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La Historia del cine en Navarra

La Historia del cine en NavarraUNAI BEROIZ

Una peseta, lo que costaba en la época una docena de ostras, costó la entrada a la primera proyección de cine en Navarra. Era el 22 de octubre de 1896 cuando Alberto Durán, representante de la Sociedad del Kinematógrafo, solicitó al Ayuntamiento de Pamplona con tan solo dos días de previsión -algo impensable hoy- la cesión del Teatro Principal, en la actual confluencia entre Carlos III y la Plaza del Castillo, para ofrecer las primeras sesiones del kinematógrafo en Navarra.

El acontecimiento del día 24, al que fueron invitados el Gobernador Civil, magistrados, diputados y periodistas, se presentaba en el programa de mano como un "espectáculo cultísimo que ha sido muy bien acogido por todos los sitios donde se ha presentado". El cine debutó así en Navarra en un teatro, adquiriendo cierta categoría y entidad cultural.

En años siguientes, sin embargo, el cine fue más cosa de espectáculos de barracas. Con entradas que oscilaban entre los 25 y 50 céntimos, podía verse en Pamplona desde el verano de 1897 coincidiendo con los Sanfermines. Fuera de esas fechas, prácticamente nunca. Las sesiones tenían lugar en el espacio de las ferias, donde entre el tragasables, la churrería o la mujer barbuda se instalaba el cinematógrafo, una barraca más.

FERIAS Y LOCALES DE PARTICULARES

Esporádicamente, empezaban a alquilarse bajeras, principalmente en la calle Navas de Tolosa, adonde en 1897 llegó el cinematógrafo Lumière, un aparato mejorado, y en el Paseo Valencia -en un local en el número 36 bajo-; y se tiene constancia de que en Tudela también hubo alguna proyección en el otoño de ese mismo año.

En el 99, el barraquero Enrique Farrús, conocido como Farrusini, un farandulero de la época que traía a Pamplona espectáculos de animales amaestrados, instaló un cinematógrafo en un local en General Chinchilla. Y en 1900, el Teatro Principal volvió a acoger proyecciones, esa vez de un Victorious-Graph, "otro aparato, porque entonces había un montón de patentes de aparatos que proyectaban películas, hasta que al final se estabilizó el de los Hermanos Lumière", cuenta Alberto Cañada, coordinador de la Filmoteca de Navarra.

PRIMER RODAJE EN PAMPLONA

En los primeros años del cine primaba la narrativa documental, y en esa línea fue la primera película que se rodó en Pamplona, en 1902, sobre la procesión de San Fermín del 7 de julio. El mismo cinematógrafo que la filmó, propietario del Salón Recreativo o Cinematógrafo Moderno -sito en el número 13 de Navas de Tolosa-, rodó una segunda película en la salida de misa de 12.00 de San Nicolás, y escenas de paseantes en la Taconera, así como de la llegada y visita del rey Alfonso XIII a Pamplona.

Películas que, a los días de rodar, exhibía en su cine. "Es algo muy propio de las primeras personas que quieren hacer negocio con el cine, rodar películas de las ciudades a las que van, porque saben que esas proyecciones van a tener mucho éxito allí", explica Cañada.

En 1905, Bonifacio Labarta, constructor de carros natural de Caparroso y quien años antes había montado en Pamplona el Teatro Circo Labarta -que en ese momento se levantaba donde está ahora el Teatro Gayarre-, empezó a incorporar a sus espectáculos de variedades sesiones de cine; llevaba el cinematógrafo el valenciano Matías Belloch, que acabó casi monopolizando el espectáculo y dando al Teatro Circo el nombre de Cinematógrafo Belloch.

UN INCENDIO QUE SE APROVECHÓ

El Cine Belloch estuvo activo hasta 1915, cuando se incendió, un fuego causado por la propia máquina de proyección. "Entonces el material era muy inflamable y prendía fácil la película. En aquellos años hubo incendios de cines por todo el mundo, y eso lo aprovecharon los que consideraban el cine algo inmoral, diciendo que era un castigo de Dios", cuenta el coordinador de la Filmoteca que fue también programador de Saide.

Antes, en 1909, el Teatro Gayarre ya había empezado a proyectar cine, viendo que aquello era un espectáculo más o menos digno de su categoría. Otro local activo por aquel entonces en Pamplona era el Salón Novedades o Cinema Actualidades, que se estableció cerca de General Chinchilla en 1912 y se desmontó en el año 20 para trasladarse a Tudela.

