A través de entrevistas y de material de archivo, Izaskun Arandia reconstruye la historia de My Way Out, un lugar que ha servido de refugio y reivindicación de la comunidad trans de Londres, siendo todavía a día de hoy un espacio que acoge sin importar orientación sexual o identidad de género.

Creo que trabajaba en otro proyecto, ‘Ni naiz naizena’, cuando se cruzó esta idea. 

–Eso es. Estaba trabajando en la webserie Ni naiz naizena en colaboración con la Asociación Gehitu. En ese proyecto también participaba Yogurina Borova, que es la que me habló de la existencia de este club en Londres y me dijo que le haría muchísima ilusión visitar este lugar. 

Y se decidió a visitarlo. 

–Yo viví un montón de años en Londres y suelo ir bastante de visita, así que en mi siguiente viaje me animé a ponerme en contacto con la responsable del club, Vicky Lee, un sábado por la noche me presenté allí y fue una pasada...

¿Qué se encontró? 

–Vi un lugar mágico, especial, donde se respira muchísima libertad, buen rollo, un ambiente muy majo donde todo el mundo está ahí para pasarlo bien. Me pareció un sitio muy inspirador. Pensaba ir 10 minutos para conocer a Vicky y el lugar y acabé quedándome prácticamente toda la noche. La gente es muy abierta, jatorra, y allí te sientes muy tranquila y bien. Enseguida noté un sentimiento de seguridad y lo percibí también en la gente que ese día estaba en el club. Yo recuerdo que cuando de joven iba a alguna discoteca solía haber alguna bronca, por supuesto había acoso y otras cosas, y en My Way Out no pasaba nada de eso. Y me di cuenta de que era por la labor de Vicky Lee.

¿Qué es lo que hace Vicky para lograr ese ambiente? 

–Ella se encarga de que no haya broncas y de que todo el mundo esté a gusto. Se encarga de dar la bienvenida en persona a quienes acuden por primera vez al club; se ocupa de pasar información, de hacer conexiones, de presentar a gente... No sé, me pareció un lugar verdaderamente especial. Y ya cuando me senté a charlar con ella más tranquilamente y me contó los años que llevaba con el club y el objetivo que perseguía con él ya me parecieron palabras mayores. Este sitio está haciendo un trabajo para la comunidad verdaderamente importante.

¿Y cuándo decidió que tenía que hacer una película de My Way Out y que, además, iba a ser su primer largo como directora? 

–Enseguida. Después de aquella primera visita, volví con Yogurina y ahí ya decidí que iba a hacer el documental. Mientras terminaba Ni naiz naizena, estuve mucho tiempo desarrollando este otro proyecto.

Como queda claro en la película, estamos ante algo que es mucho más que un club trans.

–Sí, sí. No es para nada un lugar excluyente donde no te van a dejar entrar por llevar unas zapatillas o una vestimenta que no corresponde. Es absolutamente inclusivo. Hay personas trans, por supuesto, pero también personas de todo tipo de orientación sexual e identidad de género. Da la bienvenida a todo tipo de público y lo hace de manera especial. Yo, que soy una mujer CIS heterosexual, me he sentido siempre súper a gusto. Para mí el Way Out es el minimundo ideal en el que cabe todo el mundo y donde todas las personas se llevan bien.  

En la película nos acerca las historias de Vicky, de Andie, de Leslie, de Ceri... ¿Cómo seleccionó los testimonios? 

–Antes de grabar estuve unas cuantas veces en el club como observadora, viendo el funcionamiento, cómo se manejaba Vicky, las distintas actuaciones... Fui pensando cómo podría grabar todo aquello y en esas visitas me fijé en personas que me parecían interesantes por cómo bailaban, cómo se relacionaban... Y desde el principio me pareció importante que salieran personas de distintas generaciones y de distintas culturas, porque hablando con ellas se ve que las experiencias son muy diferentes. No es lo mismo ser una persona trans nacida en 1950 que una nacida en 1982. Era interesantes capturar esas vivencias y ver cómo cada una había navegado por ellas.

