Dice Martxel Rodriguez (Lesaka, 1990) que estudió el grado de Física en la UPV porque quería entender cómo funciona el universo. Y esa sed de conocimiento la traslada al baile. Como fuente inagotable: “Lo bonito y trágico que tiene la búsqueda de respuestas es que sólo te lleva a más preguntas. Y eso ocurre en la creación escénica contemporánea”, explica el bailarín y coreógrafo. Ése es el motor de Led Silhouette, la compañía que el navarro codirige junto a Jon López y cuya sede se encuentra en su pueblo, Lesaka. Y precisamente en esas calles comenzó a bailar el reciente Premio Promoción del Talento Artístico, que concede el Gobierno de Navarra.

¿Qué supone este reconocimiento y premio para usted?

­­-Una alegría muy grande. A nivel personal, un reconocimiento a la trayectoria que haya podido tener hasta ahora y también creo que se valora la posible proyección que podamos tener como compañía y como creadores aquí en Navarra. Y como sector de la danza, muy agradecidos de que una vez más se apueste por poner en la palestra a la danza en general. Nuestro trabajo se enmarca dentro de la danza contemporánea, pero el haber premiado a alguien relacionado con la danza y con el cuerpo, también dice bastante de las personas que dan el premio por hacer una apuesta e intentar equilibrar los diferentes géneros y disciplinas artísticas.

¿Es necesario poner la danza sobre la palestra?

-Es una disciplina que dentro de las artes que siempre se ha arrinconado un poco y hasta nos lo hemos llegado a creer los que estamos dentro de la danza. Pero no podemos creernos que somos más pequeñitos. No es una competitividad lo que buscamos, pero sí una dignificación y una apuesta clara por la creación en torno al cuerpo.

Hagamos memoria: ¿cómo fueron sus primeros pasos en la danza?

­­-Creo que la danza la tenemos todos intrínseca desde que nacemos, porque está relacionada con el beat del corazón, con la movilidad... No conozco a ningún niño ni niña que no baile. Luego es una disciplina arreglada y puedes elegir ese camino de aprenderlo y formarte, o no, pero no hay persona que no baile. Una vez entendido esto, a los seis años, mis padres me apuntaron a euskal dantza, la disciplina más a mano en Lesaka en esa época. Luego probé danza clásica y me formé muchos años y cuando fui a estudiar Física a Bilbao, la pedagoga, creadora y bailarina Matxalen Bilbao me abrió las puertas de lo que entiendo como danza contemporánea: abordar el cuerpo desde otro lugar, siempre desaprendiendo o utilizando lo que he aprendido ya antes con euskal dantza y ballet.

No tuvo problema, además, en emigrar en 2015 a Dinamarca, donde trabajó durante una buena temporada con el grupo Black Box Dance, ¿qué supuso aquella experiencia?

­­-Terminé la carrera, seguía tomando clases con Matxalen y apareció la oportunidad de trabajar en la compañía Dantzaz, que tenía sede en Donosti. Fue un año muy bonito y la directora de Black Box Dance vino desde Dinamarca porque estaba emprendiendo una compañía para jóvenes, buscó en Europa iniciativas parecidas, y encontró Dantzaz. Estuvo una semana viendo cómo funcionábamos y cuando se fue, en un mes o así, nos fichó a un compañero y a mí. Fue un regalo, sin tener que hacer audición... Fuimos a Holstebro, trabajábamos en un teatro grande, comíamos con el staff técnico, nos ponían piso, fisio... Unas facilidades que allí era lo digno, pero en el mundo de la danza precarizada y autoaprendida sin buenos recursos... Fue una pasada. Y tras el primer ciclo allá, tenía la oportunidad de quedarme otro año, pero me llamó Jon Maya, de Kukai Dantza, porque iban a empezar un proyecto con Marcos Morau y si me animaba.

Y no sólo se animó, sino que con ese proyecto, Oskara, obtuvo una nominación a mejor bailarín en los premios Max 2017.

-Con Oskara todavía tenemos bolos... Fue un antes y un después en mi trayectoria y se alinearon muchos astros: a través de Marcos y de otros trabajos que salieron gracias a él, conocí a Jon, que es mi pareja y codirector de nuestra compañía Led Silhouette...

Una compañía, Led Silhouette, creada formalmente en 2019 y con sede en su pueblo, Lesaka. ¿Es posible crear y vivir de la danza en Navarra?

­­-Es curioso porque a veces los estereotipos te hacen creer que lo que estás haciendo es ir a contracorriente y lo que vivimos en el día a día es justamente lo contrario. Nuestra apuesta fue la única posible para poder vivir de esto en condiciones. Cuando le contamos a nuestra gente que vive en Madrid o Barcelona, que en vez de pagar por una sala de ensayo, hacemos una instancia en el ayuntamiento y nos dan la llave del teatro... Y lo cuidamos, traemos el equipo y bailarines, los alojamos en Lesaka, tenemos un entorno privilegiado de naturaleza... Lesaka supuso tener un contexto favorable para crear y explorar. Tenemos una vida que se puede definir como nómada, porque trabajamos donde están los teatros. A Jon, que es madrileño, le preguntan a ver qué tal en Lesaka, en un pueblo de 2.700 habitantes... Y muy bien, pero muy bien por muchas razones, y entre otras porque seguimos moviéndonos y una semana la pasas en Barcelona, otra en Bélgica y tres seguidas en Lesaka porque estamos de creación.

