A pesar de llevar más de 40 años dedicándose al mismo oficio, al de las artes escénicas, Paco de la Zaranda asegura que esta obra es un nuevo comenzar. "Nunca se termina de empezar", dice, para referirse así a la búsqueda continua de nuevos lenguajes. Es lo que ha conseguido, junto a Eusebio Calonge -autor de la obra- con La batalla de los ausentes, un canto a la dignidad humana que aúna los ingredientes que La Zaranda siempre suele tratar, tales como el miedo, la soledad, el fracaso o la muerte. Sobre el escenario, la compañía vuelve a apostar por la interpretación de Francisco Sánchez, Gaspar Campuzano y Enrique Bustos en un intento por "volver al inicio de todo". "Es un riesgo que el público suele agradecer", asegura el director. El espectáculo tendrá lugar este sábado en el escenario La Cava del Festival de Teatro de Olite a partir de las 22.00 horas.

La batalla de los ausentes es una obra que todavía no ha pisado un escenario, aunque sí ha rodado por diferentes salas.La batalla de los ausentes

-Se iba a estrenar en el Festival de Bogotá, pero por la covid esto no pudo ser posible y finalmente se estrenó en Ávila. Es verdad que ha pasado por diferentes ciudades como Valencia o Alicante, pero aún no había estado en festivales. Y me han hablado tan bien del Festival de Olite que cuando me propusieron venir aquí no podía decir que no.

Según han dicho en alguna ocasión, este es un texto del que están convencidos de que va a gustar. ¿Por qué?

-De alguna manera, la sensibilidad que el espectador tiene ahora empatiza bastante con lo que se trata en la obra. Además, es una vuelta de tuerca en nuestra trayectoria. Podría decirse que estamos otra vez en nuestros orígenes, en el sentido de que nuestra búsqueda siempre nos lleva al principio. También volvemos a los tres actores de siempre, solo los tres, lo cual es un riesgo que el público suele agradecer.

¿A qué se refiere cuando dice que han vuelto a los orígenes?

-Más que a los orígenes, a nuestra constante, teniendo en cuenta que este trabajo, de nuevo, es un canto a la fe y a la dignidad del ser humano. Nosotros siempre hemos rechazado el teatro enlatado y prefabricado, y hemos apostado por un teatro vivo, donde nos lo jugamos todo. Y ya tenemos una edad, por decirlo de alguna manera. Tenemos un bagaje bastante extenso como para estar todavía en la cuerda de este trapecio tan difícil que es el teatro. Y, en cambio, ahí seguimos, jugándonosla y apostando por un teatro vivo. Por eso digo que esto es como volver al origen, porque seguimos apostando por lo que a uno le mueve por hacer teatro.

¿Quiénes son los ausentes que protagonizan la obra?

-Más que quienes son, quienes fueron, puesto que son ausentes, ¿verdad? Son unas personas que vienen a revivir una batalla que ya de antemano está perdida. Pero aunque hayan perdido la batalla, no han perdido el combate, ya que ellos dicen que combatir es lo único que los mantiene vivos. Al fin y al cabo, es una metáfora de la lucha del ser humano contra el mundo hostil, y si me apuras, de la lucha contra nosotros mismos. Y si me apuras más, de la lucha contra la muerte, esa lucha que todo ser humano va a librar tarde o temprano. Hay muchas lecturas en esta obra y está todo lleno de símbolos y en general de la poética que acostumbramos nosotros a hacer, con el humor, si se quiere decir negro, y con la dificultad de explicarlo. Explicar esta obra no es fácil, pero sí sentirla, y eso lo hemos visto con las representaciones porque la respuesta del público ha sido increíble. Por eso decimos que esta obra va a dar que hablar.

Los tres soldados protagonistas vuelven al campo donde perdieron la vida. ¿Se trata, por tanto, de un espectáculo sobre la derrota o hay espacio para la esperanza?

-Indiscutiblemente es un espectáculo sobre la esperanza. Porque la derrota trae esa reflexión, y trae también esperanza, una luz que se enciende en la oscuridad. Creo que esa es la verdadera lectura del trabajo, al final. La fe, como dicen, mueve montañas. Y la esperanza es fundamental para poder hacer teatro.

Ha mencionado antes los símbolos, muy presentes en toda su trayectoria. ¿Cuáles son los objetos que utilizan en esta obra?

-Aparentemente, parece que el escenario está vacío, como siempre. Y parece que todo va a surgir de una tarima y que todo volverá al lugar donde se conmemora un hecho histórico, que es donde se libró la batalla de los ausentes. De ahí va a salir todo un mundo imaginario de cacharrerías y demás. El objeto siempre ha sido importante en nosotros, lo que ocurre es que procuramos limpiarnos de fórmulas, de lo adquirido y lo aprendido, y seguimos empeñados en una búsqueda, porque el teatro es, para nosotros, siempre búsqueda. Búsqueda y búsqueda, y equivocarnos y volvernos a equivocar, que da igual. Y no quiero adelantar nada más sobre lo que nos acompaña, porque el público no lo debe saber.

El director de teatro, Paco de la Zaranda. Firma: Rubén Plaza

En esta búsqueda exploran nuevas facetas de La Zaranda como pueden ser la sátira o la farsa.

-Sí, porque en esta búsqueda está el hecho de apostar por otra manera de hacer. Y nos hemos acercado a la farsa, pero hay un poco de todo. Me atrevo a decir que hasta de sainete, fíjate. Hay tragedia, comedia y diferentes maneras de hacer dentro de lo que es el trabajo. Hay muchas claves que nos ofrece el teatro, que es un abanico de posibilidades.¿Y por qué no explorar otros territorios por los que no habíamos andado? Hemos sido valientes a la hora de afrontar el trabajo desde otra manera de hacer.

Alguna vez ha mencionado que con esta obra pasan de la resistencia al ataque, frase que, por cierto, dice uno de los personajes. ¿A qué se refiere exactamente?

-A que el teatro es un lugar donde uno puede decir lo que siente, y ahí hablamos también de nosotros, de lo que vive la sociedad y que a nosotros nos toca... Por eso, más que resistir, este trabajo es un ataque, primero contra nosotros mismos, y luego contra el que se vea ahí reflejado, pues la lectura está abierta. El trabajo nunca es lo que yo digo, sino lo que el público entiende. Nosotros no podemos decir que algo es bueno o es malo, sino que es el espectador el que se va a conmover y el que va a reflexionar, y el que deberá sacar sus propias conclusiones después de asistir a la liturgia teatral que presentamos. Pero podría decirse que en general lo que nosotros hemos hecho es resistir, porque resistir significa haber seguido en pie todos los años que llevamos haciendo teatro, que son más de 40. Y si no atacamos ahora, ya fuerzas me parece que van quedando menos...

¿En qué momento se encuentra ahora La Zaranda?

-Va a parecer que lo que digo es una tontería, pero creo que estamos empezando. Empezando, claro, con la ventaja de tener un público y un circuito por donde desarrollar nuestro trabajo. Para nosotros, enfrentarnos al escenario supone ir en blanco siempre, con la fe de no perder la ilusión. Pero si pierdes la ilusión se acabó la vida, y si eso ocurre estás muerto.

¿Cuál es la última batalla?

-La que se libra contra uno mismo: la batalla de la muerte. Y esperar que la muerte no tenga la última palabra ni se ría de nosotros. Esa es la más difícil de todas, las batalla más dura y la última batalla. Y esto es el trabajo en definitiva, esa batalla que el ser humano debe luchar y que es la más importante, la que uno tiene que librar consigo mismo.