CONCIERTO DE QUIQUE GONZÁLEZ

Fecha: 14/01/2023. Lugar: Casa de Cultura de Burlada. Incidencias: Prácticamente lleno. Público en pie en la pista y sentado en gradas. Quique González (voz y guitarra), Toni Brunet (guitarra), Jacob Reguilón (bajo y contrabajo), Raúl Bernal (teclados y hammond), Edu Olmedo (batería).

Se hizo de rogar Quique González esta vez, pues no ha visitado Navarra hasta casi finiquitar una gira en la que lleva embarcado aproximadamente un año. Aquí cuenta con una buena base de seguidores; las pocas decenas que acudían a sus primeras citas en Artsaia o Villava se han multiplicado y son ahora varios centenares, suficientes para prácticamente llenar la Casa de Cultura de Burlada. Con sobriedad comenzaron a sonar los primeros acordes de Sur en el valle, la canción que da título y abre su último álbum. Esta fue la chistera de la que salieron las siguientes sorpresas, que fueron Te tiras a matar y Amor en ruta, para escarbar después en recuerdos más añejos: Caminando en círculos, algo atemperada respecto a su versión original (aunque se aceleraba en los estribillos), Avería y redención, La luna debajo del brazo y Palomas en la Quinta (las dos ultimas de Daiquiri blues y Kamikazes enamorados, respectivamente, quizás los discos que mejor maridan con la serenidad de Sur en el valle).

Tras presentar sus respetos a Rafa Berrio con su magnífica versión de Considerando (la grabó para el disco de homenaje que auspició su teclista, Raúl Bernal), rebuscaron en la inmensidad de su fondo de armario, y es que su cancionero atesora tanta calidad que bien podría elegir los repertorios de los conciertos al azar y la nota de los mismos nunca bajaría del notable alto. En Burlada tocaron Orquídeas, Me mata si me necesitas, Puede que me mueva o Detectives, todas ellas pertenecientes a sus dos últimos trabajos, antes de subir un poco más la intensidad emocional con Su día libre, en la que recuerda a sus padres a la par que relata las sensaciones de un músico en la carretera, y La fábrica, dedicada a la memoria de uno de sus mejores amigos, fallecido pocos días antes del concierto. En el tramo final, la imperecedera Aunque tú no lo sepas, 39º (con poema de Bukowski en la coda final), Salitre o Vidas cruzadas, interpretada esta última, como siempre, por el público en el último estribillo. El nivel de las composiciones, ya se ha dicho, fue excelente, y eso que dejó fuera pesos pesados como Y los conserjes, La ciudad del viento o La casa de mis padres (esta última estaba en el setlist, pero la sustituyeron sobre la marcha por la más festiva Dallas Memphis).

En una velada de tantos quilates, la banda mantuvo en lo alto el nivel de excelencia, poblando de detallismo los momentos de quietud y repartiendo grasa cuando la ocasión lo requería. A la salida, Belcos, talentoso cantautor local que bebe de las mismas influencias que González, lo resumía a la perfección: “La gente no se da cuenta de lo difícil que es tocar así, con tanta pasión y sonando tan bien”. No le falta razón: es más que probable que solo los músicos sepan valorar el enorme esfuerzo que se esconde tras las lentejuelas de su oficio. Pongámoslo de manifiesto entonces, que pocas trayectorias tan honestas y reivindicables como la de Quique podremos encontrar en las altas esferas del rockerío nacional.