- Con la misma sencillez, sosiego y profundidad que muestran sus cuadros, Pedro Salaberri explicó ayer en Tudela en la inauguración de su exposición, que permanecerá hasta el 9 de enero de 2022, algunas de sus pasiones, obsesiones y pretensiones a la hora de pintar sus obras. Más que el paso del tiempo, la fugacidad del paso del hombre frente al poder y a la estabilidad de la naturaleza o de los edificios, ésa es la clave de su pintura, según relató; eso sí, añadió que “siempre pinto lo que veo, no voy a pintar la torre Eiffel porque no la veo cada día”.

Esa obsesión por el tiempo le hace querer comenzar cada día de cero, como si fuera el primero, “no quiero que el día de hoy sea el de ayer. No quiero recordar. Por esa razón cada día que pinto tiene que ser un descubrimiento y los colores y mezclas que me han sobrado en la paleta los tiro cuando acabo el día. Para mi cada día es el primer día de mi vida y desayuno cada día como si fuera el primero. Invento y creo cada día en la pintura”.

Esa inmutabilidad de los objetos, de los paisajes frente al paso finito del ser humano es el que le lleva a no plasmar a las personas en el lienzo. “Solo he notado que cumplía años y me impactó cuando cumplí 30. Entonces me di cuenta de que la vida se va y circula y las personas circulan por el paisaje que permanece quieto. El escenario se queda, por eso no pinto personas. Sufres la actualidad, los partidos, los sindicatos, las polémicas y las broncas... pero la Higa de Monreal sigue igual, no le afecta nada de eso. Por eso yo creo que en la naturaleza te curas de cosas y te ahorras el psicólogo”, explicó al presentar su muestra.

La Fundación María Forcada ha traído hasta la Casa del Almirante 60 obras de uno de los autores navarros más reconocidos y reconocibles. Salaberri muestra en Tudela 20 años de trabajo traducidos en paisajes, arquitecturas (otro de sus temas preferidos, “todos vivimos dentro de la arquitectura”) y retratos, estos últimos quizás los menos conocidos pero que reflejan tanto a la cantante Annie Lenox como a si mismo. “De unos años a esta parte pinto retratos pero solo pinto mujeres. Soy un buscador de la belleza pero me interesa más la femenina que la masculina. Tiene que haber una relación de amistad fuerte para que yo pinte a un hombre”.

En estos 20 años que han transcurrido en la obra de la muestra Salaberri ha “tratado de que tengan unidad”, aunque asegura que “he cambiado en mi pintura aunque a veces me dicen que se me reconoce enseguida”. A ese respecto las 60 obras que se pueden contemplar son la primera vez que se exponen en Tudela e incluso algunas nunca se habían expuesto ni salido de su estudio.

Salaberri destacó la importancia que para él supone exponer en la Casa del Almirante de la Fundación María Forcada, ya que la primera vez que expuso en la capita ribera lo hizo en la Galería de Arte de Forcada en 1988, “es como si cerráramos un círculo 20 años después”. En aquellas visitas a Tudela el pintor pamplonés descubrió las Bardenas y su luz que cambiaba los paisajes a lo largo del día. “Con el horizonte infinito de las Bardenas te das cuenta de que eres una mota de polvo en el universo. No había nada que cortara el paisaje y descubrí los malvas, ocres y los dorados que hasta entonces no había usado”. Tras esa primera exposición ha vuelto a la capital de la Ribera hasta tres ocasiones más.

En la explicación de sus pasiones y de su obra también explicó lo importante que es para él que la gente tenga sus cuadros colgados en casa, un hecho que le sirve para tener la sensación de que él está también dentro de esa vivienda. “Me gusta mucho cuando uno se puede meter en una habitación, esa sensación de intimidad. Yo me considero un pintor doméstico, en el mejor de los sentidos. Me gusta mucho que me tengan en las casas, me acerca a la gente y sé que ese cuadro está vivo y que yo también estoy ahí, en esa casa”.

En la presentación Belén Esparza, representante de la Fundación María Forcada, destacó de él su “modernidad sin estridencias, amable, tranquilo y sereno, comprometido con el arte en Navarra” y sobre su obra “su pincelada minuciosa, entre la modernidad y la abstracción. Es una pintura de sensaciones. Ha pintado toda la geografía navarra, mostrando cómo cambian las luces en ella, siempre en formatos medio y grande”. Para Esparza, “es un referente de la pintura navarra, siempre involucrado en el mundo del arte y la capacidad que tiene para ser un dinamizador y amante de todo lo que es expresión plástica”. Por último recordó la exposición que promovió durante la pandemia con otros autores, Los Sanfermines imaginados”.

Sus inicios. Con 15 años comenzó a trabajar en un estudio de arquitectura, sin embargo el “sentía que no era lo suyo”, describió Esparza. Terminó su formación en la Escuela de Artes y Oficios. Pese a ello ha seguido muy ligado en su obra al mundo de la arquitectura, donde también conoció a su mujer.

Los años 70. Participó en lso Encuentros de Pamplona a mediados de los 70 en los que el arte invadió las calles, siendo “una apuesta por la modernidad y sacar el arte a la calle”. En 1973 pasó a hacer su primera exposición en solitario y tras ellas ha realizado más de 60 así como muchas colectivas.