Eduardo Córdoba Oronoz (Sangüesa, 1949) no concibe el arte sin intención de comunicación y sin pensamiento. Él, observador del mundo que habita, no puede evitar proyectarse y proyectar el tiempo y la realidad que vive en aquello que crea. Pinturas y esculturas de un colorido “jugoso” y divertido y, a la vez –porque insiste el artista, “no está reñido lo uno con lo otro”–, de un contenido “serio”.

En este caso, el artista navarro ofrece, a través del pálpito del color, la forma y la materia, una reflexión sobre la “tensión constante” que siempre ha existido y sigue existiendo entre la sociedad civil y la sociedad institucional por el dominio y el control del poder. Arte como respuesta a un conflicto universal, a un debate en el que se despliegan códigos muy diferentes: “El método, el rigor, la estructura y la jerarquía propias de la sociedad institucional, y el aspecto vivo y cambiante que define a la sociedad civil. Porque nosotros, como urbanos, estamos constantemente transformándonos, estamos en proceso de cambio sistemáticamente”, dice el creador sangüesino.

Este debate llevado a lo visual, a sus territorios artísticos que son la pintura y la escultura, o, en palabras del artista, “la seducción de lo pictórico y el encuentro entre lo sugerido y lo evidente”, se hace presente en la exposición que acoge hasta el 11 de diciembre la Sala Gótica del Palacio del Condestable de Pamplona.

ALTERNATIVAS AL CONTROL SOCIAL

Bajo el título Sociedad Civil y Sociedad Institucional. Gizarte Zibila eta Gizarte Instituzionala, Eduardo Córdoba plantea en esta muestra, ya la 19ª individual y temática que realiza, los códigos de esa “lucha de siempre” y hace su particular canto a la sociedad civil y a su potencial transformador para concluir con una propuesta de solución al conflicto: mirar a la naturaleza, reconectarnos con ella, cuidarla y respetar su equilibrio, porque también es el nuestro. 

El recorrido acoge una serie de esculturas dedicadas a los poderes judicial, legislativo, jurídico, financiero –en una pieza realizada sobre un soporte de dólares triturados, símbolo del capitalismo–; al poder energético “que no hay que olvidar que es el electrofranquismo”. También está representado “el Poder de los Tontos, uno de los más peligrosos y en el que nos vemos reflejados todos muchas veces”, dice el artista; el poder de la Iglesia, “la multinacional que funciona desde el principio de la humanidad”; y los poderes que se ejercen desde la monarquía, las redes sociales y los medios de comunicación.

Métodos de control social ante los que Eduardo Córdoba plantea alternativas como la rebelión, la fraternidad o la solidaridad, y que bien podrían crecer en el Árbol de la Vida que ha creado el artista y que luce en esta Sala Gótica.

CANTO A LA SOCIEDAD CIVIL: DOS HOMENAJES

El canto de Eduardo Córdoba a la sociedad civil se enmarca en la expresión que ésta tuvo en el siglo XIX, con la Comuna francesa de 1871, el Sexenio Revolucionario y el cantonalismo en España en época de la Primera República, y acoge aquí un homenaje a “un personaje de origen navarro que fue alcalde de Cádiz” y que para el artista “simboliza lo que es Sociedad Civil: Fermín Salvochea”, cuenta el autor, que dedica esta exposición a “un buen amigo que murió estos pasados Sanfermines”: el pamplonés Maxi Beperet Aizcorbe. Con él, Córdoba y otros amigos emprendieron en los 80 una lucha ecologista para promover el reciclaje de basuras y concienciar sobre su importancia. Algo por lo que fueron “perseguidos y multados” por las instituciones navarras.

“Compramos un autobús de dos pisos donde dábamos charlas, y el Ayuntamiento de Pamplona nos quiso cobrar impuesto de circulación, siendo un autobús que estaba parado... Nos persiguieron y multaron por todos lados por pedir el reciclaje de las basuras. Ahora sería impensable cualquier ciudad que no recicle... Es increíble cómo la Administración acaba incorporando dinámicas sociales en las que la sociedad civil ha ido siempre por delante, y se queda tan ancha y pierde la memoria”, denuncia Córdoba.

Como conclusión al debate que abre en la exposición del Condestable, y en el que despliega todas las expresiones de una sociedad civil abierta y cambiante, plantea la naturaleza como solución y alternativa a la lucha. “En el siglo XIX, el sentimiento por la naturaleza ya resolvió dos concepciones del mundo totalmente diferentes y enfrentadas: la institucional, moralizante y universal de los neoclásicos; y la visión trágica e individualista de los movimientos románticos”.

“Creo que hoy día el sentimiento por la naturaleza podría resolver el conflicto entre las sociedades civil e institucional. Pero me temo que los que mandan están más por destruir que por respetar”, reflexiona el artista.