La fotografía como herramienta para la construcción de la memoria. Una memoria que, a veces, permanece oculta y otras, quizá, incluso silenciada. Y reivindicarla. Éste es uno de los ejes del trabajo de la fotógrafa Ana Teresa Ortega, Premio Nacional de Fotografía 2020. Es la suya una mirada personal y reflexiva, que recoge ahora Pasado y presente, la memoria y su construcción

La muestra, coproducida con el Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana y comisariada por Pep Benlloch, recorre el trabajo de Ana Teresa Ortega (Alicante, 1952) desde los 90 hasta la actualidad, mostrando además algunos de sus trabajos por primera vez al público. Una invitación a reflexionar en torno a la construcción de la memoria individual y colectiva, el exilio, la identidad y la literatura como guardiana de la memoria.

La obra de Ortega se presenta en orden cronológico, dividida en los nueve proyectos que acoge la exposición, y la fotógrafa se ha mostrado especialmente agradecida ya que por primera vez se recogen en un mismo espacio expositivo, donde "pueden crear sinergías y diálogos entre ellos".

Fotoesculturas, exilio y palabra

En la exposición, que reúne más de un centenar de obras, pueden verse sus inicios, en los que ha recordado, jugaba con los soportes:"Recurría a imágenes opacas, impresas sobre telas, y después sobre soportes transparentes, metacrilatos y vidrios que adquirían cierta ligereza visual. La elección del soporte facilita insertar al espectador porque funcionan casi como espejos en los que vernos reflejados".

Prueba de ello es Fotoesculturas, una serie con referencias a los medios de comunicación y a la mass media y que busca "jugar con el volumen de la fotografía y romper moldes". Éste proyecto, el primero cronológicamente en su trayectoria, derivará hacia una reflexión histórica y colectiva, como se observa en el proyecto Figuras del exilio. Un trabajo que reúne fotografías y una proyección que desde el simbolismo, "habla de la figura del exiliado en diferentes épocas, atravesando diferentes tiempos".

La cultura escrita es también protagonista y ocupa su lugar con la presencia de autores, texto y bibliotecas, entendidas éstas como "depósitos de memoria". Bajo el título de La biblioteca, una metáfora del tiempo, se presenta así la biblioteca como un símbolo que, envuelta en andamios, es una "construcción de la memoria". La figura del lector destaca en Jardines de la memoria, una instalación que incluye fotografías y una proyección y donde la palabra -y su escritura- se evoca como un jardín o paraíso, al igual que la biblioteca y el laberinto lo eran para Borges.

Además, Ortega presenta una selección de Pensadores , cuyos rostros proyecta en diferentes espacios arquitectónicos como fachadas, muros, puertas y escaleras. En esta galería de retratos, registrada en un soporte transparente, figuran autores como Fernando Pessoa, María Zambrano o Simone Weill, como parte de un grupo que, de alguna forma, "representan la figura del exilio", y que encontraron en la escritura el refugio donde expresar su descontento.

Mirada a la memoria histórica

La memoria histórica es una de las dianas del trabajo de Ortega, fruto de una investigación que ha plasmado en Cartografías silenciadas, una serie fotográfica que "busca visibilizar una parte de la historia" y que documenta espacios utilizados por el franquismo para ejercer la represión durante la Guerra Civil y posguerra y en la que figuran escenarios conocidos como la Plaza de Toros de Pamplona, el Fuerte de San Cristóbal o el Balcón de Pilatos, en Urbasa. Completa esta reivindicación histórica De trabajos forzados, fotografías que recogen las obras públicas, como pantanos, redes ferroviarias o carreteras, que fueron construidas durante el franquismo por presos políticos y en las que "no hay placas de la memoria".

Un trabajo que se ha enfrentado, recordó Ortega, al silencio que todavía manda en los archivos que custodian parte de los documentos oficiales -todavía clasificados- que acreditan aquellos sucesos y cuya ausencia no permite avanzar en documentación histórica. "Todavía hay muchas páginas de la historia por escribir", ha lamentado la fotógrafa. Y el azar -o no- quiso que la exposición se presentase este 14 de abril, en el MUN y al abrigo del 90 aniversario de la II República.

Fotografías de una memoria oculta también presente en Presencias sombrías, otra vez la memoria, una colaboración con una serie de escritores e intelectuales que han elegido respectivamente una imagen a la que acompañan con un texto donde comparten el asombro y miedo frente al mundo que les rodea. "Es la esperanza de que nosotros podemos cambiar la historia", ha apuntado la fotógrafa.

Exilio del saber

Completa la exposición el proyecto Lugares del saber y exilio científico, cuyo contexto es la Edad de Plata de la ciencia española, truncada tras el desenlace de la Guerra Civil y el cese de las actividades de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), iniciativa pública creada en 1907. Una decisión que obligó a numerosos investigadores a huir al exilio y que Ortega, docente en la Universitat Politècnica de València -donde hoy día todavía hay fuga de talentos por falta de futuro, criticó-, retrata con imágenes de laboratorios, residencias, retratos y nombres de científicos exiliados: "Fotografío lo que hay ahora en los lugares que había antes". Porque es la suya una fotografía que mira a la memoria, esa donde "hay muchos vacíos por cubrir" y que, con su trabajo, intenta llenarlos. "Y cuestionarlos". Quizá, así se construye.