La voz de los sin voz. Así define Aritz Otazu las cartas de los últimos del castillo de Amaiur, que acaba de publicar en edición facsímil su editorial, Mintzoa. Textos "apasionantes", asegura, lleno de emoción y orgullo por haber sacado a la luz estos textos desconocidos para el gran público y que son, dice, "de una importancia supina" porque "cambian el relato de la Historia".

Y es que hasta ahora no había documentación de puño y letra de los últimos de Amaiur. "Todo lo que nos ha llegado es documentación castellana. Tener unas cartas firmadas por ellos, con lo que cuentan en primera persona, es un lujo", dice el editor de Mintzoa. Las cartas de Amaiur en 1521-22. La correspondencia personal del alcaide de Amaiur y capitán navarro Jaime Vélaz de Medrano es el título original de este documento, del que se ha publicado en edición facsímil, numerada y notariada, una tirada de cien ejemplares que contienen las cartas, su traducción al castellano actual y al euskera -están redactadas originalmente en castellano antiguo, occitano, bearnés y francés antiguo-, y un análisis que hace de las cartas y de su contexto histórico el historiador y archivero Peio Monteano.

Firmadas por legitimistas navarros

"Sabíamos que las cartas estaban en el Archivo de Navarra, y pensamos que había que sacarlas en edición facsímil, con total fidelidad a como son, tanto en contenido como en continente. Hablamos con el Archivo, con Peio Monteano, nos pusieron todo tipo de facilidades para poder investigar las 51 cartas, para poder transcribirlas y traducirlas. Y al trabajar en ellas nos dimos cuenta de la importancia que tenían: están todas firmadas por legitimistas navarros, además de lugartenientes de Francia, el rey de Francia, el rey Enrique II de Navarra. No es una correspondencia normal y corriente. Es una correspondencia que surge en un momento en que justo Navarra había pasado la batalla de Noáin de junio de 1521 y, exceptuando dos cartas que son de entre 1500, 1512, todas la demás son desde noviembre de 1521 hasta siete días antes de caer el castillo de Amaiur. La importancia es supina porque están hablándonos de planes de guerra, de cómo están las posiciones de los enemigos, qué sienten los resistentes, dónde están; son apasionantes", relata Aritz Otazu.

El editor destaca el sentimiento de nación y de resistencia -aguantar es una de las palabras que más se repite en las cartas- que desprende esta correspondencia. "Encontramos una carta de Sancho de Yesa, que era el Tesorero de Navarra, hablando de que ellos son de nación navarros, dice textualmente nación en la última carta, de julio de 1522, que le escribe al hermano de San Francisco Javier. Y esto es importante porque siempre hemos hablado de los nacionalismos del siglo XIX, y siempre de que aquí defendían un rey, defendían sus haciendas... y vemos que no. Vemos que tenían un sentimiento de nación claro y no eran unos cuantos que se quedaron ahí, como quien dice, tirados en ese castillo. Hay otra carta en la que Xabier dice que ellos, sabiendo lo que les venía, se encerrarán en el castillo. Sabían lo que les venía, y aun así defendieron esa plaza tan estratégica", subraya el editor de Mintzoa.

El recorrido de las cartas

Tras el asedio de Amaiur, las cartas las incautó el ejército español y se sirvió de ellas para detener y castigar a sus firmantes, tal y como muestran las anotaciones que se encuentran en la correspondencia. "Con el tiempo, estos documentos quedaron confiados a Juan Rena, pagador del ejército y futuro obispo de Pamplona. Este fue nombrado depositario de los bienes que se confiscaron a todos aquellos que se habían opuesto a la conquista española. Y cuando Rena murió, estos papeles pasaron por orden del emperador, al archivo de la Cámara de Comptos. Allí, mezcladas entre la voluminosa documentación administrativa del veneciano, las cartas quedarían olvidadas durante casi cuatro siglos", escribe Peio Monteano en el análisis que se publica junto a la correspondencia.

Tras 4 siglos de desconocimiento, el primer informe que se tiene de estas cartas data del año 1882, cuando Joseph Marie Cros, jesuita y biógrafo de San Francisco Javier, encontró las cartas en el Archivo de la Cámara de Comptos, y tradujo algunas de ellas. Una vez descubiertas, en 1930 otro biógrafo de San Francisco Javier, Georg Schurhammer, también jesuita, volvió a consultarlas y a traducir otras tantas; y el último historiador -de nuevo, jesuita también- que llegó a ellas fue José María Recondo en 1970. Entonces las cartas pasaron ya al actual Archivo de Navarra, y ahí han permanecido guardadas hasta que Mintzoa se ha propuesto difundirlas.

