Ana Goya (Pamplona, 1962), a la que vimos recientemente en Loco desatino de Producciones Maestras, da vida en este montaje escrito por Pau Miró a la representante de Eva (Ana Belén). La historia habla de dos actrices de generaciones distintas que deben interpretar a un mismo personaje. La más joven lucha por conseguir la oportunidad de darse a conocer. La mayor se esfuerza para que el paso de los años no la haga desaparecer de los escenarios. Pero eso no las convierte necesariamente en enemigas, sino que pueden aprender la una de la otra, sin ninguna necesidad de destruirse. ¿Se darán cuenta o acabarán devorándose?

La última vez que vino a trabajar a casa fue con Loco desatino

-Volver a Pamplona y trabajar con la gente de aquí, que se está dejando media vida para sacar adelante sus proyectos, es muy importante. En este caso, además, el proyecto era maravilloso. Y siempre que puedo vuelvo. Recuerdo que en su día ya me llamó Valentín Redín para hacer aquella Celestina, luego hice también La discreta enamorada con Maiken Beitia y Pedro Miguel Martínez... Siempre que puedo y me llaman, vuelvo a casa encantada y sin que sea Navidad (ríe).

Ahora viene con Eva contra Eva

-Es una mujer que hace muchos años decidió quedarse al lado de esta otra mujer, Eva, y vivir y disfrutar el teatro a través de las experiencias de esta gran actriz. Pero a los actores no nos gusta contar absolutamente todo de nuestros personajes y hay partes que prefiero no desvelar.

¿Ha entendido mejor a las/os representantes, incluida la suya, interpretando a esta mujer?

-Pues no, hay cosas que no se entienden (ríe). Mi representante me dijo que si quería me contaba cosas para construir el personaje, pero le dije que mejor que no, que sabía lo suficiente como para hacerlo, porque llevo ya 25 años con ella y sé qué hacen, cómo lo hacen y, sobre todo, cómo se integran. Es curioso, siempre hablan así: "vamos a hacer, estamos a actuar, estamos rodando...". Todo en plural (ríe). Pero está muy bien, es divertido.

¿Había coincidido antes con Silvia Munt? ¿Cómo es como directora?

-No. La he admirado como actriz porque ha hecho unas películas maravillosas y ahora la admiro como escritora y como directora. Me parece un pedazo de mujer. Como directora es muy especial, en este caso porque la función es muy especial y porque somos un grupo de mujeres que nos hemos entendido muy bien. Silvia dirige, Ana Belén es la protagonista, Mel Salvatierra hace de la actriz joven, la otra Eva, y luego están ellos dos.

Los dos hombres, Javier Albalá y Manuel Morón.

-(Ríe) Sí, sí, pero no les resto importancia, ¿eh? El entendimiento entre todos ha sido fantástico, seguramente porque Silvia también es actriz. Evoluciona y transita de una manera muy bonita, va contigo y con los personajes, te lleva de la mano... Ha sido todo muy fácil con ella. Hicieron la función primero en catalán, pero luego la montó con este nuevo reparto y, aunque ella tenía el montaje muy claro en la cabeza, ha estado abierta a 'comprar' nuestras aportaciones. Ha sido fascinante.

Tener una directora que escucha siempre es interesante.

-Absolutamente. Yo había trabajado con muy pocas mujeres directoras, la última antes que esta fue Ana Maestrojuán, en Pamplona, y ya fue un lujo total. Como directora, a mi Anica me la quedo para siempre, y ella lo sabe.

Ana Goya también ha ejercido de ayudante de dirección en varios montajes, ¿le pica el gusanillo de dar el paso y dirigir?

-Soy muy metomentodo, va conmigo, me gusta mucho controlarlo todo y no descarto nada. Ahora mismo no es mi prioridad, aunque sí que es verdad que las ayudantías de dirección me han encantado. Y he aprendido mucho de las personas con las que he trabajado en esos casos.

Creo que tampoco había trabajado con Ana Belén.

-No. Yo siempre he ido a ver sus cosas y ella ha venido a ver las mías. Hemos tenido los mismos maestros, Miguel Narros, José Carlos Plaza, William Layton, y siempre que ella hacía teatro yo iba y al revés. Nos conocíamos también por cosas de Aisge, la sociedad de gestión, por el mundillo, por actos... Es una mujer muy, muy amorosa y encontrarnos en este montaje ha sido maravilloso. Las escenas que tengo con ella son impresionantes, nos entendemos desde el segundo cero.

Establecer esa complicidad es fundamental para compartir escenarios, gira...

-Totalmente, y en este caso la tenemos los cinco. Sé que es lo que se suele decir siempre, pero la verdad es que yo no lo digo por decir nunca porque encuentras de todo. Aquí somos muy piñica, nos hemos ayudado mucho en el proceso, que a veces ha sido duro porque se cuenta lo que se cuenta, se dice lo que se dice y hay que hacerlo bien. A veces hay que ser muy sutil, comunicar muy bien las cosas, pero sin darlas masticadas porque el espectador no es tonto, y hemos tenido subidones y bajones. Nos hemos llamado por las noches para ver qué hacíamos al día siguiente y nos hemos apoyado muchísmo. Es que es una hora y media muy intensa. Un viaje maravilloso y bonito.

