Viene a Pamplona para hablar de Emily Dickinson, ¿por qué esta autora?

Porque para mí lo mejor que puedes decir de un libro siempre viene de lo emocional, y Emily Dickinson es una de mis autoras de cabecera; autora de textos con los que he empatizado, que me han ayudado a crecer, y he llegado a vincularme afectivamente con la imagen que me he construido de ella. Vengo a hablar de eso, de qué relato me he construido yo sobre quién fue Emily Dickinson, cómo ese relato ha ido cambiando con el tiempo, y cómo esta idea de reapropiarnos de las figuras de autores clásicos de forma igual hasta anacronista, no necesariamente historicista, muchas veces nos puede salvar. Sobre todo cuando eres una chica joven que empieza a escribir en un contexto en el que hay pocos referentes femeninos.

¿Y cómo resumiría ese retrato personal que hace de Emily Dickinson?

Bueno, no querría espoilear el final de mi charla, pero sí me gustaría salir un poco de este mito de Emily Dickinson como una poeta triste, solitaria, encerrada en su cuarto los últimos años, privada de todo... Romper el estereotipo de la poeta que perdió e intentar fijarnos un poquito en que quizá fue una poeta que en el fondo ganó la partida.

Según algunos analistas, la reclusión de Emily Dickinson fue voluntaria, mientras que otros dicen que se debió a frustraciones e insatisfacciones personales, seguramente a represiones sociales propias de la época que le tocó vivir...

Sí. También es muy interesante ver las batallas críticas que hay en torno a su figura. Hay incluso un biógrafo bastante reciente que ha postulado, y dicen que con bastante base, que lo que le sucedió a Emily Dickinson es que era epiléptica, y lo era en una época en que la epilepsia estaba muy mal vista en mujeres porque se asociaba a la masturbación compulsiva y a cierta perversidad, y que fue una dolencia que tuvo que guardar en secreto, que afectó a su salud muchísimo desde el principio y que podría haber sido unas de las causas que al final la condenara al enclaustramiento.

Por una cosa u otra, su obra no se conoció en vida. ¿Cree que si Dickinson viviera hoy siendo la escritora que fue, sería leída en vida?

Hombre, pues espero que sí. Emily Dickinson no publicó porque no se le dieron las circunstancias favorables, pero también ella misma tenía una especie de una aversión a la publicación, inspirada por malas experiencias, por editores que habían querido corregir su sintaxis, sus paréntesis locos... Ella siempre estuvo expuesta a la censura, no le dejaban ir en contra de las normas canónicas de la escritura de la época. Por tanto me gustaría pensar que en tanto que autora mujer tendría la visibilidad y el apoyo que merece, y también que somos ahora mismo una comunidad de lectores mucho más preparada para acoger propuestas que vayan en contra de la norma.

¿Qué lecturas suyas recomienda para estos tiempos?

-Escribió casi dos mil poemas y creo que están ya todos traducidos en tres o cuatro volúmenes... Es una autora muy críptica, muy complicada, yo llevo leyéndola desde los 10 años, y haciendo memoria me he dado cuenta de la capacidad de esos autores que son muy crípticos pero que al mismo tiempo te ofrecen textos con muchísimos niveles de lectura, desde un nivel superficial que pueden entenderlo los niños a un nivel mucho más complejo del que se pueden hacer disertaciones académicas. Y en este sentido, creo que son particularmente bonitos todos sus poemas que están dedicados a la observación de la naturaleza.

Llevamos unos años en que la literatura escrita por mujeres está siendo valorada, es visible; algo que coincide con el auge del feminismo y su entrada en la agenda mediática. ¿Cree que el verdadero avance vendrá cuando a las mujeres escritoras se las visibilice y valore independientemente de si escriben o no sobre feminismo, identidad femenina, etcétera?

Sí, por supuesto. Pero yo creo que incipientemente ya está sucediendo. Me paro a pensar en uno de los últimos libros que he leído, que ha tenido una repercusión enorme, Páradais de Fernanda Melchor, una novela que sí, que en efecto como retrato de la sociedad contemporánea hace una denuncia de género, pero también es una voz masculina que sobre todo refleja las dificultades de ser de clase de baja, de ser un hombre pobre en México y no tener opciones... Es decir, ya estamos abriendo el foco temático. Bueno, siempre ha estado abierto, y eso no está impidiendo que los altavoces que hemos generado entre todas para dar visibilidad a estas autores se cierren, ni mucho menos.

Tras el éxito de su último libro, 'Cambiar de idea', dijo que quería estar un tiempo apartada, "calladita", y aludía a su reciente maternidad, otro proyecto apasionante.

Totalmente.

Una vivencia que también supone un cuestionamiento de todo. De quién es una, de cómo nos han educado...

Sin duda. De hecho, una de las pocas cosas que me dijeron sobre la maternidad que estoy descubriendo que es cierta es la idea de la reconstrucción identitaria absoluta. Yo sí que siento como si hubiera habido un salto de página, me hubiera quedado con mi cuerpo un poco modificado y con recuerdos del pasado y poco más, y tuviera como que reescribirme a mí misma desde cero, y esto en el fondo es como llevar al extremo lo que para mí ha sido siempre escribir novelas. Siempre he escrito una novela y he tenido la sensación de que cerraba una fase de mi vida con la publicación de dicho texto. Es decir, tenía una obsesión, escribía un libro sobre ello y ya podía pasar página.Y parecía que una parte de mi vida quedaba como clausurada. Y la maternidad ha supuesto eso, un antes y un después tremendo en relación a todo lo que vino antes.

