Itziar Ituño (Basauri, 1974) se dio a conocer para el gran público con su papel de Nekane Beitia, en Goenkale, la serie de EITB. "Yo estaba trabajando en Fagor, que es la empresa donde mi aita ha estado toda su vida, y mandé un curriculum para participar en el casting. Me escapé un día para poder hacerlo animada por mis compañeros; cuando me cogieron, dejé la fábrica. Antes, había hecho una tv movie, Agur Olentzero, agur, en EITB y bastantes cortos en la universidad, pero a nivel profesional fue Goenkale quien me dio la gran oportunidad. Desde entonces, me han ido surgiendo un trabajo tras otro", rememora la actriz vasca.

Su gran éxito le ha llegado con la serie La casa de papel, de Netflix, que ha dado proyección internacional a sus protagonistas. La actriz de Basauri ha dado vida primero a la inspectora Raquel Murillo y posteriormente a su igual en el bando contrario, Lisboa. Todo un mundo de interpretaciones que la han encumbrado como artista en todo el mundo. Ahora regresa al Teatro Arriaga con La Tarara, de la compañía Hika Teatroa, que se estrena en castellano los próximos días 28 y 29 y se representará en euskera también este jueves, día 27.

Tras su éxito con 'La casa de papel', ha regresado a casa.

—Y muy a gusto. De vez en cuando, se necesita un poco de calorcito profesional y estar goxo goxo en casa.

¿Cómo surgió el proyecto de esta obra de teatro?

—De un texto de la dramaturga alicantina Josi Alvarado, que obtuvo el I Premio SGAE de Teatro Ana Diosdado en 2019. Cayó en manos de Agurtzane Intxaurraga de la compañía Hika Teatroa y me propusieron el año pasado una lectura dramatizada para optar a una subvención para ver si podíamos convertirla en obra de teatro. Fue bastante bien, llegó la subvención y recibí la llamada de Agurtzane para hacer uno de los papeles y aquí estoy.

¿Y qué papel representa en 'La Tarara'?

—Soy Telma, la madre de Rosa, una mujer que vive en Bilbao en los años setenta en el barrio de la Palanca, en San Francisco. Es verdad que la obra en sí está ambientada en la comunidad valenciana,y se hablaba de ese sol mediterráneo, pero Agurtzane la ha querido trasladar a Bilbao; todos los actores somos vascos, salvo Sandra Ferrús, que es valenciana. La Tarara está ambientada en ese ambiente sórdido, de puticlub, en ese Bilbao entre el barrio de San Francisco y Las Cortes.

Es una historia de mujeres, la de una mujer que nació hombre, una hija sin madre y una madre sin hija.

—Así es, La Tarara es un travesti, que se llama Manolo Sánchez, pero se quiere llamar Jazmín, un papel que interpreta Kepa Errasti. Y luego hay una violinista que vive en el barrio, que se convierte con los años en una música muy famosa que es Rosa Teresa, la conductora de toda la historia. Ella vive una tragedia de niña, y ya de mayor con ochenta y tantos años acaba en una residencia de ancianos. En castellano, la interpreta Sandra Fernús y en euskera, Tania Fornieles. Además, hay música en directo; el piano lo toca Adrián García de los Ojos y el violín, Jurdana Ochoa.

La autora describe la obra como un thriller de una gran belleza poética...

—Se produce un suceso bastante dramático y se va descubriendo lo que pasa a lo largo de la obra. La Tarara expone un montón de problemas peliagudos, no solo de aquellos años, sino que están también vigentes en la actualidad, como son temas como los abusos, el respeto y la libertad de elegir cada uno qué es lo que quiere ser. Toca también temas de machismo, malos tratos... pero todo muy poéticamente.

¿Para Itziar Ituño es la vuelta la teatro después de muchos trabajos dedicada al cine?

—Mientras estaba con La casa de papel he seguido haciendo algo con la compañía Hika, pero es verdad que a raíz de terminar la serie de Netflix, me he podido meter más de lleno en el teatro.

'La casa de papel', 'Loreak', 'Irati', la serie 'Intimidad'... En los últimos años no ha parado...

—Sí, he estado exhausta, llevo cuatro años sin vacaciones y el cuerpo ya lo acusa. Este último verano me lo he pasado grabando también la serie Intimidad en Bilbao... Pero muy contenta. Ahora, me han salido también un par de proyectos en Latinoamérica, que voy a compaginar como pueda con el teatro. Y tengo una serie y una película para este año; por lo menos hasta junio no voy a parar. Me están llegando varias cosas, pero tengo que valorar, si no, me voy a volver loca.

Todo un lujo poder elegir los trabajos hoy en día...

—Eso es verdad y también me voy a dar el lujo de decir ahora que quiero mi tiempo de descanso. Hace unos años, tenía que decir a todo que sí, porque no había mucho, pero tras el éxito de La casa de papel puedo elegir entre proyectos interesantes. Eso no está pagado con dinero.

Le habrán preguntado muchas veces cuáles son las claves del éxito de la serie de Netflix para que se haya convertido en un fenómeno mundial.

—Creo que han sido varias variables que se han entrecruzado, una es cómo está contada la historia de esta banda de atracadores con mono rojo y careta de Dalí, con esa velocidad, ese rock and roll que engancha. De hecho, es una de las series, como ha dicho la prensa, más adictivas, siempre te deja las ganas de ver otro capítulo. También creo que ha influido el tema que toca, un grupo de gente que se pone a hacer su propio dinero en la casa de la moneda, que ha conectado con un momento actual de descontento general. Y la nueva forma de ver las series, en las plataformas, cada uno a su ritmo, en su casa, le ha dado otro plus.

Siempre ha hecho papeles de mujeres de carácter fuerte. ¿Hay suficientes historias hechas para mujeres en el cine?

—Faltan obras escritas y dirigidas por mujeres en las que tomemos las decisiones importantes de por dónde transcurre la historia. Además, en el cine, en el teatro y en la televisión hay muy pocas en los puestos de mando. ¡Así nos luce el pelo! Queda bastante por hacer, aunque estamos ganando terreno, pero no nos están regalando nada, lo estamos consiguiendo a golpe de juntarnos y hacernos fuertes entre nosotras.