El siguiente local que se lanzó a albergar sesiones de cine, combinadas con espectáculos de teatro y musicales, fue el Coliseo Olimpia, que se abrió en 1923 donde luego se levantarían los Cines Carlos III. Construido y gestionado por la Sociedad Euskalduna, coincide con un momento en que empieza a adivinarse que el cine es un buen negocio.

En 1928, la Sociedad Euskalduna vendió el Olimpia a SAGE, la Sociedad Anónima General de Espectáculos, de ámbito estatal, que gestionó el local hasta que en el año 40 lo vendió a la empresa que dos años después sería Saide.

El primer edificio con su entrada, localidades, palco, etcétera, exclusivamente dedicado a cine en Pamplona se inauguró en diciembre de 1931 con el nombre de Cine Proyecciones, luego Cine Novedades (desde 1935) y más tarde Cine Arrieta (desde 1968), allí donde ahora se levanta la Escuela Navarra de Teatro (ENT). Estuvo activo hasta el año 81, cuando se cerró tras proyectar el 7 de enero su última película: El resplandor de Kubrick.

A PARTIR DE 1940, UN CINE TRAS OTRO

Así, en los años 40 proyectaban cine en Pamplona el Coliseo Olimpia, el Teatro Gayarre y el Cine Novedades. Y a partir de 1940 se sucedieron más inauguraciones: los Cines Príncipe de Viana, el Cine Alcázar (plaza del Vínculo, donde estaba el Frontón Percain), el Avenida (San Ignacio). Ya en la década de los 50, surgieron los cines Amaya (Rochapea), Chantrea, Rex (Paulino Caballero), Salón Champagnat (de los Hermanos Maristas, de los pocos salones que todavía hoy se mantiene); en los 60, los Olite (luego multicines), Salón Loyola (de los Jesuitas), los cines Guelbenzu y Aitor (ambos en la Milagrosa), los Carlos III, el Cine Xavier (parroquia San Francisco Xavier); el Donibane (parroquia de la Asunción) y el Mikael (parroquia San Miguel).

En 1970 se fundó el Cine Juventud (Casa de la Juventud). En la década de los 80 surgieron el Ekhiñe, en un teatro-cine que tenían los Capuchinos en la Rochapea y que fue el germen de los Cines Golem, porque quienes empezaron a programar allí fueron quienes constituirían luego la Difusora Cultural Cinematográfica; también los Cines Iturrama y Golem Baiona, a los que en los 90 y 2000 siguieron Yamaguchi, La Morea y Cines Itaroa, que junto con Baiona siguen hoy en activo. Igual que, en el resto de Navarra, las salas de Ocine y Moncayo en Tudela, las de la Fundación María del Villar en Corella, las de Los Llanos de Estella-Lizarra, Las Cañas en Viana y el Centro Cultural Iortia en Alsasua.

A estos cines hay que sumar muchas casas de cultura que también proyectan, iniciativas como el Cine Ana Velasco en Marcilla y otras en pueblos que ponen cine en fin de semana, sin olvidar la contribución que hacen regularmente festivales y muestras imprescindibles como las de Cine y Mujeres de IPES, Cine y Derechos Humanos, la de temática social de Berriozar, el NIFF o el Festival Internacional de Cine Documental Punto de Vista.

UNA VENTANA AL MUNDO

Desde sus inicios, el cine tuvo las dos vertientes narrativas, documental y de ficción, aunque dominaba la primera, con reportajes que registraban la vida o acontecimientos que eran noticias, muchas veces, como visitas reales, del Papa, o contenidos exóticos como viajes a África, el Nilo, las pirámides de Egipto. El cine era una ventana al mundo fascinante en un momento en que no había muchas revistas ilustradas, y las que había eran caras. La irrupción de la televisión quitó sentido a esos contenidos documentales o programas gráficos, y prevaleció el cine de ficción, fuente inagotable de historias.

Los años dorados del cine como negocio vinieron a partir de las guerras, Civil y Mundial. "Desde los años 40 el cine fue la opción de ocio número uno. Porque el precio de la entrada era asequible para casi todo el mundo (bajaba conforme te ibas sentando más arriba, ya que había butacas, anfiteatro, palco, gallinero); la cartelera se renovaba continuamente porque las salas se llenaban. Y no tenía una competencia de algo que fuera similar. Era ir al cine, al bar o dar un paseo", cuenta el responsable de la Filmoteca de Navarra.

