Libertad es el nombre que toma uno de los grandes espectáculos de esta edición del Flamenco On Fire, que junta a voces tan potentes como la de José Cortés Jiménez Pansequito, Antonio Reyes Montoya e Israel Fernández. Se trata de una reivindicación del cante como pilar fundamental de las citas flamencas a través de tres voces únicas y tres maneras de expresar la tradición a través de tres generaciones unidas para celebrar la libertad absoluta de entender el cante. El espectáculo, donde estarán acompañados por tres guitarras fundamentales, se desenvuelve en cuatro niveles: lo contemporáneo, el futuro, el recuerdo y el encuentro. Sobre este espectáculo y más ha hablado DIARIO DE NOTICIAS con Israel Fernández, una voz impregnada de una inmensa musicalidad y que se ha convertido en poco tiempo en un referente.

Libertad le va a permitir coincidir sobre el escenario con referentes del flamenco como Pansequito y Antonio Reyes. ¿Qué le supone cantar junto a estas voces?Libertad

-Compartir escenario con ellos es un regalo, porque los admiro desde que era pequeño. Es un regalo y una bendición. Por ello, en el espectáculo solo habrá, por mi parte, respeto, cariño y admiración.

Es curioso el nombre que toma este espectáculo, teniendo en cuenta que van a mostrar tres maneras de expresar la tradición. ¿Se puede ser tradicional y libre al mismo tiempo?

-Totalmente. La libertad viene cuando uno hace las cosas de corazón. No depende de nada más que eso, y de ir siempre con la verdad por delante. Partiendo de eso, creo que cada uno acudirá con su verdad, con su corazón y, por consiguiente, con su libertad. Venimos de generaciones diferentes, y por eso tenemos diferentes formas de sentir, evidentemente. Pero siempre desde la libertad, ¿entiendes?

La descripción del espectáculo dice que lo que se va a mostrar es “un cante vivo, firme, sin paredes e incorrupto”. ¿A qué se refiere?

-El flamenco y el cante son, por sí mismos, puros. La guitarra y el baile, por ejemplo, dependen de algo, pero el cante no depende de nada más que del físico de dentro. Con el cante se nace, no se aprende; no depende de ningún instrumento más que de uno mismo. Y por eso es tan puro. Por eso, el flamenco, como es tan puro y lo es de nacimiento, no puede ser nunca corrupto.

Siempre ha dicho que le gusta mucho improvisar en sus espectáculos. ¿Va a hacerlo también en esta ocasión?

-Siempre. Yo, como cantaor, cada vez que me subo al escenario dependo de la energía del público, de cómo me encuentre ese día y de la inspiración del momento, así que siempre hay espacio para la improvisación. Claro, todo dentro de una forma concreta.

Se ha convertido en todo un referente del cante flamenco, y le hemos visto cantar por todos los palos: fandangos, granaínas, soleás... ¿No hay nada que se le resista?

-Según... El cante tiene hora, como decía María Sabina. Pero yo tengo devoción por el cante y en un momento me puede dar por un palo que me puede dar por otro. Esto es como la comida: un día comes algo y te sienta bien, pero igual al día siguiente te puede sentar mal. Con el cante, es igual; no siempre sale todo, pero eso ya depende del momento.

¿Cómo fueron los inicios de este niño de Toledo que ahora es aclamado por la crítica internacional?

-El cante me ha acompañado desde mi nacimiento. Llevo cantando desde que tengo cuatro o cinco años. Siempre me llamaban en casa para que cantase a los mayores. Y siempre ha salido de una forma muy natural, sin pretender alcanzar ninguna meta. Tampoco me he puesto objetivos de querer ser una cosa u otra. Simplemente vivo el día a día, el momento, y tengo claro que sin el cante no sería nadie. Es mi corazón.

Parte de culpa tuvo que tener nacer en una familia en la que arrancarse a cantar era como lavarse los dientes; vaya, el pan de cada día...

-Exactamente. Bueno, más que eso, porque a veces uno no se lava los dientes, pero el cante siempre está ahí. De lavarte los dientes te puedes olvidar, pero el cante no se olvida nunca, te lo digo (ríe). Me entiendes, ¿verdad? Porque yo no sé hablar porque no he estudiado nada, me he criado en la calle desde niño. Fui al colegio cinco días...

¿Cinco días?

-¡Pues claro! Imagínate... Cinco días y no tenía ni para comprar los libros ni nada... Mi profesor me hacía fotocopias de los libros de los otros niños. Y cuando me hacía las fotocopias yo le cantaba por fandango. Aún me acuerdo de aquel olor de la fotocopiadora...

