Nochevieja no despidió solo al aciago año 2020, sino que también a la histórica activista vasca de la resistencia antinazi y superviviente durante dos años de campos de concentración del holocausto. La labortana Simone Chrisostome -tras casarse con un catalán conocida como Simone Vilalta- nació en Hendaia el 10 de diciembre de 1923.

La activista conservó hasta el día de su muerte con 97 años su traje de prisionera, con el triángulo rojo que la distinguía como presa política. También conservaba su memoria y la compartió con decenas de jóvenes de los colegios e institutos franceses. Creía imprescindible, según afirmaba una y otra vez "no olvidar para evitar que la historia se repita". En 2019, fue homenajeada por su pueblo costero de Iparralde.

Según ella misma relataba, Simone siguió los pasos de su padre -comunista- y se incorporó a la Resistencia contra la ocupación alemana. Los nazis la detuvieron el 1 de abril de 1943, encarcelándola en la prisión de Angers y, más tarde, en el fuerte de Romainville. El 29 de agosto fue enviada al campo de concentración de Ravensbrück junto a 142 mujeres, casi todas francesas.

Según su propio relato aportado a la web deportados.eus, el viaje en tren duró cuatro largos días que pasaron encerradas en vagones destinados al transporte de ganado. A su llegada les dio la "bienvenida" un grupo de mujeres de las policías racistas SS del régimen nazi les golpearon y les amenazaron con sus perros. Tras cortarles el pelo, pasaron por la ducha y les dieron su vestido a rayas. Simone fue destinada al kommando de Neubrandenburg, situado a 50 kilómetros del campo central.

Sus peores recuerdos son los constantes malos tratos y el duro trabajo que tenía que realizar en la fábrica. "Lo más positivo fue la solidaridad que demostraban cada día todas las prisioneras, entre ellas, un buen número de españolas", valoran desde la asociación a la que pertenecía la vasca.

Simone solo tenía 19 años cuando atravesó las puertas del campo, pero pronto encontró a una segunda madre que la cuidó y protegió todo lo que pudo. Uno de sus mejores momentos lo vivió el día en que cumplió 21 años. Sus compañeras le regalaron un pequeño cuaderno, hecho de forma artesanal, con su historia. En la portada escribieron el nombre por el que todas la conocían: Monette.

En los meses finales de la guerra, ante el avance del ejército soviético, los alemanes evacuaron los campos organizando las llamadas marchas de la muerte. Simone, junto a más de 5.000 compañeras, partió a pie desde Ravensbrück rumbo al campo de concentración de Bergen Belsen. Aprovechando un descuido de sus guardianes consiguió escapar y esconderse en un pajar. Había recorrido 38 kilómetros y pesaba tan solo 30 kilos cuando los rusos la liberaron la noche del 30 de abril de 1945.

Simone regresó a Hendaia el 2 de junio. Pasó por un centro de convalecencia en Aldudes. Después, en París, tuvo que ser hospitalizada para mejorar su estado de salud. Realizó estudios de enfermería y llegó a ser supervisora general en el Hospital Beaujon. Más tarde conoció a Lluís Vilalta, un catalán que había pasado cuatro años en el campo de concentración de Mauthausen con el número de prisionero 4440. Tras su fallecimiento, en 1988, Simone donó su gorro de deportado al museo del campo de concentración. Habían vivido en la ciudad de Clichy. Esta mujer fue homenajeada por el Ayuntamiento de Hendaia en 2019 y reconocida como una heroína. "En tiempos turbulentos, no hay lugar para el odio y la xenofobia", dijo Chrisostome, quien fue la prisionera número 22.352 del gobierno sanguinario de Hitler.