No le gusta nada el fútbol, pero reconoce que después de tanto tiempo con La partida ha hecho un poco las paces con él. Aunque este espectáculo es mucho más que humor y movimiento. Aquí también se la juegan el feminismo, la homofobia, el racismo...

Más de 9 años de gira con ‘La partida’. Cuando el espectáculo ganó el Premio Moritz en 2015 en la Fira de Tàrrega seguro que no esperaba esta trayectoria.

–Pues no. Primero hicimos un preestreno un poco apurado y ya se empezó a hablar un poco del espectáculo, pero luego llegó el estreno y fue tan accidentado... El pase era a las diez de la noche y un futbolista se lesionó de gravedad a las ocho, así que tuvimos que cambiar un montón de cosas. Nos pasó de todo y para nada imaginamos que nueve años más tarde, y espero que muchos más, fuéramos a seguir con este esta pieza.

Hace unos días, María Goiricelaya, codirectora del Festival de Olite, comentaba que apuestan por la sostenibilidad de espectáculos y giras, de manera que no nazcan para morir al año o, como tarde, a los dos años. ¿Vero Cendoya defiende también este planteamiento? 

–Para mí es importante. Cuando hago una obra siempre pienso en que pueda girar. Eso me obsesiona y no me meto nunca en una escenografía grande. Cuando te pasa eso y tu propuesta se acaba, la sensación de fracaso y de recursos tirados a la basura es muy grande. La partida es todo lo contrario. Ya hemos cambiando el vestuario un par de veces porque se nos ha gastado, y es un gusto tener que renovar pelotas todo el rato. Espero que lo hagamos por muchos años.

¿Qué es lo que tiene esta propuesta que ha enganchado tanto y a tantos públicos diferentes? 

–Creo que es bastante original y única. Ahora está corriendo por las redes un espectáculo del Ballet de Lorraine, en Francia, pero es algo distinto. La partida tiene muy buena danza, fútbol freestyle y mucho humor. Tiene muchos ingredientes. Sin las súper bailarinas que tenemos y sin los futbolistas, la idea en sí misma no llegaría a ninguna parte. Y luego, claro, con el paso de los años hemos ido depurando la propuesta. Cada vez que la hacemos probamos un final nuevo y la dramaturgia cambia en función del país donde estemos. No es lo mismo hablar de la homofobia en El Salvador que en Berlín. Es un espectáculo vivo, no para de crecer y de volucionar.

¿Y cómo se le ocurrió lo de unir danza y fútbol, dos disciplinas aparentemente antagónicas? 

–La compañía la empecé con Adele Madau, que es la compositora de este y de todos mis espectáculos. Ella es muy forofa del fútbol y a mí no me gustaba nada, pero había una cosa que me obsesionaba mucho, y es que desde el principio nos han apoyado con subvenciones y sentía que tenía que utilizar muy bien ese dinero. En ese sentido, creía que lo más importante era robar espectadores de donde fuera, pero para la danza. Ahora no es que esté muy boyante, pero hace diez años el tema del público estaba mucho peor. Me pregunté quién tenía más espectadores y quedaba claro que era el fútbol. Además, Adele, que es sarda, me enseñó una película de allí, El árbitro, que retrata el fútbol de una manera muy coreográfica y me interesó.

Vero Cendoya.

Vero Cendoya. Cedida

Pero esto no va solo de danza y de fútbol. La obra aborda muchas otras cuestiones. 

–Siempre digo que La partida es una conversación sobre la vida mediante el movimiento. Por ejemplo, habla de la homofobia en el fútbol. Tenemos un árbitro abiertamente gay, al que le insultan y le llaman de todo. También aborda el tema del racismo, con un jugador negro al que llaman mono, y el de la conciliación familiar, con una portera que está embarazada... También se refleja el abuso o el feminismo. Hay un momento en que, después de que les hayan metido varios goles, una mujer se sacrifica por el bien de las demás. Para esto me inspiré un poco en las sufragistas de Estados Unidos, cuando una de ellas se lanzó a los pies de los caballos para hacer visible su causa. En resumen, que tú ves el espectáculo y lo pasas muy bien y te ríes mucho, pero tiene mucho trasfondo. 

¿Qué ha aprendido del fútbol en estos años?

–Yo vengo de la gimnasia rítmica y al final en el espectáculo hemos juntado muchas disciplinas. En el movimiento hay muchas cosas esenciales que son iguales, pero también contrarias. En la danza hay competitividad bien entendida y sana, pero no es como en el fútbol en absoluto, en el que todo el ganar o perder, aunque también reconozco que tiene un sentido del espectáculo interesante. Los futbolistas ya saben dónde se lucen. Yo no tenía ni idea de fútbol, pero, al vivir en Barcelona, te guste o no, te lo has de comer cada día con patatas, aunque reconozco que con el espectáculo me he reconciliado un poquito con él. 

¿Cómo formaste el equipo de bailarinas y futbolistas?

–Han pasado ya 65 personas por este espectáculo y las bailarinas han tenido ya 7 hijos. De vez en cuando hago audiciones para otro espectáculo y veo a alguien que encajaría muy bien en La partida y se lo propongo. Futbolistas es lo más difícil de conseguir.

¿Por qué?

–Porque no hay tantos, porque no hace falta tanto que jueguen muy bien como que puedan actuar, sepan trabajar en equipo y les guste girar. Me he encontrado de todo, desde gente que no había hecho nunca nada y de pronto parece que hubieran actuado toda su vida, hasta buenos jugadores que no saben exteriorizar. Aquí hay que hacer ver que te peleas, cargar contra el árbitro... 

¿Qué lugar ocupa la música?

–La música es interpretada en directo con Adele Madau y el resultado es una pieza de fútbol coreografiado musicalmente, lo que lo convierte en danza.

¿Y los textos de Eduardo Galeano?

–Estaba buscando algo que convirtiera un partido de fútbol en algo más épico y encontré que Galeano descontextualizaba muchas situaciones del juego y las convertía en cosas cotidianas, pero también en algo más grande. Son textos preciosos y encima tuvimos la suerte de que Blanca Portillo nos los grabó por ser amiga de la compañía. El broche perfecto.