Pues fíjese a dónde ha llegado...

-Pues sí, aquí estamos.

Desde luego, su último trabajo, Amor

-Así es, 100%, no te equivocas. He escrito y compuesto casi todo el disco, y en él he plasmado mi corazón, mi forma de sentir. También las melodías de las letras son mías. El resto de la música, no, esa es de mi Morao (el guitarrista Diego del Morao), quien ha puesto su medio corazón, junto al mío, y los hemos fusionado. Así ha salido este disco, que lleva todo el amor del mundo.

Precisamente Diego del Morao le acompañará en este espectáculo con el que llega a Pamplona. ¿Cómo es el trabajo con él?

-Para mí es una bendición porque me da mucha seguridad, lo respeto mucho y lo admiro. Pero no solo yo, porque toda la última generación de guitarristas se mira en el espejo del Morao. Es un premio, y que esté cerca de mí supone una bendición.

¿Y ya le hace la vida fácil encima del escenario? Porque si lo que le gusta es improvisar...

-No es fácil pero él también improvisa a veces. De repente, hace sus contratiempos y yo tengo que dejar de tocar las palmas, porque si no... (ríe). Pero eso es lo bonito que tenemos, que yo improviso mucho, pero él también, y al final siempre acabamos en el mismo sitio. Esa es la verdadera magia.

¿En qué lugar diría que se encuentra? Porque no es un flamenco tradicionalista, pero tampoco experimental.

-Yo me guío mucho por la forma de sentir. Quiero ser real conmigo mismo y no me quiero engañar. No intento buscar estrategias en la música porque creo que la música y el amor son iguales, y cuando uno busca estrategias en el amor, suele fallar. El amor, como la música, tiene que ser natural y se tiene que expresar de corazón. No puedes pretender programar decir un “te quiero”. Eso tiene que ser real y tiene que salir cuando se siente. Y en la música es igual. Yo intento ser lo más honesto conmigo mismo y transmitir al público cómo me siento en cada momento. No pienso en si soy una cosa u otra, simplemente soy yo, natural.

¿Y qué opina de artistas como, por ejemplo, Rosalía, que rompen con todos los cánones del flamenco?

-Yo admiro un montón a Rosalía porque es una pedazo de artista, como otros compañeros. Lo que hace lo hace siempre con su verdad, porque así lo siente. Y si tu trabajo tiene honestidad, respeto y cariño es maravilloso. Ahora bien, cuando una persona hace algo simplemente por ganar dinero o por poder viajar lejos... Ahí ya no entro. Mientras las cosas se hagan de corazón, hay que respetarlas siempre.

¿Se siente cómodo cuando le dicen que es el nuevo Camarón?

-Cómodo no es la palabra, porque Camarón es irrepetible y un espejo donde me miro. Cuando era aficionado admiraba a todos los cantaores, pero con Camarón yo muero. Que me digan eso es un halago bonito, y a nadie le amarga un dulce, ¿no? Pero realmente no nacerá otro Camarón, nunca, igual que no habrá otro Paco de Lucía. Son artistas que no se repiten.

¿Para quién es Libertad

-Para todo el mundo. Para un oído atento y un corazón músico. La música no hace desprecio a ninguna persona. La música solo entiende de melodías.

Los protagonistas del espectáculo

José Cortés Jiménez. José Cortés Jiménez Pansequito (La Línea de la Concepción, 1945), primerísima figura del cante, voz flamenquísima, de rotundo eco gitano, profunda y visceral. Vendrá acompañado por la guitarra exquisita del jerezano Miguel Salado (Jerez de la Frontera, 1981).

Antonio Reyes Montoya. Antonio Reyes Montoya (Chiclana de la Frontera, Cádiz, 1977), figura indiscutible de nuestro tiempo, artista sin experimentos, de voz flamenca, aterciopelada como pocas, y con grandes matices musicales, vendrá acompañado por una guitarra excepcional y creativa, Dani de Morón (Sevilla, 1981).

Israel Fernández. Israel Fernández (Corral de Almaguer, Toledo, 1989), ventana de aire fresco, confluencia de lo antiguo y lo contemporáneo, voz impregnada de una inmensa musicalidad y que se ha convertido en poco tiempo en un referente, vendrá acompañado por la guitarra inconfundible, brillante y esencial de Diego del Morao (Jerez de la Frontera, 1978).