El motor, "el amor a Navarra"

Del capitán que lideró la defensa del último castillo real de aquella Navarra independiente, Jaime Vélaz de Medrano, poco se conoce. Nacido en 1475, miembro de la guardia real de Enrique II y presente en las batallas de la conquista de Navarra de 1512 y de Noáin, no se sabe ni dónde está enterrado. Sí que estuvo casado, que tenía un hijo, Luis, que defendió Amaiur con él hasta el final, y varias hijas. "No ha pasado a la Historia como héroe, y lo fue", dice Aritz Otazu de Vélaz Medrano, que una vez conquistada la fortaleza de Amaiur fue conducido a Pamplona y encarcelado. "Tras un cambio de guardia, él y su hijo fueron asesinados, y su estirpe quedó borrada", apunta.

Las llamadas cartas de Maya revelan que a Jaime Vélaz Medrano y los demás héroes de Amaiur, unos cien hombres que resistieron a 9 días de bombardeos frente a cinco mil soldados, les movía "el amor a Navarra". "Es claro. Todo el marchamo de esta correspondencia que se envía de lugares diversos, porque uno escribe de Bayona, otro de Po, de Elizondo, de Ziga, nos habla del sentimiento de Navarra como nación".

Son relatos que vienen de diferentes partes, desde el que hace un lugarteniente de Francia, Bonnivent, que les dice "tranquilos que os vamos a dar ayuda, mandar ballestas, soldados, aguantad"; hasta el señor de Xabier, que va a Francia a pedir permiso para encerrarse en el castillo, pasando por cartas que manda el rey de Navarra diciéndoles lo mismo, "aguantad porque va a haber refuerzos y nosotros os vamos a defender, no va a haber ningún problema"; hay también cartas de los notarios de Etxalar y de Elizondo hablándoles de las posiciones de los enemigos, en este caso el ejército español, de dónde estaba, con qué venían, cómo venían... una información que les costó la vida.

Documentos "excepcionales"

En palabras de Peio Monteano, estas cartas "constituyen unos documentos excepcionales porque nunca oímos la voz de quienes defendieron la independencia del reino y la legitimidad dinástica, la voz de los que fueron derrotados. Lo poco que sabemos de ellos, de su comportamiento y de sus razones, procede de sus enemigos o de declaraciones en procesos judiciales por traición en los que se vieron envueltos. Y aquí el relato es forzado, parcial e interesado".

En cambio, apunta el historiador, "las cartas de Amaiur nos muestran cómo vieron y vivieron in situ la última parte de la guerra los navarros que combatieron la conquista hasta el final. Aunque no es justo juzgar a las personas fuera de su tiempo, cinco siglos más tarde podemos estar o no de acuerdo con el proyecto para Navarra por el que lucharon. Pero es inevitable sentir admiración y respeto por unos jóvenes y otros no tan jóvenes que lo sacrificaron todo -posición, hacienda, familia y, algunos, la propia vida- por permanecer fieles al ideal en el que creían", concluye Monteano.

EN CORTO

Algunos de los firmantes de las cartas: El señor de Xabier, Juan de Aguerre (notario de Etxalar), Juan de Elizondo (notario de Elizondo), Enrique II Rey de Navarra, el Abad de Urdax, Sancho de Yesa, (Tesorero de Navarra), Antonio de Peralta (hijo del Marqués de Falces), Pedro de Navarra (hijo del Mariscal de Navarra) o Bonnivent (lugarteniente del Rey de Francia).

Combatientes: La mayoría permanece en el anonimato (se conocen los nombres de una veintena). Según ha investigado Peio Monteano, apenas había 8 o 9 nobles, y todos los demás eran campesinos.

La fiereza de los navarros: Resistieron a 9 días de bombardeos con piedras, ballestas, quizá algún arcabuz, brea y poco más. Frente a ellos tenían la potencia de cinco mil combatientes con un tren de artillería de 16 cañones y 300 escaleras para tomar el castillo, que iban con una violencia inusitada. Entraron porque un guipuzcoano, Mendizabal, puso una carga en uno de los cubos del castillo, y se abrió una brecha. Si no, no habrían logrado entrar. Ante la extrañeza del virrey español por la gran fiereza de los resistentes de Amaiur, el conde de Lerín, beamontés, le dijo: "Aquellos, mi señor, navarros son".