- Comisario, pedagogo, programador o editor: todos las facetas de Pedro G. Romero confluyen en su trabajo como artista. Su obra, marcada por la colaboración, la idea de archivo y con gran presencia del flamenco, desembarca en el Reina Sofía con una retrospectiva que da cuenta de su complejo imaginario creativo.

La capacidad de Pedro G. Romero (Aracena, Huelva, 1964) de ser tantas cosas a la vez es fundamental en su trabajo, porque plantea “otra forma de producir arte”, según palabras de Manolo Borja-Villel, director del museo, para quien su obra y figura es “una de las más importantes” del arte español de las últimas décadas.

Su primera gran retrospectiva, Máquinas de Trova” abre sus puertas en el museo madrileño hasta el 28 de marzo con la colaboración de la Comunidad de Madrid, y con un recorrido que repasa de manera cronológica su trayectoria, desde sus primeros trabajos en los ochenta hasta obras más recientes, algunas de ellas hechas para la muestra.

“Ha habido mucho trabajo de localizar obras. Muchas de ellas han desaparecido o no sé dónde están por mi propio ‘vagabundeo’ de aquí para allá”, dijo el artista.Ese “vagabundeo” al que se refiere Romero le ha permitido transitar por el cine, la música, las artes plásticas, su faceta como pedagogo o la colaboración con otros artistas o la escritura con suma facilidad.

Su obra se sumerge a través de numerosos campos: los sucesos históricos, la circulación de imágenes, la iconografía sacramental, las vanguardias artísticas del siglo XX, el flamenco, los conceptos e imaginarios sobre las culturas populares, la economía, las políticas culturales o las formas de especulación urbana.

Canciones de la guerra social contemporánea II, por ejemplo, es una gran instalación con escenografía concebida por el artista para la exposición, integrada por numerosos documentos, que trata de hacer realidad un cancionero de Guy Debord. Las letras de las canciones han sido cambiadas, “como si se tratara de los carnavales de Cádiz”, y será interpretadas en la propia sala por artistas como Gabriel de la Tomasa, Niño de Elche, Pollito de Graná, Soleá Morente o Christina Rosenvinge.

Romero entiende el museo contemporáneo como un archivo, lo que se puede apreciar en la gran cantidad de documentación desperdigada por la muestra, especialmente en Archivo F. X. y Máquina P.H., dos de sus más conocidas obras.

El primero, nació como una reflexión sobre el fin del arte y un amplio conjunto de trabajos en torno a la imagen y la iconoclastia, mientras el segundo sirvió para promover la Plataforma Independiente de Estudios Flamencos Modernos y Contemporáneos (PIE.FMC) con el objetivo de ampliar el campo de estudio del flamenco. El flamenco es también una constante a lo largo de la obra del artista sevillano, aunque tiene poco que ver con sus orígenes.