¿Qué sabía de Maixabel Lasa antes de que le llegara el proyecto?

-Antes de que me llegara la propuesta no tenía una idea tan clara de quién era Maixabel. Sí había leído en su momento sobre los encuentros restaurativos de 2011, que narra la película, porque leí las entrevistas que hizo Mónica Ceberio para El País con algunas de las víctimas que participaron. Recuerdo que me impactaron muchísimo.

¿Recuerda lo que sintió cuando se produjo el asesinato de Juan Mari Jáuregui?

-Ese año, como contamos en la película, ETA mató a más de 20 personas. Espeluzna recordar que era casi una normalidad de nuestra actualidad, había atentados mortales prácticamente cada semana. El atentado de Juan Mari para mí está en esa nebulosa de esos años de crímenes constantes.

¿Qué trabajo llevó a cabo para abordar un tema como este? Más teniendo en cuenta que lo hace con una mirada desde fuera de Euskadi.

-Isa Campo (coguionista de la película) y yo hablamos con todos los implicados, empezando por Maixabel y su hija María. También lo hicimos con diferentes víctimas que acudieron a los encuentros, con otras que no fueron, con los mediadores, con Txema Urkijo, que trabajaba con Maixabel en la Oficina de Víctimas del Terrorismo y que conocía de cerca todo el proceso, vimos mucho material audiovisual, leímos... En fin, intentamos acercarnos al tema lo máximo posible, para así también relatarlo lo más cercano a la realidad posible.

¿Pensó que quizás Maixabel no quisiera participar en un proyecto como éste?

-Lo primero que hicimos cuando los productores nos propusieron a Isa y a mí el proyecto fue ir a conocerla. Nos encontramos con una mujer cálida, abierta, con las ideas muy claras, con unos principios éticos de una firmeza como he visto muy pocas veces, y muy llana, muy accesible. Le pareció bien que hiciéramos la película. Para Maixabel y los que participaron en los encuentros fue muy sanador, y divulgarlo le parecía muy positivo e incluso necesario como parte del camino que queda ahora para la convivencia en Euskadi.

¿También hablaron con Ibon Etxezarreta?

-Si, hablamos con él y con Luis Carrasco. Sin su aprobación y colaboración no hubiéramos podido escribir el guion. Nos encontramos, como dice a menudo Maixabel, con dos hombres que ya nos son los mismos que mataron a Juan Mari en el 2000. También se ofrecieron a colaborar en lo que fuera posible, aunque era evidente que remover su pasado y explicarlo era duro para ellos.

¿Tenía claro desde el primer momento que Blanca Portillo debía interpretar a Maixabel?

-Yo hago casi siempre casting para mis películas. Para mí, es una forma de encontrar al personaje. Blanca era la candidata número uno desde el principio. Hizo conmigo un par de escenas y me impresionó su capacidad de entrar en la piel de Maixabel, su capacidad para comunicar emociones tan hondas y tan fuertes: miedo, angustia, dolor, esperanza, y, al mismo tiempo, esa entereza, esa dignidad que tiene Maixabel. Blanca llena de matices cada frase, cada mirada. Es una actriz impresionante y creo que el trabajo que ha hecho es inolvidable.

Para el papel de Etxezarreta pensó en Luis Tosar.

-Para su personaje pensé en Luis enseguida. Se trataba de hacer un personaje muy complejo, porque la película narra su viaje desde la militancia en ETA hasta sentarse delante de la víctima y reconocer el daño causado. Es un viaje muy extremo, lleno de sombras y también de angustia a medida que va dejando atrás las justificaciones y se queda cara a cara con los crímenes cometidos. No hay muchos actores con la capacidad de comunicar todo eso y Luis la tiene. Y también la valentía para lanzarse a hacerlo. Como Blanca, creo que compone un trabajo inolvidable.

¿Pensó en utilizar actores vascos?

-Claro, lo tuvimos siempre presente. Por eso, aparte de ellos dos, el resto del elenco es vasco, empezando por los otros dos protagonistas como son el otro exmiembro de la banda, Luis Carrasco, que interpreta magistralmente Urko Olazabal, y la hija de Maixabel, María Jauregui, que interpreta Mariía Cerezuela, en el que es su primer papel en cine y también está impresionante.

¿Qué cree que puede aportar la película al conflicto vasco?

-Creo que la película va a dar mucho que sentir y que pensar y ojalá que remueva alguna conciencia. Por las reacciones que tuvimos en los pases privados antes del festival vimos que la película tiene algo catárquico. Hay tal carga emocional al final de ella que está dejando a algunos hasta incapaces de hablar, sobrepasados por la intensidad emotiva de lo que cuenta y por los recuerdos que trae de toda esa época negra. Creo que para los que lo han vivido hace también un efecto de espejo, sentimos con ellas el dolor de las víctimas y también vemos la bajada a los infiernos de los dos exmiembros de la banda en su autocrítica, pero, sobre todo, a lo largo de la película vemos y sentimos constantemente las consecuencias devastadoras de la violencia, el sufrimiento que ha generado en todos, las heridas que ha dejado, el trauma, las vidas perdidas y el miedo de una sociedad atenazada. Y también el silencio de una parte de esa sociedad. La película recuerda de alguna manera todo eso, pero arroja esperanza, en la figura de Maixabel, por su capacidad de escuchar y tender puentes. Maixabel es una luz en el pozo negro que ha sido la violencia de ETA.

