Baile: Liñán, Nanuel Betanzos, Jonatán Miró, Hugo López, Miguel Heredia, Víctor Marín y Daniel Ramos. Guitarra: Francisco Vinuesa. Cante: David Carpio y Antonio Campos. Violín: Víctor Guadiana. Percusión: Kike Terrón. Programa: “Viva”, dirección y coreografía de Manuel Liñán. Programación: Flamenco on Fire. Lugar: sala principal del Baluarte. Fecha: 27 de agosto de 2021. Público: buena entrada (26 y 38 euros).

l bailarín y coreógrafo Manuel Liñán se apropia de las armas, indudablemente más variadas y ricas, de la mujer flamenca para su baile: volantes, batas cortas y de cola, mantón, colorido a raudales...; pero, sobre todo, de los innumerables gestos y de la amplia gama de sentimientos que subyacen bajo esas telas que le han servido de refugio de penas y de expresión de alegrías, y que, al final del espectáculo -con tramos francamente deslumbrantes- cuelgan del escenario y nos hacen regresar, -a él, a su compañía y al público entusiasmado por lo vivido-, al mundo real. Liñán coreógrafo, con una asimilación de todo lo flamenco asombrosa -él y la compañía-, con ese plus de acento que da la masculinidad; Liñán escenógrafo, que con tres bancos austeros y una cortinilla de flecos da al espectáculo una fluidez, entre números, que hace que nunca abandonemos la escena; Liñán bailaor, que nos arrastra con manos y pies -taconeo en trémolo infinito- hasta su aura. Él y su compañía. Habría que facilitar programa con los nombres de los bailaores. Lo decimos todos los años: por lo menos aquí, hay que hacer un poco más de pedagogía; ni te cuento lo bien que estaría poner en supratítulos los palos y letras de algunos cantes. También, como casi siempre, la megafonía está alta, perjudica un poco a los cantaores que, a veces aturden; y, sobre todo el taconeo suena demasiado metálico, quitándole ese matiz de oquedad profunda. En fin... pero el espectáculo es magnífico. Tan bueno que, lo del travestismo pasa a un segundo plano. Es lo de menos. Y, además, los aficionados al teatro de cierta edad, recordamos que la mejor Bernarda lorquiana que se ha hecho, fue la de Ismael Merlo.

Los siete bailaores, con más o menos protagonismo, demuestran una fortaleza dancística sin desmayo; tanto a solo como en grupo; se dejan la piel; no escamotean ni un gesto, ni un acento, y se mueven con una disciplina magnífica cuando quieren cuadrar en simetría. Y, sin respiro, nos llevan al grandísimo flamenco: soleá por bulería, tangos de Triana, taranto, alegrías, tangos de Málaga, algo de copla por bulería... otorgando a cada palo su dramatismo, su trascendencia, incluso su comicidad. En este sentido, a los aficionados a la danza clásica, nos vienen a la memoria los ballets Trocadero, que tanto impactaron, también, por su exhaustivo conocimiento de la danza clásica. El espectáculo Viva es menos cómico y más autobiográfico (Liñán); pero, del mismo modo, sólo se puede llevar a la cima que se lleva, desde una preparación técnica -hay citas a la danza clásica, y a la escuela bolera- que lo abarca casi todo, no sólo el flamenco; y a un poder de observación de los detalles, magistral. Momentos cumbre, todos: Liñán y su baile, claro, pero también el desfile de solistas, algunos con dominio del cante, y con exhibición de virtuosismo -taconeo en banco vertical, volteretas...-, y todos siempre en compás -muy importante-. Quizás, en algún momento, se esperaba más comicidad, pero no quiere Liñán, en este caso, abundar en ello, no ha sido fácil llegar hasta aquí. Aún así, me encantó el tramo de imitación del baile de esas mujeres mayores, con toneladas de ritmo en el culo, las piernas anchas, y gestos provocadores. Palmeo poderos siempre. Jaleo envolvente. Plantes un poco exagerados a lo Lola Flores. El duende, quizás un poco engañado, que se pega a estos cuerpos travestidos y magníficos. El cotorro duelo con castañuelas. Giros que cortan el aire. Luminosos lunares de bata de cola y mantón. Guitarra de finos trémolos. Violín, a veces barroco. Cantaores y percusión. Este espectáculo lo tiene todo. Ovación interminable con el público en pie.