LLEGÓ EL DECLIVE

Pero a mediados de los 60 comenzó el declive, al asentarse la televisión y empezar a alimentarse ésta de películas y series; aunque hubo más factores. "La mejora del nivel de vida desembocó en que la gente podía comprarse un vehículo, y los fines de semana mucha gente hacía salidas y ya no demandaba tanto ocio; la juventud también empezó a buscar actividades de ocio alternativas: la música, los guateques, empezaron las primeras salas de fiesta. El ocio se diversificó, y el cine empezó a bajar notablemente. Los espectadores descendían y los empresarios, para mantenerse, tenían que subir el precio de las entradas. Y surgió el eterno debate: ¿el cine es caro o no? Pero la realidad es que ya los espectadores empezaron a pensárselo", relata Cañada.

La industria ha hecho varios intentos para combatir ese declive: a principios de los 50 se impuso el cinemascope, la pantalla grande, dejando claro que esa experiencia no se podía tener en casa. En los 70 el recurso fue el cine de catástrofes: terremotos, hundimientos, El coloso en llamas. Otro salto cualitativo, a mediados de los 70, lo marcó el fenómeno Star Wars, y de ahí, el Dolby Digital, el Dolby Surround, o el cine en 3D con la exitosa Avatar pero del que la gente se cansó enseguida.

DOS HITOS, DOS PUNTOS Y APARTE

Como señala Cañada, en la historia del cine ha habido dos hitos: "la implantación del cine sonoro y la digitalización en sustitución del cine analógico, que ha sido un punto y aparte en la exhibición y la distribución, que está cambiando la forma de acceder a los contenidos audiovisuales, ahora desde dispositivos que los puedes tener en casa, así como los propios contenidos -ahora series o películas más cortas- y las técnicas de rodaje".

Y en esas anda cine, que a su propia crisis ha sumado el golpe de una pandemia que, en Navarra, milagrosamente, no ha cerrado por ahora ninguna sala. "Si hablamos de cine en general, el momento actual en Navarra es muy bueno, porque cada vez está habiendo más rodajes aquí. Y la foto general es ésta: se ven más películas que nunca, pero se va menos que nunca al cine", dice el coordinador de la Filmoteca, quien apunta que "se está generalizando la visión individual del cine, algo que ya predijo en cierta manera Thomas Alva Edison, inventor a finales de 1880 del kinetoscopio, un aparato de visión individual de películas que en su día funcionaba metiendo una moneda".

Se está perdiendo esa colectividad que en un mismo sitio ríe o llora al mismo tiempo; ese modelo de negocio con el que acertaron los Lumière. Ahora las películas se ven de manera individual, en el ordenador, la tele, la tablet, el móvil. Sea como sea, lo que hace falta, concluye Alberto Cañada, es "que se sigan haciendo buenas películas". Seguir imaginando y contando el mundo a "un público espectador que es muy listo y sabe valorar dónde están las historias interesantes".

EN CORTO

Mucho más que salas comerciales: En los años 50, 60 y 70 el cine no solo se veía en Navarra en las salas comerciales; había una ingente programación que se disfrutaba en cines parroquiales, de colegios, etcétera. Y en esas décadas, casi todos los pueblos tenían su cine. "Es imposible saber cuánta gente iba al cine", dice Alberto Cañada. Ni se puede fijar un precio de entrada: "Igual en el cine comercial eran 10 pesetas, en el cine parroquial gratis, en el Champagnat de los Maristas 3 pesetas", dice. Además, los precios variaban según horarios de sesiones y ubicaciones de butacas.

LA CELEBRACIÓN HOY

19.00 horas, en el Gayarre: Esta tarde, a partir de las 19.00 horas, el Teatro Gayarre acogerá una sesión conmemorativa de los 125 años de la llegada del Cinematógrafo a Navarra en la que se mostrarán fotografías de la Pamplona de finales del siglo XIX y se proyectarán, con acompañamiento de música de piano en directo, las películas que se exhibieron aquel 24 de octubre de 1896. Ocho títulos, la mayoría procedentes del catálogo Lumière, de una duración total de unos 10 minutos.