’Inclasificable. Híbrido. Teatro político. Comedia loca. Memoria histórica. Todo esto y más es Iribarne, obra teatral escrita por Esther F. Carrodeguas, dirigida por Xavier Castiñeira y producida por la compañía gallega ButacaZero junto con el Centro Dramático Nacional. En escena, un recorrido que refleja la historia reciente y la evolución política de España.
¿Con ganas de llegar a Olite?
–Con muchísima ilusión, sí. Y, en el contexto de una programación de estas características, para mí también es importante quién te acompaña en el cartel y al lado de quién estás como profesional y como artista. Y, desde Marta Pazos hasta Alberto San Juan, el programa es un lujo. Llegamos el sábado y tenemos muchísimas ganas. Además, nunca hemos actuado en Navarra, así que genial.
Curiosamente, el festival lo inauguró ‘Forever’, de Kulunka, con Iñaki Rikarte como director, y lo cierra ‘Iribarne’, de Esther Carrodeguas. Parece una bonita coincidencia después de su colaboración como autora y director en ‘Supernormales’.
–Sí, sí, no me he dado cuenta que lo abrían ellos. Pues sí, parece que nuestras carreras siguen caminando y solo puedo decir que estar cerca de Iñaki siempre es un lujo.
¿Qué es eso de que Fraga acudió en su ayuda? ¿Cómo nació ‘Iribarne’?
–(Risas) En la compañía estábamos sin proyecto, y escogerlo es un momento clave porque hacemos muchas cosas, pero no tantísimas. Nosotros hacemos sobre todo teatro con el presente, teatro de investigación. No hacemos Hamlet, así que nos tenemos que centrar en qué voy a investigar durante el próximo tiempo de mi vida, en qué voy a gastar tanta energía para conseguir subvenciones. Y saber qué le queremos contar al mundo siempre es complicado. La verdad es que teníamos pensado hacer un proyecto que se nos cayó de entre las manos porque supimos que otra compañía estaba trabajando el mismo tema. Y buscando y navegando por Internet, vi que coincidía el centenario del nacimiento y el décimo aniversario de la muerte de Fraga, y, de repente, vino a mi cabeza ‘¡madre mía, un espectáculo sobre Fraga!’
¿No había nada sobre él, ni siquiera en Galicia?
–¡No! No hay nada hecho sobre él, ni películas, ni series... Sorprendentemente, no hay absolutamente nada sobre este personaje que fue totémico en España, y retotémico en Galicia. Porque fue muy conocido como ministro de Información y Turismo con Franco, pero, después, se convirtió en algo así como el Pujol gallego y estuvo 15 años de presidente.
¿Cuál fue el siguiente paso después de esta ‘revelación?
–Entonces le mandé la idea a Xavi (Castiñeira), que es un poco más mayor. Claro, yo nací en el 79, no viví el franquismo, no conocí a Fraga de ministro y no somos historiadores, así que al principio parecía un proyecto un poco loco. Pero, cuando decidimos finalmente que sí, fue interesante esa parte de descubrir, ya de adulta, la historia que no nos enseñaron ni en la escuela ni en el instituto. Ese lugar al que no llegaban los temarios. Y lo más bonito ha sido el resultado y que el espectáculo está funcionando muy bien.
Tampoco pretendían hacer una biografía.
–No, no, nunca fue la pretensión hacer un biopic ni al uso ni sin al uso. La idea era recorrer la historia de España de su mano. Él pasó esa enorme cantidad años en la primera línea de la política española y gallega y nos servía para pasear por todo ese tiempo. También nos interesaba mucho mostrar qué implicaciones tenemos ahora de lo que sucedió durante sus etapas como ministro y como presidente de la Xunta. Es decir, queríamos hacer más un análisis del presente en base al pasado que dar a conocer hechos de su biografía.
Que también fue interesante.
–Sí, pero en la obra hay muy pocas referencias a su vida personal. No hablamos ni de la boda, ni de los hijos. Hay algunas pinceladas biográficas de cosas que consideré que tenían una afectación política.
¿Por ejemplo?
–Cuando se murió su mujer. Él había dicho que iba a dejar la política para estar con ella, pero, cuando falleció, decidió quedarse y estuvo otras dos legislaturas. Aparte de algunas cosas pequeñas, no nos interesaba su vida para nada. Además, el camino de esta reflexión nos fue llevando al descubrimiento de la Transición que está teniendo lugar ahora de la mano de algunos historiadores y periodistas, y no como se nos contó en su día. No soy historiadora, ni siquiera investigadora, pero tengo formación de periodista y, por lo tanto, me he basado en otras fuentes, en personas que ya escribieron sobre esa nueva lectura de la Transición, y la llevo al teatro.
En ese sentido, ¿‘Iribarne’ se basa en el redescubrimiento de la Transición que se está dando en este momento en distintos ámbitos?
–Totalmente. Por eso digo que la pieza no revela nada. Puede que el público descubra unas cosas o se vaya para casa con ganas de repensar otras, pero no porque yo haya hecho una investigación historicista, sino porque he consultado los libros de personas que están releyendo esa época.
