El 4 de octubre de 2007, Arantza Santesteban (Pamplona, 1979) fue detenida por pertenencia al ilegalizado partido Batasuna en un momento en el que había conversaciones abiertas entre ETA y algunos partidos políticos con la intención de poner fin al conflicto. 918 fueron las noches que pasó en la cárcel. Más de dos años y medio sobre los que la realizadora navarra, partiendo de sus recuerdos y pensamientos, construye un relato íntimo en primera persona lleno de detalles, que da la espalda a la amplia tradición artística de retratos de héroes políticos. 918 GAU (66’) se proyecta este jueves 17 de marzo en la Sala de Cámara de Baluarte en dos sesiones (10.00 y 19.00 horas).

‘918 GAU’ surge de una vivencia de conflicto político pero es una película de reflexión, de matices y detalles, dudas e incertidumbres. Nos sitúa en un lugar incómodo por ser poco transitado.

-Sí, era el punto de partida de la película. Parece que la tradición que hay en las películas que abordan experiencias o conflictos políticos es siempre la de ver sujetos muy uniformes en su pensamiento político, en su vida; siempre son relatos como de coherencia total. Y yo quería reivindicar que lo político también puede sustentarse en sujetos que a veces pasan por momentos de crisis o de dudas o de no saber muy bien qué hacer cuando uno ha pasado por experiencias tan fuertes. Tampoco era una intención súper meditada, no lo he visto como mi misión, sino que según la iba haciendo me iba dando cuenta de que iba a ser una película muy inestable y fragmentada, y que era un poco la forma que tiene para mí la duda o mi propio proceso, que es muy errático.

¿Esa fragmentación caracteriza su evolución personal y política?

-Sí, bueno, no sé si es fragmentación, yo no me he movido mucho del sitio, siento que he hecho diferentes desplazamientos.

Quizá más en lo que se refiere al pensamiento.

-Sí, eso es, igual más en el pensamiento. He ido de un lado a otro pero no tengo la sensación de que haya dado pendulazos, que sean sitios excluyentes de otros; me he aventurado a entregarme a diferentes situaciones o ponerme en diferentes lugares del pensamiento, y eso siempre hace que una oscile y se meta a veces en lugares donde surgen nuevas preguntas.

¿Cree que la cultura, el arte, es la vía más eficaz para visibilizar esos lugares incómodos, para ir más allá de esa polarización a la que nos fuerzan?

-Sí. La cultura y las expresiones artísticas, sé que para otra gente suponen otra cosa, no tiene por qué suponer para todos de repente la cultura un sitio donde plantear todo el rato cosas incómodas, a veces también se plantean cosas que nos dan mucho gusto porque son más autoafirmativas; hay productos culturales que nos reafirma, no es mi opción pero entiendo que también pueden funcionar y estar bien para mucha gente. Pero yo ahora mismo me sitúo en que la cultura y las creaciones artísticas tienen un potencial muy grande para interpelar, para que las cosas piquen un poquito, o para emocionarnos en un sentido y en otro. Es un buen medio.

¿Le ha costado compartir esa intimidad, sus dudas e incertidumbres, abrirse de esa manera?

-Sí me ha costado, no ha sido fácil. Ha sido un proceso largo, de unos cinco años, y a la vez también he trabajado en otros proyectos, no me he dedicado completamente al cine, he hecho otras cosas que también eran exigentes. Entonces ha habido un esfuerzo de trabajo grande y sobre todo un esfuerzo de decidir qué llevo a la película y qué dejo fuera, y por qué y cómo. Ha sido un proceso complejo.

Tiene su recompensa. La película está siendo bien recibida en la industria cinematográfica europea, está siendo premiada. ¿Cómo espera que se acoja ahora aquí, en casa?

-Pues no sé, siempre en casa hay otra base. Hasta ahora fuera ha ido muy bien y he salido muy contenta de todos los debates que ha generado la peli, porque han servido mucho para que la gente que estaba en la sala haya propuesto sus lecturas sobre la película, incluso hay gente que ha hablado de cosas que le han pasado; ha sido muy potente. Pero claro, aquí, siempre en casa y en nuestro contexto hay mucha más información, hay más polarización, es más complejo, hay muchos más afectos que juegan fuerte, y estoy expectante. En todo caso es una película muy respetuosa. No quiere generar polémica, sino dejar espacio para que cada cual haga su propio viaje.

Aunque nazca de algo íntimo, es un relato que tiene mucho de universal; en él su vivencia se diluye de alguna manera con las del resto del mundo, con dudas y desconexiones que todos y todas podemos tener.

-Sí, aparecen además otros personajes por ahí, y eso surgió porque cuando estaba pensando la película, me hacía la pregunta de si yo, con mi experiencia que parece muy particular, porque tendemos a particularizar mucho experiencias como la mía, podría disolverme en otras personas. Si mi personaje, aun habiendo pasado por esto, podría tomar otros cuerpos. Porque al final yo he hecho el camino siempre con los demás, nunca he estado sola, siempre he ido haciendo con los demás, y era también una manera de explorar si tenía alter egos o si podía encarnarme en otras personas. Y, como dices, hay una potencia universal en la intimidad de cada cual. Asociamos intimidad con mundo secreto y particular, y yo creo que cuando la revelamos nuestra intimidad, habla de otras intimidades comunes, que ahí resuenan y con las que conecta. Ahí estamos compartiendo cosas que nos pasan a todos y a todas.