El punto de partida de la historia es ese conflicto generacional entre una actriz veterana y otra que comienza. ¿Esto es algo que ha visto, que ha vivido en su carrera?

-Todo ha cambiado y evolucionado, en algunas cosas a mejor y en otras, a peor. En esencia, la obra habla del papel que tenemos las mujeres en esta profesión. A veces nos enfrentan y nos hacen competir por nada. El personaje de Ana Belén lo dice en la función, no es lógico que tenga que competir con una actriz joven porque a cada una le tendrían que dar papeles acordes con su edad. Sin embargo, en la historia queda claro que los directores escriben pensando en personajes más jóvenes y que no se entiende muy bien por qué. La obra habla de lo que se escribe y cómo se escribe para nosotras.

¿Cumplir años penaliza a las actrices?

-Absolutamente. Tú cumples años y te vas quedando en la nada. Mi personaje lo dice en la función. Hay muy pocos personajes para mi generación. Ahora todo es para jovencitos y para jovencitas, y la que es joven incluso hace personajes más madura.

¿Y qué pasa con toda su experiencia y conocimientos?

-Pues no se tienen demasiado en cuenta. Es así en lo nuestro, pero también en el mundo en general. A los hombres no les pasa. Si hay un médico en la función, ¿no puedo ser yo? ¿Y en vez de un abogado no puede haber una abogada? Hay cantidad de obras en las que, por ejemplo, hay seis hombres y una mujer, y esta hace de la secretaria. Confíemos en que algún día cambien las cosas; de momento, ahí estamos.

Esta obra es también un juego de espejos que refleja nuestra época, ¿qué diría que cuenta de nosotros?

-La obra habla de la vida, del día a día de los actores, de a lo que te enfrentas. En concreto, habla sobre lo que esta mujer, Eva, debe afrontar cada día con su pareja, que es el director, teniendo que tragar tantas cosas. Esto es lo que nos pasa a las actrices, que a veces tratas con gente que no te deja cambiar ni una coma del texto. A mí me ha pasado muchas veces, he tenido que peleármelo y pedir hablar con el escritor, que casi siempre es un hombre. Ahora parece que ya empieza a haber más autoras, a ver si es verdad.

Últimamente se habla mucho de la sororidad, ¿se da también entre las actrices o prima más la competencia?

-Entre nosotras no existe esa competencia, yo no he vivido eso. Es más, he vivido momentos y gestos de generosidad hacia mí y yo los he tenido hacia cualquier otra compañera.

También hay sentido del humor en la obra.

-Es que, para mí, sin sentido del humor hay muy pocas cosas que tengan sentido. Nos salva de muchas cosas, relaja mucho, te quita crispación... Además, a través del sentido del humor se llega de otra manera a la gente, se queda más en la cabeza el mensaje. Esta no es una comedia de carcajada, no podría serlo, pero que hemos un esfuerzo por generar un humor inteligente que provoca una sonrisa en el público.

Ha rodado recientemente para la televisión, concretamente para la serie Acacias 38

-Siempre que se puede, sí. También he pasado unos años muy malos, he estado tres casi en la nada, y ahora he podido compaginar estos trabajos. En Acacias estuve cinco meses del año pasado y fue terminar allí y llegar Eva contra Eva, así que fantástico.

¿Cómo ha vivido la pandemia?

-Pues ha sido devastadora para el sector. Los actores, bueno, depende de cómo trabajes, nos nutrimos de lo que vivimos y yo he vivido este tiempo con una tristeza... En marzo del año pasado me fui a París, allí me dieron la noticia de que entraba a trabajar en Acacias, luego vine a hacer Loco desatino... Estaba de subidón total, porque llevaba mucho tiempo sin trabajo, hasta que a los dos días de empezar en la serie nos mandaron a todos a casa. Fue tremendo. De pronto, mi chico, mis dos hijos, de 21 y 18 años, y yo encerrados. Sin poder salir, ni ver a la gente ni abrazarla. Yo todavía siento que llevo la tristeza un poco pegada en la chepa. Pero por naturaleza soy bastante positiva, toco un poquito de fondo y enseguida veo que tengo que salir de ahí. La vuelta al rodaje de Acacias también fue dura, nadie se tocaba, los protocolos, las mascarillas... Estos meses he vivido cosas que se me han quedado en el consciente y en el inconsciente que me servirán para ir plasmando en personajes. La pandemia ha sido una escuela de vida en ese sentido.

Ayer se celebró el Día Mundial del Teatro, ¿qué mensaje le gustaría lanzar este año?

-Pues aparte de que ir al teatro es muy seguro, me gustaría decir que el teatro es vida, así que, por favor, el que se tenga que ocupar de que salga adelante, que se ocupe, que los demás estamos preocupados. Los actores llevamos viviendo entre la gente, metiéndonos en sus casas a través de las plataformas y de obras de teatro grabadas. Tocamos el alma de la gente, contamos historias, hacemos reír, ayudamos a llorar... Así que, por favor, que el que se tiene que ocupar, que se ocupe.

La obra. Eva contra Eva.

Autor. Pau Miró.

Dirección. Silvia Munt.

Elenco. Ana Belén, Mel Salvatierra, Javier Albalá, Manuel Morón, Ana Goya.

La función. Hoy, en el Teatro Gayarre a las 19.00 horas. Entradas de 13 a 26 euros.