CONCIERTO DE C. TANGANA

Fecha: 03/09/2022 Lugar: Navarra Arena Incidencias: Lleno absoluto. Doce mil almas se dieron cita en el Arena para presenciar el espectáculo que más esta dando que hablar en los últimos años en nuestro país. Producción faraónica, con unos treinta músicos en el escenario y decenas de personas trabajando entre bambalinas. Ochenta minutos de duración; algo corto, pero nadie se quejó.

Gente reservando sitio desde el mediodía; una cola interminable de personas que llegaba hasta más allá del estadio de El Sadar; una hilera multitudinaria bajando desde el centro… No había ninguna duda, un evento especial iba a tener lugar en el Navarra Arena. Ni más ni menos que C. Tangana, el artista del momento, llegaba con su espectáculo Sin cantar ni afinar. Y decimos espectáculo y no concierto, no porque no lo sea, que lo es, sino porque, en realidad, lo que sucedió el pasado sábado en el pabellón fue mucho más que un concierto.

Con casi media hora de retraso y a ritmo de marcha militar se retiró el telón. Después, algo menos de noventa minutos de grandiosidad audiovisual y sí, por supuesto, también musical. ¿Por dónde empezamos? Por ejemplo, por la inmensa pantalla que cubría, a lo ancho, la práctica totalidad de la pista. Más grande que la de muchas salas de cine, para que nadie perdiese detalle de lo que iba a suceder sobre el escenario. Y otras dos pantallas, bastante más pequeñas pero de tamaño considerable, muy esquinadas, para que pudiesen verlas los espectadores que estaban en las gradas más ladeadas. Decenas de personas trabajando debajo del escenario y decenas de personas trabajando encima: unos treinta músicos, incluyendo una (no tan) pequeña orquesta. Un espectáculo difícil de ver, y menos en un artista nacional.

El arranque fue sobresaliente, con un avasallador despliegue de sonido y un Pucho que comenzó sentado a una de las muchas mesas que había sobre las tablas y que simulaban un bar, con camareros incluidos que servían bebidas y a veces interactuaban con el público. También se levantó a cantar recorriendo una pasarela que se adentraba varios metros entre su audiencia. Sonaron aquí canciones como Still rapping, Te olvidaste o Cambia.

Hubo una segunda parte en la que se sentó alrededor de una gran mesa junto a otros músicos para, entre risas y copazos, marcarse una sobremesa rumbera. Porque C. Tangana ha tenido la inteligencia, la ambición y el talento necesarios para trascender la escena de la música urbana en la que nació. En ocasiones muestra su raíz de trap, aunque la mayor parte del tiempo está resulta imperceptible, decantándose con rotundidad hacia el flamenco y la música latina. A pesar de tener el disco más exitoso de los últimos tiempos en nuestro país y, por lo tanto, un puñado de canciones conocidísimas por sus fans, el artista no escatima con las versiones: Noches de bohemia, Corazón partío o La alegría de vivir, himnos indiscutibles del flamenco pop, o del pop a secas, pues también se marcó una sorprendente adaptación de Aunque tú no lo sepas. También dejó que sus acompañantes se luciesen cantando a solas (Niño de Elche), o tocando con virtuosismo sus instrumentos (Yeray Cortés en la guitarra).

La actuación transcurrió como una obra de teatro en la que todo fluyó con naturalidad, señal de que había innumerables horas de trabajo detrás. Los músicos se levantan y se sentaban según aconsejaba el guion, pero siempre con precisión milimétrica, al igual que las luces y las transiciones entre canciones. El público, por su parte, celebraba las melodías que Pucho, intachable maestro de ceremonias, iba interpretando. Algo de trap (Llorando en la limo), pero casi todo rumbas, flamenco pop y ritmos populares sudamericanos, una confluencia de estilos que le han convertido en lo que es, una estrella indiscutible a ambos lados del Atlántico. Muriendo de envidia, Antes de morirme o Un veneno fueron algunos de los himnos previos al descorche de champán que puso fin al show. Gustará más o menos, pero pocas veces se ha visto un espectáculo semejante en Pamplona.