Actualmente se encuentran desarrollando el proyecto Los Perros, en el marco del festival DNA 2021. ¿En qué fase están?

­­-Estamos teniendo una residencia de un mes en el centro cultural IORTIA de Altsasu y se estrenará en abril del 2022, previsiblemente. Es un proyecto que nos toca a nivel emocional porque es codo con codo con Marcos Morau y dejamos el rol de coreógrafos y nos dejamos llevar por él. Estamos en una fase muy inicial, no hay mucho material coreográfico que enseñar, por ejemplo. Los Perros es una pieza de un dúo que trata sobre la búsqueda de respuestas y la fidelidad de dos personas que deciden anteponer el amor que se tienen el uno al otro para afrontar todas las dificultades de la vida. En este contexto tan raro postpandémico, que parece apocalíptico, que todo el mundo se nota raro con cambios vitales y demás... Es una especie de trance, de entrar en bucle y en la repetición, de desahogarnos, de ladrarle a la nueva realidad...

¿En qué sentido?

-Que hemos llegado hasta aquí pero no hemos sido una generación de aceptarlo todo. Somos de los 90 y esta es la segunda crisis que nos toca que supuestamente no nos va a dejar prosperar. Cuando tenía 18 años, en 2008 y en esa crisis financiera, entraba a la carrera diciendo: “Voy a estudiar Física, ¿para qué?”. Siempre era un: ¿para qué? Y ahora te metes en una empresa de danza contemporánea, con sede en un pueblo, ¿para qué? La gente te pregunta si has estudiado Física para terminar bailando... Y la respuesta es sí, la respuesta es ladrar a esa realidad y decir que sí se puede. Si no enfocamos así la realidad, nos va a engullir.

¿Qué radiografía hace del sector de danza en la Comunidad Foral?

­­-Fértil y con muchas compañeras sobre todo que son inspiración y a las que tengo admiración total. Podría decir muchos nombres: Carmen Larraz, con quien conectamos mucho... Hay gente que ha trabajado aquí muchos años y que han abierto iniciativas tipo La Faktoria, que está en Noain y sus directoras habrán tenido que escuchar el “¿en serio vais a apostar por esto?”. Hay gente que apuesta, gente como Andrea Irurzun, Itsaso A. Cano, Becky Siegel, Estitxu Arroyo, Laida Aldaz, Marta Coronado... Mucha gente y viendo el mapa, quizá nosotros completamos la parte de norte, donde sí que hay danza, pero quizá la contemporánea no se entendía mucho y no había mucha gente que lo trabajara. Y ahí está el mundo de la mediación para que la gente se enganche. Ese público lo haremos entre todos, o no se hará.

Caigamos en una pregunta manida: ¿qué es la danza para usted?

­­-Depende de la fase en que estés. Ahora que estoy pletórico, la danza es todo bueno, pero a veces la danza es una putada. Hoy por ejemplo hemos recibido un no de una subvención a la que habíamos aplicado y cuando se te juntan muchos nos... La danza a veces es: ¿quién me ha hecho a mi tener esta pasión? Pero es algo que nace y que te ha mantiene muy conectado con tu cuerpo. Desde que nacemos estamos muy conectados con el cuerpo y la danza, pero luego la sociedad, la educación que tenemos, los prejuicios, el qué dirán... Hasta la homofobia y el heteropatriarcado implica que la gente deje de bailar. Y eso es muy fuerte y estamos aquí para cambiarlo. ¿Qué es la danza? Es todo eso.

EN CORTO

  • Trayectoria. Martxel Rodriguez (Lesaka, 1990) es graduado en Física por la Universidad del País Vasco (UPV). Pronto encaminó su carrera profesional hacia el mundo de la danza y tras formarse en euskal dantza y danza clásica, se acercó a la danza contemporánea a través de las clases de la coreógrafa y bailarina Matxalen Bilbao. Formó parte de la compañía Dantzaz y en 2015 se integró en la compañía danesa Black Box Dance Company. Un año después participó en Oskara, proyecto de Kukai Dantza con el que fue candidato a mejor bailarín en los Premios Max 2017. Actualmente compagina su trabajo como bailarín freelance con la dirección de su propia compañía Led Silhouette, que creó y codirige junto al bailarín Jon López.
  • Premio Promoción del Talento Artístico. El Premio Promoción del Talento Artístico, otorgado por el Gobierno de Navarra, nace con la vocación de apoyar e impulsar la iniciativa de jóvenes emprendedores en el ámbito artístico de Navarra.