Rey de la provocación y pionero en la reivindicación del mal gusto en el cine, el estadounidense John Waters, autor de títulos de culto como Pink Flamingos (1972) y Hairspray (1988), aseguró ayer en Madrid que hacer cine independiente es hoy “más difícil que nunca”.

“Odio cuando la gente empieza a decir que en nuestros tiempos las cosas eran mejores, eso te hace mayor y no saber lo que está ocurriendo hoy, pero creo que hacer una película independiente es más difícil que nunca”, ha dicho en rueda de prensa.

“La gente sólo ve Top Gun y Spiderman, al menos en EEUU, añadió el también escritor, coleccionista de arte y monologuista. “Personalmente, me resulta increíble porque el independiente es el cine que rompe con la censura y que trae nuevas ideas”.

Icono del cine underground, admirado por cineastas como Pedro Almodóvar, Waters visita Madrid estos días como padrino de la décima edición del Festival Rizoma, que promueve el cine de autor y su convergencia con otras disciplinas artísticas y que en 2013 trajo a España a otra figura de culto como es David Lynch.

El paso lunes Waters presentó en el Mk2 Cine Paz una proyección especial de Cry baby (1990), un paródico filme musical protagonizado por Johnny Depp y ayer estrenó su monólogo Falso negativo en el Teatro Cofidis Alcázar, en el que mezcla reflexiones humorísticas sobre “moda, crimen, covid, sexo o películas, un poco de todo”, avanzó.

Waters lleva “toda la vida” haciendo monólogos en Estados Unidos, aunque aquí sea una de sus facetas menos conocidas. Su origen se remonta a la década de los 70 cuando presentaba sus gamberras primeras películas en proyecciones en universidades.

Su visita coincide además con el 50 aniversario de Pink Flamingos, un filme que, trasgrediendo todos los límites del decoro y mostrando todo tipo de perversiones y anomalías, se convirtió en un fenómeno por el boca a boca y le aupó como padre del cine trash (basura).

Waters confesó que le resulta chocante verla hoy incluida en las listas de mejores películas americanas. Hubo escenas que en su momento fueron censuradas, como el final en el que Divine come literalmente excrementos de perro.

Se trataba de trasgredir, explicó, en una época en la que parecía que todo estaba hecho, una apuesta por “la anarquía” más que por “lo escatológico”, que quizá hoy no podría rodarse por “la corrección política” y lo que en Estados Unidos llaman “editores de sensibilidad”.

Aquella película marcó su carrera, pero Waters también ha transitado por un cine más accesible. El director considera que su mejor película es Serial Mom (1994), una comedia negra en la que Kathleen Turner interpretaba a una madre asesina que hacía malabarismos para mantener el equilibrio en su vida. “Tuvo un presupuesto de 30 millones de dólares, algo hoy imposible de conseguir ni siquiera en Hollywood”, aseguró.

Aunque lleva años sin filmar, Waters asegura no haberse retirado. “Me pagaron para hacer tres secuelas de Hairspray que no llegaron a rodarse y un guion de un filme navideño”, enumeró el polifacético artista.