Álex González (Madrid, 1980) quiere desafíos como el del papel protagonista de Operación Marea Negra, la serie de Amazon Prime Video, en la que se mete en la piel de un gallego ex campeón de boxeo que acaba vinculándose con el narcotráfico y protagonizando la “hazaña” de pilotar el primer submarino transoceánico que viajó de América a Europa con tres toneladas de coca a bordo.

Nando, un personaje complejo que se suma a la trayectoria de más de una decena de películas (paso por Hollywood incluido, con X-Men: primera generación) y casi una veintena de series (El príncipe, Vivir sin permiso, entre otras).

¿Es Nando una víctima de sus circunstancias o un delincuente?

—Justo esa palabra para mí fue esencial para la construcción del personaje porque al principio estaba escrito como un personaje más introvertido, con una ambición más reprimida. Y también un personaje a quien le pasaba todo de forma involuntaria. Y había algo en los ensayos que a Daniel Calparsoro (director) y a mí no nos terminaba de cuadrar y él dio con la clave. En este universo no puede haber víctimas ni verdugos. Solamente gente responsable de lo que hace, especialmente Nando. Y a partir de ahí pasé todas las secuencias por ese filtro. Tiene que ser un hombre responsable que para bien o para mal toma la decisión consciente de hacer lo que hace. Con esa simple premisa me cambió todo.

Pero para algunos estas figuras son consideradas como héroes... ¿Cómo evitar que las series que hablan de narcotráfico hagan apología?

—En mi opinión existe un riesgo, que yo como público desapruebo absolutamente, porque el mundo audiovisual tiene el poder de ensalzar algo, como ha pasado con Pablo Escobar, por ejemplo. Por eso me gusta que esta serie cuenta muy bien narrativamente la hazaña de traer esta embarcación hecha de manera artesanal, atravesar 9.000 km, 3.000 del Amazonas y 6.000 del Océano Atlántico, sorteando a la DEA, a la Guardia Civil... Se cuenta la hazaña, pero se marca muy bien que eso no está bien y los verdaderos héroes de la serie son la Guardia Civil, que interceptaron la embarcación y consiguieron que esa droga no fuera entregada.

Nando es un personaje rígido, duro, no sonríe... ¿Puede ser un punto de inflexión en su carrera?

—Estoy en un momento en el que me apetece ser un poco más elástico, ponerme retos. Trabajar con acentos, intentar hacer cosas que no he hecho antes. Pero no por demostrar nada a nadie, sino porque he descubierto que me lo paso mejor cuando accedo a lugares desconocidos para mí.

Hablando sobre su trayectoria, lleva casi dos décadas en esto. ¿Cuál es la clave para mantenerse?

—El por qué habría que preguntárselo al público que es el que manda. Cuando estaba en la escuela de interpretación me preocupaba no tener un plan b porque todos mis compañeros lo tenían. Con el paso de los años me he dado cuenta de que eso realmente es una buena herramienta, no tener un plan B porque mi único plan era la interpretación. Y eso me permitió poner toda la energía en ello. No estoy diciendo que las personas que no trabajan o que trabajan menos no estén poniendo la energía, pero es una mezcla de muchas cosas. Sí tengo disciplina y me apasiona lo que hago y lo se porque el tiempo se me sigue pasando volando cuando estoy trabajando y eso es una grandísima suerte.

Nando se ve forzado de algún modo a aceptar ponerse al frente de la operación. ¿Se ha sentido usted así alguna vez, a la hora de elegir papeles?

—Forzado no sería la palabra, pero sí he hecho proyectos que me gustaban menos que otros, pero lo tengo normalizado. Siempre he tenido muy claro lo de tratar de no ver el árbol sino el bosque. Para mí cada proyecto es un árbol que forma parte de un bosque, que es la carrera, e intento normalizarlo.