- Tras la inolvidable primavera de 2020, en estado de alarma ante la grave crisis sanitaria por la pandemia del covid-19, ¿cómo se encuentra y cómo ha llevado el confinamiento y esta situación tan excepcional. ¿Ha estado escribiendo?

-Me he adaptado sin mayores dificultades al confinamiento a causa de mi temperamento estoico, a las muchas horas de mi vida encerrado en casa y dedicado a la lectura y la escritura y, sobre todo, al aprendizaje desarrollado durante mi proceso clínico, iniciado en marzo de 2017. Al recibir el grave diagnóstico experimenté los mismos sentimientos que las personas, a título individual y colectivo, están descubriendo o padeciendo durante el estado de alarma: conciencia de vulnerabilidad e interdependencia, gratitud (en especial hacia el personal sanitario), valoración de los trabajos en verdad esenciales, incertidumbre, desasosiego, angustia, miedo... Lo diré con toda humildad: en cierto modo estaba ya vacunado e inmunizado para afrontar con notables garantías de éxito una situación tan excepcional y crítica como la que en la actualidad afecta a todo el mundo. Me he dedicado principalmente a leer, más bien a releer, y escribir y también a escuchar música y ver, una vez más, algunas de las películas que han hecho historia.

Los escritores están acostumbrados a estar aislados ¿Cree que eso les ha ayudado en este momento?

-El aislamiento, qué duda cabe, forma parte del quehacer del escritor y, por tanto, es probable que dicha práctica les haya ayudado a muchos a sobrellevar el aislamiento con menos aturdimiento y ansiedad que a la mayoría de las personas. Pero nunca me atrevería a generalizar ni a pontificar sobre este asunto ni sobre cualquier otro.

El 4 de mayo de 2019 recibió el Premio Príncipe de Viana de la Cultura en Viana, un premio que llegó como reconocimiento a toda una trayectoria, a toda una vida dedicada a la cultura, a la literatura y a la educación, como docente, investigador y promotor cultural, como escritor, como lector...¿Qué recuerdos tiene de ese día en el que dedicó el premio con un bonito discurso a su padre, a su pueblo y a la universidad de la vida?

-Recuerdo esa jornada con emoción al ver reunidos a todos mis seres queridos: familia, amigos, colegas y una nutrida representación de la sociedad civil navarra. Quien estuvo más presente fue, paradójicamente, mi padre, Francisco Yerro Ona, fallecido hace 35 años, cuyo ejemplo de vida, unido al de mi madre, Blanca, y mi abuela paterna, Javiera Ona, desde la infancia fue decisivo en mi formación, en mi forma de ver el mundo, en mi relación con los demás. En su persona quise homenajear a miles y aun millones de personas anónimas, humildes, que supieron sobreponerse de manera abnegada y ejemplar a unas circunstancias de extrema dureza, como fueron la Guerra Civil y la negra posguerra, para ofrecer a sus descendientes, con suma abnegación y dignidad, un porvenir más esperanzador que el suyo. Mi carta-discurso trató de saldar una deuda de gratitud contraída con mi padre y también con el pueblo de Lerín, mi verdadera Universidad.

Lejos quedan ya los años 90, sus primeros pasos por Acción Cultural y por la política cultural en la que desempeño el cargo de Director General. No fueron años fáciles.

-Resumir la trayectoria de aquellos años o elaborar un balance de mi gestión creo que son tareas que, de hacerse, les corresponden a otros. Prefiero quedarme con algunos hechos aislados y con ciertas impresiones.

Mucho ha llovido desde entonces, todo ha cambiado, también la forma en que consumimos y generamos cultura y hasta el propio significado de la palabra. ¿Cuál es hoy su concepción de la cultura?

- Quiero subrayar la importancia fundamental de las Nuevas Tecnologías en todos los ámbitos de la vida personal, familiar, laboral y social, también en el territorio de la cultura. Están favoreciendo su democratización en un grado inmenso, impensable hace tan solo unos pocos años.(...) Aun con todas las limitaciones que se quiera, se puede afirmar que las nuevas tecnologías permiten la existencia de una legión de verdaderos viajeros inmóviles de la cultur a(...) En este contexto tan confuso, la educación, reglada e informal, qué más da, deviene más que nunca un instrumento de primerísimo orden para distinguir, como antes decía, las voces de los ecos. Quiero subrayar el valor primordial de la enseñanza media o secundaria, hoy tan maltratada, por corresponder a una etapa decisiva en la formación y maduración de los alumnos, aquella en la que se decantan los gustos y preferencias, se vive con singular intensidad el presente y el futuro, y se forjan vocaciones de por vida. Pero me temo que los poderes públicos no creen demasiado en la cultura: más bien la temen o, en el peor y más frecuente de los casos, la desdeñan o la marginan dado su esencial fermento crítico.

Difícil momento el que vivimos para sostener esa idea de que "lo importante son las personas no las ideas" que usted citó hace un año en su discurso. La política parece que se olvida de su deber a lo público, a la sociedad, a los ciudadanos.

-Quise recordar aquella frase de mi padre, pronunciada con la autoridad que le otorgaba su experiencia de vida: su condición de idealista combatiente voluntario, a los 18 años, en el bando nacional durante la Guerra Civil, su profunda decepción al observar el comportamiento del bando triunfador, las injustas condiciones de vida de la posguerra... Hoy da la impresión de que la sociedad, alentada y representada de modo muy principal por la clase política, se halla instalada en las trincheras en posiciones caracterizadas por el sectarismo, el dogmatismo, la intransigencia, la descalificación completa del adversario... Una buena parte de los políticos parece actuar más movida por el afán de recaudar votos a cualquier precio que por el bienestar de los ciudadanos. Si deshumanizamos al que no piensa como nosotros, el resultado será, lo está siendo ya en parte, devastador para la buena convivencia ciudadana, el basamento de toda sociedad democrática digna de tal nombre. Lo cual no supone desterrar, ni muchísimo menos, el debate, la confrontación de ideas y propuestas encaminadas al bien común, es decir, a la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos más débiles y vulnerables.