Se cumplen exactamente 20 años de la explosión artística y mediática de Norah Jones. Fue en 2003 cuando se dio a conocer en medio mundo y cuando fue casi imposible no saberse al dedillo alguna de sus canciones, que se repetían incansablemente en todos los medios de comunicación.

Con una propuesta a priori relativamente sencilla y con unos matices vocales muy atractivos, se convirtió en una estrella mundial que ganó mucho prestigio en muy poco tiempo. La hija del gran intérprete de sitar Ravi Shankar lleva años manteniendo el listón altísimo con su propuesta, que hoy por primera vez hemos disfrutado en Donostia.

Ya sabíamos que el concierto había agotado las entradas, las más caras del Festival, a 95 euros.

Ha asistido un público más bien maduro y con muchas ganas de disfrutar de la velada. Noraj Jones ha sido acogida con un recibimiento caluroso cuando ha aparecido en escena y ha causado una muy buena sensación al escucharle cantar las primeras estrofas de Just a Little bitQué maravilla de voz. Casi sin esfuerzo, su potencia vocal llenaba todo el Kursaal.

En I'm Alive ya nos hemos convencido de las capacidades vocales definitivamente. Se ha movido con soltura en los graves, en los agudos o incluso susurrando. La dicción ha sido perfecta y la claridad del sonido ayudaba a que la escucha fuera placentera.

Se ha acercado al blues en What I´m yo you. Se trata de canciones atemporales, válidas en cualquier circunstancia. Luego ha presentado a los músicos, con Cris Morrisey en el bajo, Dan Lead en las guitarras y el batería, top ten, Brian Blade, al que ya hemos saboreado por aquí en distintas formaciones. La sorpresa ha sido no encontrarnos sobre el escenario al organista anunciado por la organización, Peter Remm.

Flame Twin ha sido la excusa para que Norah Jones se haya dirigido al público con pequeños comentarios jocosos. La banda viene rodada, llevan muchos conciertos a sus espaldas en esta gira y eso se nota. Si ya estaba resultando ameno el concierto, la irrupción de Sunrise ha supuesto un escalón más en la función. Acompañada por la Steel guitar, el tema ha resultado delicioso y muy cercano al original, y además es uno de sus grandes éxitos.

El jazz también ha tenido su protagonismo con It's wonderful time for love, con libertad para dejarnos pequeñas improvisaciones y comprobar que Norah Jones es una gran intérprete. Todo ha estado muy medido, pero también ha habido espacio para que los músicos se tomaran ciertas licencias.

Lógicamente, el foco estaba en ella pero hemos vuelto a descubrir las cualidades de ese gigante de la batería que es Brian Blade, estratosférico con su personal estilo de utilizar las baquetas. Un espectáculo. Can you believe con aires de soul y gospel ha sido el último single que ha publicado y suena muy convincente.

Y nos hemos ido luego hacia el country o la americana. Norah Jones se ha colgado una guitarra Fender y ha atacado Don´t know what it means para cambiar a continuación a una Stratocaster y, también en tono campestre, interpretar Rosie´s Lullaby, con la aportación maravillosa del Steel guitar.

El concierto transcurría sin mácula, cercano a la perfección pero sin demostraciones de entusiasmo. Nada que objetar, excepto cierta falta de empatía. Era el acontecimiento del Jazzaldia y eso se tenía que notar. Es cuestión de exigencias.

Han sonado impecables dos temas de su último disco, All a dream y Travelin on, y hemos sentido que entrábamos en la recta final cuando han empezado a aparecer éxitos gigantescos como Dont know whyHa sonado inmejorable.

El piano eléctrico Wurlitzer le ha servido para recordar el tema Chasing PiratesCome away from me ha sido recibida con mucho entusiasmo. Es otro de sus súper éxitos. Romántica, frágil, con esa cadencia maravillosa al cantar. Ha vuelto a asomar el country más pausado con To live , amago de final a un nivel altísimo. Y en el bis, y con Norah Jones sola al piano, ha tocado Nearness of you y, ya con la banda, The long day is over, ante la satisfacción generalizada.

La insistencia al grito de “Beste bat” ha conseguido que volvieran y cerraran con otra joya de sus inicios, ese blues llamado Turn me on, y nosotros con la sensación de que conciertos así consiguen un poder reparador y un bienestar muy especial.