El veterano actor da vida a un padre de familia que le sigue la corriente a su mujer en su síndrome del nido vacío, provocando entre los dos un lío importante. Aunque ha dado vida enormes personajes dramáticos, Antonio Resines (Torrelavega, 1954) confiesa que disfruta más la comedia. Y le encanta Pamplona. “Vivimos en un hotel céntrico y en 200 metros tengo prácticamente todo, un parque estupendo, todos los servicios que me hacen falta... Puedo comprar prensa, lotería primitiva... Por cierto, se come de cojones”, dice.

¿Quién es Agustín? ¿Cuál de los dos tiene más síndrome del nido vacío, él o Bego, su mujer?

–Ella. Él es un hombre muy tradicional. Está jubilado, hacía trabajos administrativos en ayuntamientos y le gusta estar cantando en su huerto. Se lleva bien con los hijos, Carla es su ojito derecho, pero no les echa tanto de menos porque tiene las partidas con sus amigos en el pueblo y otras cosas. Les quiere, claro, pero su mujer es muy obsesiva. Les lleva tuppers, les ayuda a hacer recados, lleva y trae ropa... Y, por darle la razón y tenerla contenta, Agustín le sigue la corriente. Hasta que la cosa se empieza a complicar un poco y deben tomar una decisión. 

Parece una familia tradicional, pero ¿hasta qué punto?

–Bueno, lo era hasta que toman esa decisión, que consiste en decirles a los hijos que les ha tocado la lotería cuando no es cierto. Entonces los chavales, que son un poco tipejos, todo hay que decirlo, cambian de actitud y se vuelcan en contentar a sus padres. Así que sí, antes o después es una familia absolutamente tradicional; lo que pasa es que, a través de este engaño medio en broma medio en serio, todo el mundo cambia de actitud. Los padres se dejan de preocupar tanto por una serie de cosas que no tienen demasiada importancia y los hijos empiezan a tomárselos más en serio y a darse cuenta de que mucho de lo que Agustín y Bego han hecho a lo largo de su vida ha sido por ellos. Esa sería un poco la moraleja de la película.

¿Está dirigida a un público familiar? 

–Familiar mayor. Aunque hay críos, no es una historia infantil, aunque los críos la podrán entender perfectamente. Se le ajusta mejor la definición de comedia familiar, porque los hijos aquí tienen veintitantos. Ya no viven en casa de sus padres, pero dependen mucho de ellos y los padres también siguen echándoles mucho de menos.

Parece una buena historia para reunir a distintas generaciones en los cines.

–Efectivamente, esa es la idea. Lo que pasa es que hoy en día no está yendo todo el mundo al cine. Los que menos van son, curiosamente, los jóvenes. No los niños, porque sus padres les siguen llevando mucho, pero sí los jóvenes. Las personas de mi edad, sobre todo las que tienen más de 50, somos los que más vamos. Sin embargo, creo que esta historia se acercaría bien a gente de veintitantos y treintaitantos. 

Ha trabajado en varias óperas primas, como en este caso, ¿cómo es trabajar con una directora novel?

–Es más complicado, pero no porque sea su primera película, sino porque, en este caso, no nos conocíamos previamente. Pero lo bueno que tiene Susan es que ha escrito el guión –junto a Ángela Armero–, y lo importante es que le gusta mucho la comedia. Intentamos extraer todos los matices de la historia, y, claro, evidentemente, ella no tiene la experiencia que tiene una persona que lleva más películas, pero entre todos estamos sacando el trabajo adelante y, francamente, creo que va a quedar muy bien.

Hablamos de ese modelo de familia convencional. ¿El público se va a sentir identificado con los personajes?

–Al principio, la historia es un pelín exagerada; todo cambia radicalmente cuando, de repente, los padres les cuentan a sus hijos que han ganado la lotería y tienen 40 millones de euros. Entonces empiezan a pasar cosas absolutamente surrealistas; el público sabe que no es verdad, pero los hijos no y el entorno tampoco, y se monta una especie de disparate que creo que le va muy bien a la historia.

¿Antonio Resines ha tenido ese síndrome del nido vacío?

–Como hijo, no, y, como padre, un poquitín, pero poco. Me parece que mi hijo se fue de casa con veintipico, la verdad es que no me acuerdo, así que no recuerdo haberlo tenido. 

¿Es la comedia su hábitat natural?

–En principio sí, sobre todo si el guión funciona nada más leerlo y te ríes desde el principio como pasa con este. Resumiendo, me gusta más hacer comedias. 

En momentos de crispación como el actual, ¿la comedia es más necesaria que nunca?

–Sí, reírnos es más importante que nunca. Yo creo que es fundamental. Ahora mismo, la situación es un poquito tensa, por decirlo de una forma fina, y el cine, que es entretenimiento y cultura, siempre viene bien. Pasárselo bien, incluso aunque llores en el cine porque te emociona algo, reírse, disfrutar, eso yo creo que es bueno para todo el mundo y en todas las épocas.