El Museo Guggenheim Bilbao comenzó sus grandes exposiciones temporales con la muestra China: 5.000 años, de la que el propio director de la Fundación Guggenheim, Thomas Krens, resaltó que representaba “la vanguardia perpetua” al recorrer las principales innovaciones artísticas de los últimos cinco milenios. Y ello a través de aproximadamente 500 obras de arte chino fechadas desde el Neolítico hasta finales del siglo XX, que ocuparon dos terceras partes del magno edificio del 18 de julio al 22 de octubre de 1998.

Fue la primera exposición que reunió el arte chino tradicional y el moderno, y exploró la innovación y transformación del mismo en una gran variedad de técnicas.

Organizada por los Museos Guggenheim en colaboración con el Ministerio de Cultura de la República Popular China, la Administración Nacional del Patrimonio Cultural de la República Popular China, la Agencia China de Exposiciones Internacionales y Art Exhibitions China, para crear esta muestra, de alcance sin precedentes, más de 50 instituciones públicas y privadas de 17 provincias chinas prestaron sus obras. Muchas de ellas nunca antes habían salido del país.

La exposición, montada con el asesoramiento del arquitecto japonés Arata Isozaki, ahondó en la diversidad del arte chino

La estrella de la exposición fue el grupo de cuatro guerreros y un caballo de terracota, procedente del célebre yacimiento de la dinastía Quin, descubierto casualmente por un campesino en 1974. Un hallazgo descomunal que permitió desenterrar 7.000 guerreros de tamaño superior al natural, todos con el rostro diferente, modelados dos siglos antes de Cristo.

Por secciones

El recorrido partió de la época más remota. Las obras más antiguas fueron las piezas de jade del Neolítico. A partir de ahí, la trayectoria prosiguió por los bronces, la cerámica funeraria, el gres y la porcelana, la escultura, pintura y caligrafía.

En cuanto al arte tradicional, a cargo del comisario Sherman Lee, una autoridad mundial en arte chino, destacaron los importantes descubrimientos arqueológicos recientes que podían verse, así como obras maestras de pintura paisajística, esculturas religiosas poco comunes y artículos de lujo exquisitamente trabajados.

En las obras se apreciaron dos tendencias: la innovación conceptual y la tecnológica, derivada de la búsqueda que hicieron los artistas del mejor medio para representar sus ideas.

Por su parte, la sección dedicada a la segunda mitad del siglo XIX y el XX abordó el arte chino moderno. Comisariada por Julia F. Andrews, especialista en arte chino del siglo XX y profesora de la Ohio State University, y Kuiyi Shen, de la misma universidad, ahondó en las formas desarrolladas por los artistas chinos desde 1850 para definir la modernidad y sus tradiciones frente a la compleja historia de su país. Contó con óleos, diseños gráficos, xilografías y guohuas (pinturas de estilo tradicional con tinta y color).

Obra de Rauschenberg. © FMGB, GUGGENHEIM BILBAO MUSEOA, 2022 FOTO: ERIKA EDE Rauschenberg y Frankenthaler

Rauschenberg y Frankenthaler

Grandes protagonistas. Rauschenberg y Frankenthaler fueron algunos de los grandes nombres propios cuya obra desfiló por el Guggenheim Bilbao en 1998. En la retrospectiva de Robert Rauschenberg, organizada cronológicamente, destacó su producción pictórica y escultórica, reflejando el modo en que trabajaba con distintos medios. Además, la muestra presentó la obra de este artista nacido en Texas en 1925 como dibujante, fotógrafo e impresor, así como sus colaboraciones en las artes teatrales y en el trabajo basado en la tecnología. Por otro lado, la exposición ‘Después de Montañas y mar: Frankenthaler 1956-1959’ recogió la producción de la artista tras su legendaria pintura, la primera obra en la que utilizó su famosa técnica a base de “manchas de color absorbidas”.