En 2022 se cumplieron treinta años de la publicación de su primer disco en solitario, Que me parta un rayo, y ha hecho una gira conmemorativa. Usted nunca ha sido amiga de mirar atrás, ¿cómo ha sido el reencuentro con ese repertorio?

–Fue algo espontáneo y poco calculado. Es verdad que soy reacia a mirar hacia atrás, pero se cumplían treinta años de la salida de este disco, me di cuenta porque alguien lo puso en redes sociales. Yo misma, en casa, me puse el disco y escribí un mensaje diciendo que hacía treinta años de la publicación de ese disco, que fue el pistoletazo de salida de mi carrera en solitario. La respuesta a aquel post fue tan abrumadora en forma de mensajes públicos y privados, que surgió la idea, casi por demanda popular, de volverlo a tocar en directo. Planifiqué solo cuatro conciertos, Madrid, Barcelona y otros dos en Latinoamérica, pero nos los han pedido de todas partes y todavía lo estamos haciendo.

¿A Pamplona viene con ese concierto o con un espectáculo diferente?

–Voy con ese concierto. También estoy dándome el gusto de tener una gira que ese disco no tuvo en su momento, porque en aquellos años yo no tocaba tanto como ahora. He hecho ya más de diez conciertos en Latinoamérica y me quedan otros cinco o seis. Me he quitado la espinita. Y en España ha sido muy bonito encontrarme con el público que sigue escuchando ese disco, porque hay público que sobre todo es de ese disco, que igual luego no me ha seguido cuando me he puesto a hacer experimentos o música más intimista. Es muy bonito tocarlo y reencontrarme con esas canciones desde el momento actual. Muchas de ellas no las tocaba desde el 96, he tenido que volver a sacarme los acordes otra vez.

Me da la impresión de que, en España, a los artistas no se les perdona el éxito, como que les resta credibilidad para según qué parte de la crítica. Usted que lo ha vivido, ¿lo ve así?

–Ahora no es tanto así, pero en los años noventa sí había una división muy talibán, quien había sonado en una radio comercial no podía tener prestigio al mismo tiempo. Era totalmente estúpido, porque puede haber gente muy talentosa sonando en radios comerciales y gente mediocre sonando en radios alternativas. Era una división absurda. Álex y Christina empezó sonando en radios comerciales, supongo que ahí empezó todo el prejuicio que luego costó mucho quitarse de encima, pero es algo que ya se quedó muy atrás.

Usted tuvo mucho éxito al principio, pero luego tuvo que pasar una especie travesía del desierto para que esa parte de la crítica empezase a valorar sus trabajos, cosa que hizo con Mi labio superior.

–Sí, en mi caso ha sido así, pero no quiero dar la impresión de que uno hace música para la crítica. La música se hace por una necesidad personal, y en cada momento haces lo que sientes que es más honesto. Luego cada uno interpreta eso a su manera, por supuesto. Siempre hay cuestiones de estereotipos, enfrentamientos generacionales y muchas cosas que te cogen en medio de una carrera. Pero esta es una carrera muy larga. Son cosas que afectaban, sobre todo a la hora de tocar en directo, de dónde ibas a tocar y de a cuánta gente ibas a llegar, porque ahí la crítica, sobre todo antes, tenía mucha importancia. Con el tiempo me hace gracia leer a gente que en su momento había cuestionado discos míos y que después dice que eran grandes discos (risas).

“En los años noventa sí había una división muy talibán, quien había sonado en una radio comercial no podía tener prestigio al mismo tiempo”

Pau Donés solía decir que, cuando salió el primer disco de Jarabe de Palo, una revista publicó una crítica muy halagadora y que, pocos meses después, después del bombazo de La flaca, esa misma revista publicó otra crítica diciendo que el disco era horroroso.

–Sí, pasan cosas. Yo, tengo una anécdota: un año iba a tocar en Benicassim, pero el concierto se suspendió por el mal tiempo, y en un periódico on line apareció una mala crítica sobre un concierto que no se había celebrado (risas). Luego la borraron. No voy a decir el nombre del periódico ni del periodista, aunque los recuerdo perfectamente. Esa es la demostración más grande de que existen los prejuicios y de que la crítica estaba escrita antes del concierto, porque el concierto no se llegó a celebrar.

En Pamplona actuará en el festival Enmusikadas, que ofrece una mirada feminista al mundo de la música. En su carrera, el feminismo siempre ha estado presente, quizás no de una manera explícita, sino más implícita, por su actitud ante la industria.

–Alguna vez me han enseñado entrevistas del primer disco disco, año 93, en las que me preguntaban si yo era feminista y contestaba que sí. Luego venían conversaciones de besugos en las que tenía que aclarar qué significaba ser feminista, porque la periodista, que encima era mujer, pensaba que el feminismo era algo que no es. Yo siempre me he definido como feminista, si no hubiera tenido la teoría tan interiorizada, seguramente no hubiera aguantado la presión que tuve que soportar en algunos momentos. Saber que no era yo, sino que eran prejuicios por ser mujer me sirvió para aguantar en los momentos más duros. En el instituto ya había tenido profesoras feministas, ya había leído El segundo sexo de Simone de Beauvoir… Recibí el testigo de las feministas de la generación anterior; entonces, aunque en esa época no era una forma común de pensar, yo ya tenía educación al respecto que me fue muy útil. El feminismo estaba en las canciones de Que me parta un rayo, o incluso en algunas de Álex y Christina, como El souvenir, que fue primer single del segundo disco y animaba a las mujeres a que no se dejasen encerrar dentro de casa.

“El feminismo estaba en las canciones de Que me parta un rayo, o incluso en algunas de Álex y Christina, como El souvenir”

Precisamente ha sido al final, con su disco Un hombre rubio, cuando hizo algo más explícito, como aquellos tuits irónicos que cruzó con la RAE. Usted siempre ha escrito muy buenas letras, también publicó el libro Debut. ¿Le gustaría entrar a formar parte de la RAE?

–(Risas). Eso es imposible. Pero la palabra me interesa mucho como arma, y todo el debate que hay en torno al lenguaje me interesa muchísimo. Es un debate que creo que a veces puede distraer de los verdaderos objetivos, pero siempre resulta edificante.

Hace unos meses perdió el móvil con las maquetas del nuevo disco. ¿En qué fase lleva ese proceso?

–Efectivamente, perdí un montón de bocetos y de ideas que tenía para canciones. Recordé algunas, pero, como tengo muy mala memoria, otras las perdí para siempre. No me lo tomé de forma dramática, sino como una señal de que lo que tenía que hacer era lo que estoy haciendo: escribir el libro, actuar en la película Karen, el proyecto de Safo, una banda sonora que estoy haciendo ahora, que es instrumental para una película mexicana… Estoy trabajando en ideas que me proponen los demás, y eso es un desafío, porque me ponen en sitios que no son fáciles para mí.