Tal como se hace constar en el Estudio que por encargo de ADECANA llevaron a cabo Floren Markina e Ibón Tellechea sobre LA CAZA MAYOR EN NAVARRA Y LAS PROPUESTAS DE MANEJO Y GESTIÓN, a mediados del siglo XIX el corzo ocupaba la práctica totalidad de las zonas forestales navarras, bastante más extensas que en la actualidad. Coincidiendo con la revolución agrícola e industrial de las primeras décadas del XX, el corzo se vio relegado a unos pocos enclaves de la zona pirenaica y estribaciones de la sierras de Andía y Aralar. En la década de los años 70 del siglo XX, el corzo comenzó la recolonización ocupando ya, a mediados de los ochenta, toda la zona pirenaica (Roncal, Salazar, Sierra de Abodi, Valle de Aezkoa y gran parte de las tierras cantábricas (Baztan, Ultzama y Sierra de Aralar. Por el Sur, y procedente de la expansión de la población de la Sierra de Cameros, siguió ocupando la zona suroccidental. A partir de ese momento, y a pesar de que sobre la especie se viene ejerciendo una fuerte presión de caza, su avance tanto en distribución como en densidad, ha sido imparable y espectacular, ocupando en la actualidad la práctica totalidad del territorio navarro, llegando incluso hasta las Bardenas.

Al igual que en otras tantas Comunidades del Norte el fenómeno de crecimiento del corzo ha resultado francamente espectacular, pero a la vez que sus poblaciones se han incrementado ha aumentado el descontento de muchos cazadores tradicionales de jabalí los cuales al entender que les interfería la caza de estos suidos, algo que cada vez se van dando cuenta las interferencias son mucho menores de lo que se pensaba.

Anteriormente más restrictiva cuando las poblaciones era mucho menores, como consecuencia de su gran expansión por todo el territorio, actualmente el corzo se caza en batida desde el 15 de agosto al último domingo de febrero, pudiéndose cazar en este periodo a rececho o en aguardos todos los días de la semana (un claro guiño a los arqueros), debiendo avisar para ello al guarderío y por supuesto con los brazaletes de cupos asignados a cada coto.

Además de todo ello, previo aviso al guarderío, como complemento de lo anterior se permite la caza a rececho de los ejemplares machos asignados en los cupos no cazados durante la época de batidas, pudiéndose abatir también machos hembras y crías en aquellos cotos que por riesgo de daños en la agricultura tengan asignados precintos neutros para ello. Es decir, un claro intento de la Administracion de que se cacen un gran número de ejemplares.

La discusión de cuál es la modalidad que más se adapta a la caza del corzo es larga y extensa, y en su resultado hacia una u otra modalidad, depende en gran medida de las características del territorio, de las costumbres cinegéticas locales, y de la pretensión venatoria de los cazadores. Así, mientras la batida es una modalidad indicada para el control poblacional del corzo, el rececho puede ser mucho más selectivo, capacita la obtención de trofeos y una más adecuada gestión por clases de edad y sexo. A entender de Floren Markina, "Actualmente en el panorama actual navarro, el rececho es una modalidad supeditada a los resultados de las batidas, lo que no permite realizar una gestión cualitativa efectiva de la población, además de perjudicar notablemente los intentos de caza de trofeo por los agraciados en los sorteos que se efectúan en los cotos locales."

Tal como opina Floren Markina," la administracion navarra y los propios cazadores consideran al corzo una especie muy poco valorada ya que piensan que les entorpece en la realización de las batidas de jabalí. En Navarra el aprovechamiento preponderante del corzo es en batida, donde se cazan la mayor parte de precintos, y solo los que sobran se utilizan en su caza a rececho, cuando se debería hacer al revés, en el rececho cazar los ejemplares que más interesen, y luego en batidas extraer del medio el grueso de lo que hay que eliminar. Sin embargo, en la Orden de Vedas erróneamente está invertido el interés"

Tal como opina este Doctor en Biología, "La organización administrativa actual de la caza del corzo en Navarra gira entorno a la concesión de una serie de precintos en función del cupo calculado en el correspondiente Plan de Ordenación Cinegética de cada coto, echándose en falta que en las fichas de capturas no se recojan datos biométricos de los animales y esenciales desde el punto de vista de la gestión.

En el caso del corzo los daños sobre los cultivos agrícolas herbáceos suelen pasar desapercibidos dado que éstos suelen limitarse a despuntes de la planta con lo que muchas veces pasan inadvertidos, pero sin embargo en las plantaciones de frutales o cultivos forestales estos daños pueden adquirir especial relevancia, tanto por alimentación, como por comportamientos frotamientos o escoceduras al descorrear la cuerna una vez que ha concluido el proceso de calcificación y por otra un efecto de marcaje del territorio, siendo de interés destacar los daños a viñedos del centro y sur de Navarra.

Al igual que en caso de otros ungulados, los accidentes de carretera por colisión con corzo responden a los movimientos naturales de la especie provocados por su ciclo biológico. Así los máximos de siniestralidad encontrados coinciden con la aparición del celo y de la paridera de las hembras, lo que implica una mayor movilidad de los animales y un aumento de la emigración, sobre todo de los jóvenes, que son expulsados del territorio por los adultos durante la primavera.