¿De dónde nació la idea de crear un festival como el Beltza Weekend?

(J) La idea surgió de cuatro amigos, comiendo en el Catachú. Se nos ocurrió la idea de montar un festival, nos emocionamos y empezamos a contactar con gente. Fuimos a hablar con Zentral, les pareció interesante…

(X) Hay una previa, y es que en 2015 ya habíamos formado un colectivo, Gautxoriak Soul Club, de amantes de la música negra. Hacíamos fanzines, pinchadas… Quisimos montar en casa lo que íbamos a ver fuera. Hablamos con el Ayuntamiento y la recepción fue positiva.

¿Tenían experiencia en organización de eventos?

(X) Ninguna. Éramos, y seguimos siendo, amateurs. No somos promotores, aunque sabemos qué bandas están funcionando. Rara vez una banda ha pinchado en el Beltza, tenemos un buen conocimiento de la escena. En la asociación somos catorce, aunque el núcleo de decisión lo formamos Germán Rubio, Iban Iribarren y nosotros dos, Josetxo Balda y Xabier Sagardia. Es importante el carácter de la asociación, que no tiene ánimo de lucro ni un fin comercial. Nosotros no ganamos nada con el festival, salvo la satisfacción personal. Todo lo que sacamos lo reinvertidos en más actividades: conciertos gratuitos, exposiciones, presentaciones de libros…

(J) Hemos ido aprendiendo año tras año, a base de prueba y error. Somos asamblearios, con lo bueno y lo malo que tiene eso. Tardamos mucho en ponernos de acuerdo (risas).

El Beltza Weekend se centra en estilos como el soul, el funk, el jazz, el blues… ¿Sentían que había público en Pamplona para estas músicas?

(J) No había nada parecido, no se solían programar conciertos de este tipo.

(X) Vimos que había un nicho, aunque no buscábamos ningún nicho, porque no somos promotores al uso. Queríamos hacer lo que nos gustaba.

(J) La primera edición fue un salto al vacío total, no sabíamos cómo iba a responder la gente. Funcionó muy bien y por eso seguimos. Luego vas conociendo gente que viene siempre, que se ha fidelizado, otros que vienen de fuera, algunos que te dicen que el año siguiente repiten sin saber siquiera qué artistas habrá…

(X) Hemos conseguido consolidar el Beltza Weekend como festival, y también como marca. Que la gente sepa que aquí va a ver a un tipo de bandas muy concreto y con una calidad determinada.

Desde el principio, fueron ambiciosos con el cartel, con bandas muy potentes del panorama local, nacional e internacional, con las dificultades logísticas y económicas que acarrean estas últimas.

(X) O empiezas fuerte o no sales. Igual te das el batacazo, pero tienes que ser ambicioso.

(J) Las bandas internacionales tienen más dificultad. Siempre que llamo a un mánager de algún artista internacional, me pregunta por los vuelos directos a Pamplona. Tienes que explicarle que no hay, ofrecerles alguna alternativa.

(X) Desde el principio hemos tenido claro que las bandas que vienen al Beltza tienen que cumplir un mínimo de calidad bastante exigente.

El Beltza Weekend no ofrece solo conciertos. Hay también exposiciones, proyecciones de películas, talleres, charlas…

(J) Sí, no queremos ceñirnos solo a los conciertos; son el grueso del festival, pero queremos ofrecer algo más.

(X) Queremos implicar al universo cultural navarro. Este es un festival “kilómetro cero”: creamos red local, siempre hay grupos navarros, nosotros somos de aquí, hay artistas de Pamplona, colectivos, disco jockeys… Es un concepto casi artesanal. Y no es solo música, sin más. Hay una coherencia entre la música, la estética… Es algo conceptual.

(J) También intentamos que nuestros gastos se queden aquí, en comercios e imprentas de Pamplona… todo aquí. No somos el típico festival que pone las entradas carísimas, más los gastos de gestión, la bebida a doblón… Seguimos un modelo en el que creemos y, de hecho, nos lo han copiado en otras ciudades.

“Este es un festival ‘kilómetro cero’: creamos red local, siempre hay grupos navarros, nosotros somos de aquí”

En estos tiempos que proliferan los festivales iguales entre sí, el Beltza tiene alma, y no lo digo solo porque esté centrado en la música soul, sino porque hay mucha implicación personal detrás.