¿Siente que compañeros o compañeras de militancia de aquellos años se identifican y empatizan con este relato, con su evolución?

-Bueno, por suerte, creo que con el tiempo y con la distancia, hay de todo, hay gente que siente la experiencia vivida de una forma muy apegada y muy sólida y sin haber transitado por otros escenarios, otros lugares, y luego hay gente que sí, que se ha hecho preguntas y que vive su compromiso político desde quizá una apertura diferente. Hay de todo y lo inteligente no es tanto para mí decir qué está bien y qué está mal sino entender, comprender cómo nos movemos las personas en esos espacios de afinidad.

Imagino que es necesario que pase un tiempo desde la vivencia de esos años en la cárcel, digerir el proceso para poder hablar de él de una manera experimental, desde otro lugar, desde lo poético.

-Sí, es la expresión que me ha salido a mí. Mucha gente me pregunta por qué no he escrito un libro de todo esto y por qué he hecho una película, y sí, podía haber escrito un libro, además me gusta escribir; pero siempre entendía que la palabra, por muchas oportunidades y posibilidades que pueda ofrecer, no era el medio con el que yo quería transmitir algunas cosas, y que para ello tenía que recurrir al cine, donde hay imagen en movimiento, hay sonidos, hay silencios, y me parecía que podía expresar mejor sobre todo esas sensaciones de confusión o más erráticas, de dudas, más de abrir preguntas y no cerrar. Lo he hecho así y estoy contenta.

Si piensa ahora en la vivencia de la cárcel, ¿qué le viene a la mente?

-Me viene la dureza de la institución penitenciaria. No puedo evitar emocionarme cuando veo noticias o conozco personas que han pasado por ahí, o leo relatos de gente que ha estado presa. Porque es un modo de vida duro, la institución penitenciaria es muy jerárquica, no es nada porosa, y es muy dura para la persona que está presa. Todavía me emociono y siento mucha empatía.

¿Y si piensa en los años de lucha y militancia?

-A ver, tengo de todo. No tengo una única opinión o sensación sino que es una amalgama de sensaciones. Tengo mucho amor, tengo mucho respeto, tengo mucha, muchísima gratitud; pero bueno, también tengo desencajes, desajustes, tengo cosas que no me terminan de interpelar ahora mismo. No sé cómo decirlo. Creo que es una experiencia muy intensa, muy potente, y yo estoy muy llena, muy plena de haberla sentido.

¿Qué futuro espera para la película?

-La idea es que se estrene en salas. Todavía nos quedan algunos festivales por delante, pero como todavía no son públicos no puedo decir cuáles, pero tenemos festivales para un rato, hasta verano o así. Y una vez pasado el verano, imagino que ir a salas de cine, en septiembre u octubre. Ya veremos lo que pasa porque es difícil colocar este tipo de películas en salas.

¿Faltan apoyos para sacar este tipo de cine adelante?, ¿es un medio precario?

-Pues es duro levantar una película. No es fácil. Hay mucha gente peleando por sacar proyectos, y gente muy buena que lleva muchos años en el cine y la ves ahí con un proyecto peleando una y otra vez, es duro. Pero veo a mi alrededor que mucha gente está haciendo cosas, muchas mujeres están ahora haciendo películas y a mí me da mucho gusto. Cuando empecé, no hace tanto tiempo, sentía que no había tanta gente y de repente en los últimos cinco años hay un montón haciendo cosas, y en concreto en Navarra estamos ahí unas cuantas mujeres ayudándonos y sacando proyectos las unas con las otras. Ese apoyo es imporante, nos da mucha energía. Aunque obviamente hacen falta recursos. Pero hay una energía muy bonita ahora en Pamplona respecto al cine.

¿Está inmersa en algún otro proyecto?

-Aunque me llaman muchas cosas, ahora mismo me toca apretar con la tesis doctoral que tengo que entregar a final de año. Es sobre estudios de cine y representación de los conflictos y los sujetos políticos. Va en la línea de la película. En realidad la película es parte de este universo de la tesis.

“La cárcel es dureza y jerarquía; todavía me emociono y empatizo al pensar en aquella vivencia”“En la intimidad de cada cual resuenan intimidades comunes; hay una potencia universal ahí”"Hay una energía muy bonita ahora en Pamplona respecto al cine"

‘918 GAU’

‘918 GAU’Duración: 66’.

Idioma: Euskera.

Dirección: Arantza Santesteban.

Fotografía: Maddi Barber.

Montaje: Mariona Solé.

Sonido: Alazne Amestoy.

Producción: Txintxua Films, Hiruki Filmak, Marian Fernández Pascal, Marina Lameiro.

Proyecciones, este jueves: En la Sala de Cámara de Baluarte, en dos sesiones, a las 10.00 y 19.00 horas (por la tarde con presencia de la directora).