En los últimos años, las producciones en torno a los peores años de terrorismo en Euskadi se han convertido en un filón para la industria. ¿Qué cree que lo hace atractivo para los artistas?

-Creo que más que atractivo es que ahora se puede hablar con un poco de distancia. Y, ¿cómo no hablar de algo que ha sido central en la vida de Euskadi y del resto del Estado durante casi cinco décadas? Hay muchísimo de lo que hablar, mucho que contar. Creo que cuantas más voces mejor, y ojalá que eso ayude a reflexionar sobre lo ocurrido, a la convivencia y, sobre todo, a que no se vuelva a repetir jamás.

¿Cree que puede haber voces en contra del filme desde Euskadi?

-Juan María Jáuregui era un hombre muy euskaldun, muy amante de su tierra, que dio su primer discurso a la Guardia Civil en euskera, que declaró contra Galindo, que defendió siempre el diálogo y al que lo mataron de un tiro en la nuca. Entiendo que habrá gente a la que no le guste que le recuerden eso. Pero creo que el público vasco, en general, va a responder bien, en el sentido de que creo que va a ir a verla y va a generar muchas conversaciones y reflexiones.

El jefe del comando y autor de los disparos que acabaron con Jáuregui, Patxi Makazaga, ha solicitado recientemente poder reunirse con Maixabel. ¿Cree que sería beneficioso para la sociedad reactivar los encuentros restaurativos entre víctimas y victimarios?

-Los encuentros restaurativos se hacen principalmente para sanar a las víctimas. Son el centro de todo. Pero para que puedan darse, los victimarios tienen que haber hecho un recorrido, una profunda reflexión sobre lo que han hecho. Y eso es parte también de su reinserción. Que duda cabe que una autocrítica como esa es positiva para todos y de que estos hombres son los mayores desligitimadores de la violencia.

¿Entiende que hoy en día haya gente que no comprenda la decisión de Maixabel de reunirse con el asesino de su marido?

-Claro que lo entiendo y creo que no se puede decir si uno lo haría o no, si no está en esa situación. Es muy humano y totalmente comprensible no querer acercarte para nada a la persona que más daño te ha hecho. Lo que sí que creo es que hay que respetarlo todo. Tanto la decisión de Maixabel de ir, como la decisión del que no quiere ir.

‘Maixabel’ es, ante todo, una película sobre las segundas oportunidades.

-Dar una segunda oportunidad estaba en el centro de la decisión de Maixabel a la hora de ir a esos encuentros, pero la película toca más cosas. Cuando la conocí me impresionó que no odiase. Uno de los motivos que le llevo a hablar con estos hombres fue hacerles saber el daño que le habían hecho, decirles a quién habían matado, quién era Juan Mari. Sobreponerse así al odio y al dolor y hacer algo positivo con ello me asombra y me emociona. Vemos lo mejor y lo peor del ser humano. La capacidad que tenemos de violencia, pero también la capacidad de comunicación, de entender el dolor del otro, de abrirnos a escuchar al otro, de ver a la persona. Es algo que va más allá del conflicto vasco. A todos lados, donde mires, hay conflictos armados generando violencia. ¿Qué hacemos con eso, con las consecuencias y heridas que deja esa violencia? ¿Cómo hacemos para no seguir generando violencia?

¿Cree que es una película que puede funcionar y comprenderse fuera de Euskadi?

-Sí, desde luego. Los encuentros de justicia restaurativa se aplican allí donde ha habido conflictos armados, y también entre personas individuales. Hace unos meses leí en un periódico del Reino Unido, donde esto se practica de manera bastante habitual en delitos comunes, la historia de los padres de un chico de 18 años, asesinado sin ningún motivo por un chico de su edad al que no conocía de nada y que estaba hasta arriba de drogas, a la puerta de una discoteca. Los padres del chico estaban obviamente destrozados, pero se han encontrado varias veces con el asesino de su hijo, que está cumpliendo condena por homicidio y siguiendo un programa de reinserción y justicia restaurativa. Cuando les preguntaban por qué lo hacían contestaban: “Ya se ha perdido una vida. Si es posible, que no se pierdan dos”.

“La capacidad que tenemos de violencia, pero también de entender el dolor del otro, es algo que va más allá del conflicto vasco”

“Jáuregui era muy euskaldun, amante de su tierra, y al que lo mataron de un tiro. Habrá gente a la que no le guste que se lo recuerden”