(J) Los festivales se repiten tanto porque buscan ganar dinero y repiten la fórmula que funciona. No me parece mal, pero no es nuestro modelo.

(X) Procuramos traer grupos que no se repitan, que no hayan tocado en otros festivales de música negra. Descubrir cosas nuevas al público que sabemos que tienen calidad. 

(J) Por ejemplo, Michelle David no era muy conocida, y ha sido uno de los mejores conciertos de nuestra historia. Cuando vino estaba coja, la llevé al camerino y subía las escaleras apoyándose en un solo pie. Me asusté, no podía andar. Luego salió al escenario con zapatos de tacón y se comió el escenario. Fue un ciclón. Eso es una artista, al final interpretan.

¿La pandemia fue el golpe más duro en todos estos años?

(X) Fue más dura la vuelta de la pandemia, que no sabíamos si iba a haber festival hasta el mes de junio.

(J) El año de la pandemia no fue tan traumático, porque lo veíamos venir. Pero el peor momento lo hemos vivido este año, cuando el viernes a mediodía nos avisaron de que Eli “Paperboy” Reed, que tocaba el sábado, no podía venir porque tenía COVID. Empezamos a hacer llamadas para buscar una alternativa, muchos grupos no podían… Conseguimos un grupo internacional, pero ese mismo viernes tocaba en otro festival y tenía firmada exclusividad, y no le dejaron venir. También hubo algún grupo que, al ver que teníamos esa necesidad tan urgente, se triplicó su caché para venir; les dijimos que preferíamos suspender antes que dejar que se aprovechasen de nosotros de aquella manera. También hubo gente que nos ayudó, bandas que intentaron venir y no pudieron, promotores que nos echaron una mano como el Festival de Blues de Burlada, Last Tour… Al final conseguimos a Los Saxos del Averno, que estaban cada uno en un lado, el cantante estaba en Canarias, pero hicieron lo imposible por venir. La noche anterior, menos de 24 horas antes, nos confirmaron que llegaban. No pudieron ni parar para comer durante el viaje, pero quisieron apoyar el festival. Lo pasamos muy mal, hubo muchísima tensión.

Otra característica del festival es que, desde el principio, ha habido mucha presencia femenina en los carteles.

(J) Siempre lo hemos tenido claro, desde el primer año.

(X) El mundo de las bandas está muy masculinizado, pero siempre hemos querido dar espacio a las mujeres, que haya paridad en los conciertos y en las actividades paralelas. La exposición de Condestable, por ejemplo, era de nueve artistas navarras. Y eso se traslada al público, hay muchas mujeres también entre el público.

“El mundo de las bandas está muy masculinizado, pero nosotros siempre hemos querido dar espacio a las mujeres”

Después de tantos años, ¿sienten que el festival ya está consolidado? ¿O el destino de una propuesta como la del Beltza Weekend es siembre estar en la cuerda floja?

(X) Por un lado, nos hemos consolidado. Al principio llamábamos a un grupo nacional para que viniera a tocar y nadie sabía qué era el Beltza Weekend. Ahora, todos los grupos nos conocen y quieren venir, saben que es un festival de calidad.

(J) Buscamos disfrutar, pasar buenos momentos. Ese es el carácter romántico de este festival. Acabamos de terminar esta edición y ya estamos hablando con bandas para el año que viene.

(X) Eso es fundamental, el componente romántico del festival, la pasión. Hemos puesto a Pamplona en el mapa de la música negra, atraemos gente de fuera… Puede ser una música minoritaria, pero tenemos nuestro público y el festival ayuda a hacer ciudad, a hacer red, a hacer cultura. 

(J) También tiene su parte dura, estamos arriesgando nuestro dinero. No buscamos ganar, pero el día que perdamos mucho, se acabará el festival. Por eso siempre estaremos también en la cuerda floja.

(X) Cada festival es un examen. El día que nos demos el batacazo, cerraremos el chiringuito (risas). Pero mientras tengamos fuerza y la respuesta del público sea buena, seguiremos.

(J) Hay que mantener la fe (risas). Keep the faith, como el viejo lema del Northern Soul.