay que recordar que todavía fue elevado el número de víctimas mortales en Madrid en esos primeros días del año 1890.

El propio Pepe Elorrio quiso acompañar a su amigo hasta Roncal, pero solo resistió hasta Pamplona, donde se produjo también un recibimiento masivo del cuerpo de Gayarre, ya que enfermo también, le fallaron los fuerzas y tuvo que regresar a Madrid sin poder asistir al entierro en tierras roncalesas.

El certificado de defunción de Julián Gayarre recoge que falleció "a consecuencia de Bronconeumonía grippal, según las certificaciones facultativas presentadas". Una semana después de su muerte, el día 9 de enero, el tenor roncalés hubiera cumplido 46 años.

Paralelismos con la covid-19

Podemos afirmar, con rotundidad, que Gayarre murió a consecuencia de la pandemia de gripe rusa que se extendió por todo el planeta entre 1889 y 1890. Tal como lo contamos en el recién aparecido libro Una nueva historia de la gripe española. Paralelismos con la covid-19, esta pandemia inauguró una nueva etapa epidemiológica que ha llegado hasta nuestros días y, concretamente, hasta la actual pandemia de la covid-19. En los últimos 130 años las pandemias bacterianas, como el cólera o la peste, han pasado a ser residuales y han sido sustituidas por diferentes pandemias víricas que llegan de Asia o África, como la gripe, el ébola, el sida o la covid-19.

La gripe rusa apareció en octubre de 1889 en San Petersburgo y, por ferrocarril, se extendió por toda Europa. Primero afectó a París, donde los primeros casos se presentaron el 17 de noviembre; a finales de mes llegó a Berlín y Viena, y a mediados de diciembre a Londres, Italia y España. Fue de una rapidez inusitada porque en diciembre ya había llegado, por vía marítima, a América, ganando el Cabo de Buena Esperanza y Suez en enero de 1890, Bombay en febrero, Calcuta en abril y, por esas mismas fechas, Australia. Es decir, esa primera pandemia vírica moderna tuvo una capacidad de difusión terrible.

En París los primeros casos fueron benignos y empezaron afectando a los empleados de grandes almacenes y oficinas gubernamentales, para extenderse luego a toda la población. A partir de mediados de diciembre, el virus se volvió extremadamente virulento y la mortalidad se elevó bruscamente, matando a más de cinco mil personas entre diciembre y enero, la mayoría mayores de cincuenta años, más hombres que mujeres.

En Madrid, el 17 de diciembre, la Junta Provincial de Sanidad declaró oficialmente la epidemia. A finales de mes estaba en su apogeo, matando a cientos de personas que, como en el caso de Julián Gayarre, fueron diagnosticadas de bronconeumonía o neumonía. Desde mediados de enero, la epidemia empezó a decaer para desaparecer totalmente a finales de ese mes. Esta pandemia dejó una tasa de mortalidad de alrededor de dos fallecidos por cada mil habitantes, algunos muy conocidos y populares como Gayarre, al que tenemos que incluir en la lista de grandes personajes que fallecieron por la gripe rusa.