No son tiempos fáciles para el cine social que siempre ha defendido y ejercido Montxo Armendáriz (Olleta, 1949), y el director, guionista y productor de cine navarro lo dejó claro ayer en la sesión que protagonizó en la biblioteca de Civican.

“Las plataformas son las que dictan ahora mismo cuál es el tipo de cine que se va a hacer y cuál no tiene cabida”, dijo, reconociendo que lleva sin rodar desde 2011 “y no es porque no haya querido o no haya tenido proyectos”. “Ha desaparecido el cine de coste intermedio que siempre he hecho, y que ha hecho la mayoría de cineastas de mi generación y la generación posterior. Ahora interesan superproducciones, o ya tienes que pasarte a lo low cost, a hacer una película entre cuatro amigos y en condiciones que luego no permiten ni que se estrene”, dijo el realizador en el conversatorio que mantuvo a partir de las siete de la tarde con Olga Balbona, responsable de la biblioteca de Civican.

En cuanto a la tiranía de las plataformas, redes y televisiones, aseguró que “nos están vendiendo constantemente ideologías, no nos engañemos, porque no hay imagen ni sonido sin ideología; nos están metiendo muchas cosas en la cabeza y además eso les está dando mucho dinero. Y en las plataformas no interesan según qué proyectos. Quieren determinadas tramas que saben que funcionan y en torno a esas mismas tramas se ponen a hacer películas como churros, cambiando solo a los actores y los escenarios de rodaje. Yo he ido a las plataformas con mis proyectos y me han mandado a casa”, dijo Montxo Armendáriz, apuntando que se vive “un momento crítico” para poder vender determinado cine.

“Y el dinero hay que sacarlo de algún sitio, te tiene que comprar la película alguna televisión, o recibir subvención del ministerio. Aparte de eso ya luego hipotecas tu casa para que te den los créditos, pero primero tienes que tenerla vendida, y hay temas que no interesan para nada”, comentó rotundo, lamentando que en España “no hay una apuesta desde las instituciones por el cine como cultura”.

“La política cinematográfica es desastrosa, ojalá tuviéramos la misma que tienen en Francia. Y a pesar de todo, se están haciendo buenas películas en los últimos años, suele decirse que en momentos de crisis se desarrolla la imaginación”. En este sentido, citó como títulos “fantásticos, de lo mejor de este año”, 20.000 especies de abejas y Creatura, y se refirió también a la película de Bayona La sociedad de la nieve, que ha recibido 60 millones de euros de Netflix, como “una buena película con la que disfruto como espectador, aunque no es el cine que yo quiero hacer”.

El cine de coste intermedio por el que él siempre ha apostado “se lo empezaron a cargar en el 2000, con el PSOE en el Gobierno, quitando los anuncios de televisión, que fue en beneficio de las privadas; empezaron a producir Antena 3 y Telecinco, que lo que hacen son comedias o thrillers”. Defensor del guion como “la base de la que parte toda película”, Armendáriz cree que “las salas de cine están llamadas a desaparecer, a quedarse como reductos como las filmotecas, donde se vea cine clásico, retrospectivas..., pero ya no cine comercial porque para esto tenemos las plataformas”.

En medio de este panorama difícil, el cineasta, guionista y productor navarro valora que “afortunadamente hay resortes, hay gente que joven que está empezando y poniendo mucho de sí, que tiene otra forma de ver el cine y está aportando, y últimamente asistimos todos los años a un montón de grandes películas, que son películas pequeñitas. Pero no nos olvidemos de que hablamos de diez películas, cuando este año en los Goya hay más de 300... ¿Cuántas de esas han llegado a los cines? Muchas muy buenas ni se han estrenado ni se van a estrenar, y eso lo considero un fracaso como sociedad y como industria”.

El director de Tasio y Secretos del corazón compartió con los asistentes al encuentro de ayer su imaginario, sus experiencias y emociones, en particular relacionadas con la literatura y que han aportado en la construcción de su cine, atravesado por tres grandes temas: la infancia, los secretos y el silencio.

El público tuvo la oportunidad de conocer el vínculo de Armendáriz con la literatura.

