'Una broma es una cosa seria', el humor como recurso artístico en el MUN

Una broma es una cosa seria es el resultado de la investigación de estos jóvenes, quienes inauguraron ayer la exposición. El proyecto se podrá disfrutar hasta el 1 de octubre en la sala Torre del Museo Universidad de Navarra. 

Entre los autores de las obras que componen esta exposición, encontraremos a Liz Arnold, Anna Barriball, Andrea Bowers, Martin Creed, Dora García, Chris Johanson, Jaime Pitarch, Werner Reiterer, Nina Saunders, David Shrigley, Bob y Roberta Smith, Nedko Solakov, Marijke Van Warmerdam y Erwin Wurm. Además de los Artoons de Pablo Helguera, que no forma parte de la Colección Bergé, pero recurre al humor como procedimiento artístico y apela a la reflexión crítica, al igual que el resto de los artistas que integran Una broma es una cosa seria. 

La muestra ha sido seleccionada entre los TFM del Máster en Estudios de Comisariado del Museo y cuenta con el apoyo de Fundación Palazuelo y Gobierno de Navarra. Tras cada promoción, los alumnos del posgrado presentan sus propuestas ante un tribunal que escoge aquello que por su calidad técnica será objeto de una exposición dentro de la programación del Museo.

La exposición

La obra Intimate Strangers: Pope fans reaching towards, de Andrea Bowards, abre la exposición. Se presenta con un color dorado majestuoso e invita a pensar y sorprende. En esta obra el acercamiento entre los personajes desmitifica al artista, acercándolo a la cotidianidad y dando paso a la división de la exposición en 2 espacios. 

En la primera parte de la exposición, la relación texto-imagen se apodera de una pequeña sala en la que la creatividad se sobrepone a la ortografía, hay espacio para diferentes expresiones artísticas, como el dibujo, la pintura y la escultura. Y sobre todo, priman la reflexión y el humor, que de la mano de los Artoons de Pablo Helguera o del vídeo performance de Dora García, profundizan en temáticas como la ironía, la inspiración o el papel del artista como individuo. 

Lo cotidiano

Un largo pasillo encarna la segunda parte de la exposición repleta de objetos conocidos para el espectador. Entre otros, un sillón estrecho cuestiona los estándares del cuerpo, una bolsa de plástico impregnada evoca a la ecología y unos platos desafían la gravedad. Todos son objetos cotidianos que adquieren un significado distinto al habitual. Por ejemplo, en la obra Fat Car, un coche adquiere características humanas y se convierte en lo contrario de lo que debería ser, un vehículo obeso. Además de generar debates morales en la mente del espectador, la exposición ofrece una experiencia sensorial, como una pelota que bota sobre un colchón, que se escucha, pero no se ve. 

Por último, y como guiño a los más jóvenes, entra en juego la mediación con los visitantes. En una mesa repleta de libros, entre los que se encuentran los populares personajes de Mafalda, Tin Tin o Mortadelo y Filemón, el público puede ojear y entrar en contacto con las obras expuestas. El final de la visita sorprende con un juego de relacionar memes, sí, de esos que triunfan en las redes sociales. 

Según Jaime Guillén, la finalidad que persigue esta exposición es “crear una relación diferente y cercana con el espectador”.

Aunque las obras demuestran que el humor es una cuestión seria, esta premisa no contradice las sonrisas que la exposición ha robado a los asistentes en la inauguración en el Museo. Al gusto del espectador, queda en su mano el rumbo de la exposición, guiarse por la estética colectiva, profundizar con cada obra o atreverse con los dos.