Muchas de esas experiencias son dramáticas, traumáticas incluso, pero el documental opta por un tono positivo.

–Esa era mi obsesión desde el principio del proyecto. Todo lo que vemos en los medios en relación al tema trans suele ser negativo y yo quería hacer un retrato de gente superviviente, feliz y realizada. Personas con sueños que han vivido distintas experiencias, algunas muy duras, pero que tienen ilusiones y son muy positivas. Han pasado por mucho, pero hoy en día tienen vidas plenas. Para mí, ese era el mensaje. Y es que, además, ellas son así. Son muy conscientes de las vivencias que han tenido que atravesar, no lo han tenido fácil, pero saben claramente quiénes son y lanzan ese mensaje positivo de que todos deberíamos defender quiénes somos y ya está.

¿Por qué es importante que veamos ‘My Way Out’ ahora, en un momento como el actual, en el que parece que vivimos un retroceso en las libertades? Da la sensación de que la de los 80 era una sociedad más abierta para algunas cuestiones.

–Sí, lo parece. Es una tendencia. Queda claro que la derecha más reaccionaria está cogiendo poder y estableciéndose en la sociedad. Espero que sea algo cíclico y que se pase tan pronto como ha venido. Por ejemplo, Vicky Lee recuerda en el documental toda la polémica que se desató hace unos años por el uso de los baños públicos. Fue ridículo y hoy en día lo es. Si entras en Twitter, encontrarás algún comentario al respecto. Y a Vicky le parece increíble que estos debates se vuelvan a dar hoy en día.

Parece que hay polémicas que conviene alimentar.

–Eso es. Personas trans han existido siempre, y que ahora se le dé tanta importancia, y negativa, a este tema hoy en día me da que pensar que es porque políticamente interesa se le dé ese tratamiento. Insisto, las personas trans no acaban de llegar en un platillo volante, han estado aquí siempre y hemos convivido con ellas siempre. Cuando se le pone el foco a un tema concreto y se hace de esta forma tan negativa, seguramente que es porque hay unos intereses detrás que desconocemos.

Ese foco hace daño.

–Claro, tiene un impacto negativo sobre las personas trans. Hace poco pudimos ver cómo una de ellas era agredida en el metro de Barcelona. 

Una de las imágenes de archivo que emplea la película. Cedida

Sin que nadie hiciera nada.

–Eso me impactó mucho. Yo no sé qué hubiera hecho, pero me da la sensación de que no me hubiera quedado mirando sin más. Todas estas cosas te dan que pensar.

En general, ¿cómo se ha recibido a la película allí donde la han mostrado?

–Muy bien. Estamos muy contentas. Hemos tenido unas críticas muy buenas y a la gente le está encantando. A priori igual da pereza meterse al cine a ver una película documental en inglés, pero cuando las personas la ven se quedan encantadas. Es una película muy, muy positiva que intenta transmitir el buen rollo que hay en el club. La gente sale con un poco de subidón también gracias a la música, que es muy alegre, de discoteca... Todo eso suma a esa sensación positiva.

Las imágenes de archivo también ayudan.

–Sí. Y contar con ellas fue un trabajo impresionante. Vicky Lee tenía un montón de videos, yo me he visto más de 100 horas de imágenes de archivo que ella fue grabando de distintas maneras. Ha sido un material esencial porque me ha ayudado a darle forma al guión. Yo quería contar la historia del club, de cómo ha evolucionado con los años, qué ha significado para las personas que lo visitan y, junto con todo esto, la evolución de la sociedad.

El martes 13 de junio llega a Iruña, donde aun no se había visto.

–Sí, y tenemos muchísimas ganas. Es la primera vez que se va a ver en Pamplona. La película se estrenó el 31 de marzo y ha estado en Madrid, en Barcelona, en Valencia, en las tres capitales vascas, pero faltaba Iruña y estoy súper feliz de poder enseñarla allí.