Las raíces culturales de una sociedad son parte de su ADN. Son las que proyectan al mundo cómo es esa sociedad y, en definitiva, las que definen las características de esa sociedad. Pero ¿qué sucede cuando estas raíces se pierden, no por decisión propia, sino por causas ajenas? ¿Es necesario recuperar todas y cada una de las tradiciones perdidas? ¿O en ocasiones es bueno centrar la mirada en el futuro y entender que algunas costumbres de las que quedaron atrás deben continuar en el pasado? Es la reflexión que plantea Raíces Perdidas, un cortometraje documental que aborda la realidad del pueblo Ma’di (Uganda), que ha sido realizado por la productora navarra Tripulante Produce y dirigido por Eymard Uberetagoena. La cinta acaba de comenzar su recorrido por diferentes festivales internacionales y, por el momento, ya ha llegado a la sección oficial del BannabáFest, Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos de Panamá, y en el mes de noviembre hará lo propio en el Rustenburg Film Festival de Sudáfrica. La intención, dice el director, es “continuar por el circuito de festivales internacionales” para, después, realizar un trabajo de sensibilización con él, también aquí, en Navarra.

Raíces Perdidas es un cortometraje documental rodado en dos idiomas, inglés y ma’di, que aborda la realidad del pueblo Ma’di, cultura paradigmática para otros muchos pueblos africanos. El colonialismo no solo atacó su estructura política y social, sino que, además, lo dividió en tres Estados diferentes. “La guerra obligó a este pueblo a emigrar a otro país y, más adelante, a acudir a los campos de refugiados en busca de seguridad”, cuenta el director del cortometraje, Eymard Uberetagoena, quien destaca que la intención de esta cinta, rodada en abril de 2019 en Uganda, es la de reflejar “esa mezcla de culturas que sufre ahora el pueblo Ma’di a través de diferentes generaciones: aquellas que vivieron todo lo relacionado con la guerra y aquellas que han nacido ya sin apenas conocer estas raíces culturales ahora tan perdidas y olvidadas”.

“Estas se encuentran en cosas tan básicas como el idioma, los bailes, la comida o las canciones; rasgos que, en definitiva, definen nuestra manera de ser”, añade Uberetagoena. Y estos rasgos, como se refleja en el documental, están en peligro de extinción, debido a la transformación rápida y descontrolada que la cultura Ma’di sufrió tras la guerra.

En primera persona

Cuatro protagonistas, cuatro generaciones

Son cuatro los protagonistas principales de este documental. Cuatro miradas que destacan la necesidad de regenerar la cultura, pero que también cuestionan algunos aspectos de su tradición. “Es que hay algunos aspectos culturales que todos consideran que no deben caer en el olvido, pero otras costumbres, como el papel que tiene la mujer dentro del pueblo Ma’di, son puestas en entredicho”, subraya el director, quien puntualiza que “son las mujeres protagonistas quienes dan esta mirada más feminista”, aunque lamenta: “Por desgracia, las tradiciones que más deben quedar atrás son las que más arraigadas continúan; porque no se recuerdan muchas canciones o comidas, pero sí saben transmitir cuál consideran que es el papel de la mujer dentro de la familia”. En este papel, subraya, continúan a día de hoy tradiciones como ofrecer la mano de la hija al hombre que más ofrezca por ella o que las mujeres deban ocuparse de absolutamente todos los cuidados del hogar y de la familia.

Grace Ayiga Waigo es uno de los protagonistas del cortometraje documental, quien “vivió todas las guerras por las que pasó este pueblo en primera persona, y cuenta cómo entraban los soldados, cómo tenían que enterrar cadáveres, cómo empezó a beber y a fumar...”. También está John Unzima, periodista local que “quiere recibir toda esta información y que ve claro cómo se ha perdido la cultura entre las diferentes generaciones”. También protagoniza el corto Yangi Rutensia, una profesora que ve todo esto “desde un punto de vista más femenino y aporta una visión sobre cómo cree que deberían comportarse hombres y mujeres”. Y, por último, Mokomiko Stella, una joven de 14 años que explica “lo que a ella le ha llegado, que no es más que los nombres, alguna manera de cocinar y alguna canción que ha escuchado a su abuela pero que nadie le ha enseñado”.

Además de estas cuatro miradas, el documental refleja también la vivencia que el propio equipo del cortometraje tuvo al llegar a Uganda y encontrarse con el pueblo Ma’di. “Nos dimos cuenta de que está muy bien recuperar ciertos aspectos tradicionales pero también que tenían cosas que debían cambiarse”, afirma el director del documental.

El rodaje de la película, llevado a cabo en el norte de Uganda, fue posible gracias al apoyo del Gobierno de Navarra a través de la convocatoria de Ayudas Generazinema, así como a la colaboración de la ONG navarra Solidarios con Arua, entidad que lleva más de treinta años trabajando por el desarrollo de la región ugandesa en donde está establecido el pueblo Ma’di y la ONG ugandesa Cooperative Growth Uganda.

De un vistazo

Ficha técnica. El equipo de este documental se compone por Eymard Uberetagoena (dirección y guion), Laura Martínez Salinas (dirección de fotografía y de producción), Aritz Azparren (jefe de producción), Iñigo Osés Maestro (ayudante de producción), John Unzima (producción local), Leire Aranguren e Iñaki Llarena (diseño de sonido), Maite Mutuberria (diseño de imagen y cartelería) y Iosune Ojer (traducciones).

Las frases

“Al estar allí, nos dimos cuenta de que había raíces que tenían que recuperar y otras que dejar atrás”

“La idea es seguir en el circuito de festivales para llegar a Navarra y llevar a cabo una labor de sensibilización”

Eymard Uberetagoena

Director de ‘Raíces Perdidas’