Sobre la infancia, el cineasta dice “que marca mucho, como alguien dijo la infancia es la auténtica patria que uno ha tenido”. La suya fue en un medio rural, el pueblo de Olleta, sin luz, sin coches, donde vivió hasta los 6 años de edad. Montxo Armendáriz guarda de entonces un vivo recuerdo del maestro Don Hilarión y sus “relatos orales, como el que hacía de La cerillerita de Andersen adaptado a nuestra realidad social”. Fueron unos años “de miseria tremenda” en que “no había libros ni tebeos... yo no sabía ni que existían”.

Cuando fue a Pamplona, a vivir al barrio de la Txantrea, ya descubrió los libros, las novelas, sobre todo “las historietas gráficas”. “Me encantaba El Capitán Trueno, que me compraba con la paga de los domingos; también Roberto Alcázar y Pedrín, Zipi y Zape, Mortadelo y Filemón, Las hermanas Gilda... Esas fueron mis primeras lecturas”, cuenta.

En el colegio de Los Salesianos empezó ya a leer libros, “novelitas ejemplares de santos y relatos de ficción, y como no teníamos dinero y a mí me gustaba mucho leer, recuerdo que iba de un punto a otro de Pamplona en función de donde había librerías, para poder pararme en los escaparates. Me fijaba en las portadas, me aprendía los títulos y trataba de imaginarme qué historia contaban esos libros. Tenía verdadera obsesión”, dice, recordando cómo empezó a desarrollar así la imaginación.

Con sus primeros ahorros, compró dos libros que le “marcaron muchísimo”: Gog de Giovanni Papini y Los enanos de Concha Alós. “Me identificaba mucho con esos relatos”, aseguró ayer, citando también al autor francés Maxence Van Der Meersch, de quien se leyó con 14 ó 16 años todos sus libros (María hija de Flandes, Cuerpos y almas, El pecado del mundo, Leed en mi corazón...).

Paralelamente descubrió el séptimo arte, “todas las semanas iba con mi amigo Patxi al Cine Club Lux, y allí descubrí el neorrealismo italiano. Vi Roma città aperta, de Rossellini, y me quedé obnubilado, en ese momento era imposible ver en España algo que no fuera cine comercial y cine americano. Y en esta película descubrí que el cine también contaba historias de gente común, como nosotros”.

Cumplidos los 30 y tras estudiar electrónica, mientras ejercía la enseñanza en ese gremio en el Politécnico de Pamplona, se lanzó al mundo del cine, en el que ya buceaba de forma autodidacta desde hacía años. “Propuse formar una cooperativa en la Txantrea y de ahí salieron los cortometrajes Barregarriaren dantza (La danza de lo gracioso, 1979), Ikusmena (Paisaje, 1980) o Nafarrako Ikazkinak (Carboneros de Navarra, 1982), precedente directo de su alabada ópera prima en el largometraje: Tasio (1984).

“Mi vida cambió cuando conocí a Tasio, y luego dio otro giro gracias a Elías Querejeta, a que creyó en ese proyecto cuando nadie daba un duro por él. Afortunadamente eso me ha permitido seguir haciendo cine”, afirmó ayer Armendáriz, mostrándose “satisfecho porque prácticamente siempre he podido hacer las películas que he querido, siempre he contado aquello que quería contar”.

Eso sí, todo el tiempo ha sentido que iba “contracorriente”, pero eso “nunca” le ha frustrado. Además no me puedo quejar, he tenido cierta repercusión, sé de muchos compañeros que han hecho películas magníficas y no han tenido esa repercusión. Yo tuve la gran suerte de empezar con un productor como Querejeta, y ya eso hacía que tuvieras una salida. La misma película hecha sin Querejeta igual se habría estrenado en dos cines y ahí se habría quedado”, dice sobre Tasio. “En general mis películas han funcionado bien en cuanto a crítica y público, Las cartas de Alou o No tengas miedo las que menos, pero de ellas me siento mucho más orgulloso que de otras que han tenido más éxito”, asegura, reflexionando que “no podemos medir nuestros logros personales por el éxito que tenga lo que hacemos, porque en el éxito entran en juego intereses de determinada gente con poder que a veces no quiere que se hable de ciertos temas, márketing, etcétera... Hay que medirse por el esfuerzo que has hecho y por lo que querías conseguir y has conseguido”.