Autoría: Música de M. de Falla y Ernesto Halffter sobre el poema de J. Verdaguer. Versión camerística de David Gálvez (estreno). Intérpretes: Coral de Cámara de Pamplona. J.A. López. Gemma Coma. Marta Huarte. R.Lardines. D. Echeverría. I.Yeregui. I. Castellanos. A.Martínez. A.Jiménez. Z.Aznárez. A.Olaso. P.Irigorri. L. Vergara. P.Iragorri. L.Peralta. C.D. de Cerio, bailarín. Rinaldo Zhok y Naiara Egaña, piano. Salva Tarazona, percusión. Dirección de escena: Tomás Muñoz. Dirección musical: David Gálvez. Programación: Cartografías de la Música del Museo Universidad de Navarra (MUN). Lugar: auditorio del MUN. Fecha: 5-marzo-2022. Público: lleno (18, 20 euros).

e Platón a Verdaguer, poetas, artistas y músicos han recreado la extensa isla mítica, modelo de civilización; encarnación de la utopía (Tomás Moro, Tommaso Campanella, Francis Bacon); e inspiración para músicos (Tomasi, Eötvös, Harvey, por citar el siglo XX). Todos soñando una Atlántida en la que caben todos los sueños, desde feraces jardines a casas-sonido (Bacon). Para Verdaguer-Falla-Halffter, el mito se alarga al nacimiento de España, o a la conquista de América. Para David Gálvez Pintado -hay que ponderar, lo primero, su extraordinario trabajo-, la Atlántida es una selva musical copiosa -y, a menudo, confusa en muchas versiones, creo yo- que hay que clarificar para mejor entenderla; y lo hace por el despojamiento camerístico. Y la verdad es que, a pesar de que uno, por su edad, tiene los oídos contaminados por la masa sinfónico-coral, la versión propuesta por la Coral de Cámara de Pamplona, clarifica la narración, sin que, por ello, perda la fundamental entidad musical. Quizás, en la división a dos coros del episodio de Colón, al final, se me quedó un poco corto la densidad de la épica; porque las casi dos horas del espectáculo, fluyeron estupendamente, en una reverencial audición del respetable; gracias a la dirección, sin fisuras, de Gálvez, a la extraordinaria eficacia y calidad del escuálido orgánico (piano a cuatro manos y percusión); a los sobresalientes solistas (muy bien elegidas las voces para cada rol), a la buena interpretación de la extenuante partitura por la Coral, y a una puesta en escena, de Tomás Muñoz, fundamentada en los visuales, bastante discreta, bonita, con un bombardeo bien traído al hablar de la destrucción, y algún detalle muy explícito -barquito, concha- que, quizás, no hacían falta .

Aparte del foso, que es, al final, de donde parte todo, fue fundamental la actuación soberbia de José Antonio López: barítono con color de bajo y agudos, que, ya, a su primera frase "...el bramar de la noche..." imprimió un color oscuro, potente, aterrador, y a partir de ahí, lució una voz homogénea y sin vacilaciones, en esos tremendos agudos casi recitativos-ariosos; pero es que, además, corre con la responsabilidad de hilvanar toda la obra sin que decaiga la narración; y lo consigue: todo lo que le cuenta al niño -alter ego del público-, nos lo creemos. Gemma Coma-Alabert nos ofrece una Pyrene muy bien fraseada, con cuerpo y volumen en la voz de mezzo, que aporta dramatismo de origen, pero sin exagerar, muy bien controlado. Marta Huarte Donázar también es muy convincente como Isabel; su canto (a ratos, cantiga) es hermoso, delicado, apoyado en una voz de soprano limpia, pero no endeble; muy bien matizada; hay que tener en cuenta que este Falla no se define ni operístico ni Oratorio. Muy bien Lardies, Echeverría y Yeregui en su trío de gigantes: se agradece la aportación cómica, bien solucionada teatralmente. Uno de los momentos álgidos de la velada -hubo muchos- fue la aparición en escena de las siete Hespérides, verdaderas muchachas flor, en el juego de Pléyades: estos fragmentos polifónicos fueron una delicia, tanto por la interpretación vocal, francamente equilibrada entre todas las voces femeninas, -soprano, mezzo, alto-, como por la transmisión de luminosa y delicada (sin blandenguería, por otra parte) del texto del huerto: "...dulce peso de la flor...". Belleza a raudales, y no solo musical. Bien, también los secundarios: Leire Peralta, paje; L. Vergara, P. Iragorri y Carlos Díaz de Cerio, bailarín, que se marcó espléndidos y sorprendentes giros como Colón. El coro es muy protagonista y hace de todo. Entra decidido en el fuerte de Ves esa mar, así nos disipa el temor a la poquedad vocal. Cumple bien con el Himno Hispánico. Sale airoso de la dura escalada de los Pirineos, con esa planicie sonora en el agudo. Y aporta matices según rece (voces mensajeras), desafíen a Dios (atlantes), narren la destrucción, o alaben la Redención (El Señor es mi apoyo, los Santos días aparecen...). En la catedralicia salve final, eché en falta más asamblea coral, pero eso es por la tradición de escucharla a gran coro. Salimos sabiendo mucho más de la Atlántida.