Nos estamos acostumbrando a que, periódicamente, grandes artistas de talla internacional recalen con sus espectáculos en Pamplona. El último en unirse a la nutrida lista de visitantes ilustres ha sido Marc Anthony, puntal desde hace tres décadas de la música latina y, por ende, de la global. Su relevancia es incuestionable y las cifras que maneja son astronómicas: decenas de canciones archiconocidas, giras interminables por multitud de países, un sinfín de premios y reconocimientos…

La cita era importante y el público de Pamplona acudió en gran número a la llamada del rey de la salsa. Media hora antes de la hora del evento, se veían ya largas colas de personas esperando para entrar en el Arena. En total, unas diez mil personas, según la organización, llenaron el pabellón. Había gente de todas las edades, y se veían varios niños algunos de muy pocos años, que asistían con sus familias a recibir su bautismo musical.

Antes de que comenzase la actuación, hubo dos pinchadiscos que amenizaron la espera. El concierto comenzó con unos minutos de retraso, posiblemente para permitir que todo el mundo entrase en el recinto. Siempre emociona ver el Arena lleno, y más cuando el público es tan efusivo como el de ayer.

EL CONCIERTO

A las 21:15 los músicos comenzaron a ocupar su lugar sobre el escenario. Les llevó unos minutos hacerlo, pues son una banda muy nutrida. En cualquier caso, la demora mereció la pena, porque cuando empezaron a tocar, todo salió a pedir de boca. Y es que los dieciséis músicos que rodeaban a Marc Anthony convirtieron la pista en una inmensa sala de baile. Había metales, coristas, percusiones, batería, guitarras, bajo, teclados… Un despliegue absolutamente ostentoso de buen gusto y saber hacer.

El cantante, por su parte, ejerció de excelente maestro de ceremonias. Salió con traje oscuro y gafas de sol y comenzó arrebatador con dos himnos: Pa’llá voy y Valió la pena. Luego se quitó sus lentes y miró a los ojos de su público para seducirlo con una balada, Hasta ayer, en la que la guitarra eléctrica se marcó un solo de varios minutos (incluso tocó por detrás de la cabeza) sobre los ritmos que imprimían las percusiones.

EL AMBIENTE

“Es increíble cómo se puede estar tan lejos de casa y sentirse en casa”, exclamó cuando saludó, a lo que muchos de sus seguidores respondieron con aplausos y agitando banderas de diferentes países iberoamericanos. Continuaron con otra balada, Flor pálida. En muchas canciones, los músicos alargaban los finales con largas codas instrumentales, y es que sería imperdonable no hacerlo con semejantes virtuosos sobre las tablas.

Abajo, el ambiente era inmejorable, con el público bailando en masa. Incluso en las gradas, que en principio habían estado más tímidos, comenzaban a levantarse varios grupos. Tras un tramo de baladas (Abrázame muy fuerte, ¿Y cómo es él?), volvieron a meter la quinta marcha salsera con otras piezas como Qué precio tiene el cielo, Te conozco bien o Mala, que es la que sonaba a cierre de esta edición. Todavía quedaba por delante algo de tiempo para bailar y disfrutar de un grandísimo espectáculo musical.