En alguna ocasión ha comentado que "ser feminista es estar continuamente cambiando de idea". El cuestionarse. Algo que quieren quitarnos en este sistema que nos fuerza a posicionarnos siempre a favor o en contra de lo que sea; ahora es del virus, de las vacunas. O eres creyente o eres negacionista. ¿Dónde queda el derecho a cuestionarse, a dudar, dónde quedan los matices, los grises?

Totalmente. Estoy aterrorizada con el cierre de filas sistemático que hay en el tema de la salud relacionada con el virus ante todo lo que se perciba mínimamente contra el discurso imperante. Es decir, les da tanto igual Miguel Bosé que un académico riguroso que viene a cuestionar cuáles son los beneficios que el capitalismo está sacando de todo esto. Cualquier desviación del discurso homogéneo se criminaliza. Y sí, el feminismo a mí lo que me enseñó es que estaba equivocada sobre muchas cosas, que muchas de mis ideas eran prejuicios que venían dados por una cultura que no había tenido el tiempo o las ganas de cuestionar, y que por tanto igual que estamos continuamente cuestionando los discursos ajenos, que vienen desde fuera, tenemos que estar continuamente debatiéndonos a nosotros mismos porque estamos hechos de esos discursos.

Esa polarización a la que se nos aboca, ¿es un arma de control social?

No sé si es un arma de control, pero creo que sí es un arma de descomplejización absoluta del territorio político. Y entonces cuando los debates complejos se resuelven en dicotomías simples y en estereotipos facilones que todos podemos repetir para los nuestros, pues al final acabamos dejando de entender lo que está pasando, porque las simplificaciones suponen eso, que no llegamos a la esencia de los problemas que nos incumben.

Por eso es tan importante la literatura, que nos pone frente a otras personas, otros puntos de vista, que activa la empatía.

Claro. Hace poco hablé sobre esto en relación a un libro que me ha encantado, Esta herida llena de peces, de Lorena Salazar, en el que se tratan las diferencias entre la maternidad biológica y la maternidad más basada en el cuidado. Es la historia de una madre blanca que va con su hijo negro, y su gran temor es que la madre biológica reaparezca y se lleve a su hijo. Y según estaba leyendo el libro me di cuenta de que a priori, también por esta polarización que decías, el tema de la gestación subrogada me había hecho sentir siquiera una sospecha de empatía por una madre no biológica. O sea, ya de pronto parece que en el debate político cuestionarnos la idea de que haya maternidades que no son de sangre parece que es automáticamente absorbido por el sistema capitalista que quiere mercantilizarnos y de pronto como que dejas de tener empatía por ejemplo con esa idea de las madres no biológicas. Y leyendo el libro pensé precisamente eso, menos mal que queda la literatura para sacarnos de esta especie de rencilla política tuitera continua y permitirnos de nuevo abordar en este caso la maternidad con toda su complejidad, que va más allá del parir, más allá de la sangre, de los genes, es muy compleja, cada caso es un mundo...

Ahora que menciona los cuidados, ¿aprenderemos después de esta crisis a poner la vida en el centro?

Mira, hace un año pensaba con muchísimo entusiasmo en esto que dices. El mundo se está cayendo pero seguro que precisamente por las carcaterísticas de la crisis vamos a salir de esto con una visión reforzada de la importancia de los cuidados, de la gente que está cuidando a nuestros mayores, que sobre todo son mujeres... y sin embargo un año después la sensación que tengo es de que todas y todos, pero sobre todo todas a mi alrededor están más precarizadas, que muchas han perdido sus trabajos y están ahora con más miedo y con más necesidad de aceptar cualquier cosa por precaria que sea... Tengo la sensación de que teóricamente era una oportunidad, pero que como siempre el capitalismo aquí está yendo más rápido que nosotras y que como de toda gran crisis vamos a salir de aquí más precarias de lo que entramos.

Aunque volcada en su maternidad, ¿está con algún proyecto literario?

La verdad es que me está costando mucho, no sabía que la maternidad iba a ser exigente a unos niveles de concentración tan grandes y me está resultando muy muy complicado escribir. Sí que tengo una novela empezada, la empecé en octubre y voy avanzando poco a poco, pero está siendo muy difícil. Lo que sí he hecho ha sido enclaustrarme yo también un poco como Emily Dickinson en un pueblo pequeñito con mi jardín y mis flores, y por lo menos eso sí que me está dando cierta paz.

¿Y sobre qué trata esa próxima novela?

Abordo el tema de la salud mental, o más bien la idea de que quizá toda la idea de la salud mental es un constructo cultural. Propongo un grupo de mujeres que tienen diversos padecimientos mentales y que se acaban curando cuando deciden que no son locas, sino que son brujas. Esa idea de que si integramos la enfermedad mental, pues igual deja de ser enfermedad.

"Quiero romper con el mito de la poeta que perdió; quizá Emily Dickinson en el fondo ganó la partida""La maternidad me está suponiendo una reconstrucción identitaria absoluta. Un antes y un después"

"Me aterroriza ver cómo en esta crisis de salud cualquier desviación del discurso homogéneo se criminaliza"