- No tiene teléfono móvil. Irazoki (Lesaka, 1954) no se ha dejado contaminar por la urgencia, la prisa y la superficialidad que impone en la vida diaria la tecnología portátil. Él camina más ligero. El peso en su vida es también su pasión: la palabra escrita, "el lugar donde soy más libre", afirma. En la antología de su obra Palabra de árbol, que acaba de editar Hiperión, comparte poemas gestados desde 1976 hasta este pandémico 2021, fruto de estancias y experiencias en Lesaka, Pamplona, Fez, Benarés, Nueva York y París.

Esta antología poética es un recorrido por la esencia de su obra desde 1976 hasta esta época pandémica y extraña; una obra cuyo motor podría decirse que es la intmidad profunda. ¿Intimidad es siempre sinónimo de verdad, de autenticidad? ¿El poeta se desnuda cuando relata experiencias íntimas?

-Preparé la antología con un criterio nítido: elegir los poemas que expresasen los momentos más intensos de mi biografía. Aprecio mucho el ingenio, la eufonía, el idioma cuidado y la hondura, pero en este proyecto primaban las experiencias vitales. En cuanto a la autenticidad y la desnudez, sólo sé que la palabra escrita es el lugar donde soy más libre.

¿Cómo se siente uno mirando atrás, revisando obra lejana en el tiempo? ¿Se reconoce en esos primeros años de poeta o ha cambiado tanto que siente que no es la misma persona, el mismo escritor que dio luz a esos primeros versos?

-Sí me reconozco y asumo todas las páginas que he publicado. Aunque ahora, por el paso del tiempo, discrepe con el contenido o la forma de varios textos, siempre he tenido un principio firme: para mí, el eco, la fotografía, el prestigio y la indiferencia son sólo anécdotas en la tarea solitaria de la escritura. Sin la mala música de los aplausos, la creación sincera contiene una recompensa.

Están presentes en la antología su infancia, adolescencia, relatos de su tierra natal, Lesaka; reflexiones sobre la poesía, la creatividad, la sociedad, la política, la vida... Y se percibe que late en todo el poemario una conexión, que se vuelve hoy muy necesaria, con el alma y al mismo tiempo con la tierra, con la naturaleza. ¿Es así?

-He combinado literariamente los recuerdos de mi infancia y adolescencia en Lesaka con los veintiocho vividos en París. He tenido el privilegio casual de conocer dos realidades muy diferentes. La fusión de estas dos realidades complementarias define mi biografía y mi literatura.

'Palabra de árbol'. El poema que da título al libro evoca un suceso trágico de su infancia, la muerte de un hermano al que no llegó a conocer.

-El título genérico no es casual. Tampoco es el tributo a la belleza de una imagen. Ese suceso fue tan importante en mi familia que las palabras del poema nacieron por pura necesidad, se impusieron sin obedecerme. La historia de mi hermano es un hilo rojo que une muchos de mis textos.

El título parece una declaración de intenciones de que la naturaleza es más noble que el ser humano...

-He pasado una buena parte de mi vida en la Naturaleza -así, con mayúscula, se refiere a ella el escritor-. Era un paisaje muy hermoso, pero la nobleza la aportaban los seres humanos que conocí. Mis mejores árboles fueron los miembros de una familia campesina que aspiraba a la utopía de no tener deudas. Una hermana luminosa, que murió a sus 25 años, una madre valiente y un padre sabio me guiaron. Mi hermana, más lista que el aire, me regaló cuentos de Jorge Luis Borges, todos los poemas de Luis Cernuda, ensayos de Octavio Paz, ¡hasta el Ulises de James Joyce! Y ya he dicho que mi padre era un hombre grande lleno de poesía. Frente a esos seres, la belleza del lugar fue un detalle modesto.

¿Con qué árbol se identificaría Francisco Javier Irazoki?

-Con la higuera. La miro como Borges contemplaba el fuego: con un asombro antiguo.

Hay poemas en verso y otros en prosa. En la prosa, afirma que ha encontrado la manera más libre de concebir la poesía. ¿En qué sentido, qué le permite o aporta la prosa que no lo encuentra en el verso?

-Al acabar de escribir mi cuarto libro de versos, Retrato de un hilo, percibí el cansancio de repetirme. Cuando compuse el primer poema en prosa de Los hombres intermitentes, respiré liberado, rompí mis límites estrechos. Con esa nueva libertad escribí casi doscientos textos. Intuyo que aún persiste una concepción conservadora de lo poético. A menudo, solamente se le asigna el espacio del verso. Me parece una idea antipoética.

Dice en uno de sus poemas que la calidad creativa de la poesía no está necesariamente vinculada al dolor, a la angustia. Que de la lucidez también nacen retratos certeros de la existencia. ¿Qué diría que le mueve como poeta hoy, cuál es el motor de los versos de ese libro inacabado 'Música incinerada'?

-Por supuesto que la poesía no está recluida en el dolor. También se introduce en los goces. Llega al cine, a la canción, a la danza y a otras creaciones. Vive en algunos comportamientos. La transportan, con ética lúcida, personas que no la nombran. Y, desde la adolescencia, yo he buscado una poesía aplicada. Por cierto, terminé la escritura de Música incinerada mientras Hiperión enviaba a la imprenta mi antología Palabra de árbol.

¿Cómo ve hoy, en un mundo acelerado y superficial en cuanto a la lectura, en gran parte por el dominio de las redes sociales y en general de Internet, el papel del poeta, su lugar en esta sociedad? ¿A qué aspira con su escritura?

-Mis hijos tienen 27 y 24 años. Forman parte de la juventud que, con otras brújulas, aspira a la poesía. Los lenguajes evolucionan, pero seguimos cobijándonos en la reflexión, sus desafíos y sus consuelos. Opino que Antonio Escohotado acierta cuando se refiere al inmenso horizonte abierto por Internet. Yo soy un viejo artesano que se prohíbe la amargura.

Ficha

Editorial: Hiperión. Páginas: 172. Precio: 17,31 euros.

Poesía viva

Sin límites entre géneros y estilos, Irazoki agrupa sus poemas preferidos desde 1976. Poesía viva, sin trampa ni cartón.

"La juventud, aunque con otras brújulas, también aspira a la poesía; seguimos cobijándonos en la reflexión, sus desafíos y sus consuelos"

"La fusión de las dos realidades vividas, mi infancia y adolescencia en Lesaka y los 28 años en París, definen mi biografía y mi literatura"