¿Ayuda la distancia, el hecho de no haber vivido o de ser muy pequeña cuando se produjo aquel episodio?
–Puede ser, sí. La distancia que implican el paso de los años y no haberlo vivido permite no tener miedo de decir ciertas cosas o de juzgar. Entiendo que, efectivamente, para personas que lo vivieron, en ese momento era muy difícil juzgar lo que estaba ocurriendo, pero para mí, con la distancia, no lo es tanto y, es más, me parece interesante repensarlo y ver qué pasa. Yo no puedo opinar como si fuese una persona que tiene 60 o 70 años, porque no los tengo, pero sí puedo permitirme el lujo de juzgarlo.
Claro, es que, de alguna manera, parece que la Transición pertenezca solo a determinadas generaciones y sea un capítulo cerrado para las que han venido después. Como si no tuvieran nada que decir.
–Sí, y esto es bastante peligroso. Además, para mí, el descubrimiento grande es que lo que somos y lo que está pasando justamente ahora en la política española viene directamente de ahí. Evidentemente, todo lo que sucedió en nuestro pasado, incluido lo que hicieron los reyes de 1500, afecta a nuestro presente porque es de donde venimos; pero la Constitución y las leyes que nos rigen nacieron en esa Transición que estuvo marcadísima por la prohibición del movimiento antifranquista. Como consecuencia de eso, el franquismo se quedó viviendo en las instituciones; tanto, que los primeros presidentes venían de él, así que se puede decir que construyeron y constituyeron lo que somos ahora. Que si el Estado de las autonomías, que si el Estado centralista... Apenas se han cambiado cuatro comas en todos estos años, así que ¿por qué no vamos a poder hablar de eso si son las bases de nuestro estado y no hemos podido tocarlo? ¿Nos lo tenemos que comer? Entonces, ¿cómo no vamos a poder juzgarlo?
Después de escribir este recorrido con Fraga como guía, ¿cómo le definiría? Tuvo mucho poder, pero a la vez fue siempre el eterno aspirante a algo más grande.
–Esto se ve muy bien en la obra, Fraga es un loser total. Obviamente, él quería ser Franco. Esto lo tengo muy claro. Se hizo un chalet a 7 kilómetros de donde veraneaba Franco; es decir, quería estar muy cerca de él y siempre aspiró a ser quien cogiese las riendas y quien diseñase la nueva España. Él creía firmemente que había nacido para ese rol. Por eso fue un eterno aspirante y un eterno perdedor. Aparte de esto, destacaría como su característica principal el uso inteligente y moderno que hizo de los medios de comunicación.
¿A qué se refiere?
–Creo que él fue la primera persona, el primer político que se aprovechó de los medios de comunicación de manera muy moderna, haciendo las convocatorias de prensa en Palomares, yéndose a Alemania a tener impactos mediáticos fuera para controlar lo que iba a pasar en el futuro, mintiendo a prensa radicalmente sobre los asesinatos policiales... Él construía la realidad de manera inmediata y defendía que si vendíamos en prensa que éramos una España moderna, acabaríamos siéndolo.
En definitiva, que se adelantó a lo que hace unos años se llamó posverdad y hoy son los bulos.
–Totalmente. Cuando fue presidente de Galicia, hizo exactamente lo mismo. Uso los bombazos mediáticos para poner a la comunidad en el mapa. Se fue a Cuba a hacerse fotos con Fidel y consiguió que viniera a Galicia. ¿Y el Xacobeo? Como réplica de Barcelona y Sevilla 92, hizo el Xacobeo en 1993. En un momento de la obra, el personaje dice ‘¡madre mía, si llego a tener yo TikTok!’ ¿Cómo usaría los medios de comunicación de ahora?
Es decir, o él era tremendamente moderno o lo que se hace hoy es tremendamente caduco.
–Puede ser. En Internet se puede ver un programa de 1989 en el que La Trinca le entrevistaba y en el que le pusieron pesar tirantes de España y bombas de juguete. Es como irte ahora a El Hormiguero. Imagínate el uso moderno que hacía de la política, más si pensamos que los políticos de ahora juegan sobre las mismas bases.
También podemos hablar de su legado, en forma de Rajoy, Feijóo... Galicia sigue presente.
–Siempre lo digo: en Galicia exportamos lo mejor, el marisco y los políticos. Lo mejor de cada casa (ríe). Y es curioso, porque Galicia es una de las comunidades históricas, pero siempre se olvidan de ella. Se habla de Cataluña y del País Vasco, y parece que nosotros estamos de fondo gritando ‘¡aquí, aquí, no os olvidéis de Galicia!’ De los territorio históricos con idioma propio, siempre somos los losers. Ahora, a ver qué nos cae con el nuevo reparto de los impuestos... Sin embargo, hemos mandado a Franco, a Rajoy, a Feijóo... Y también a Yolanda Díaz, que es de Ferrol, como el caudillo. O sea, en las últimas elecciones al Estado español, dos de los cabezas de lista eran de aquí. No me deja de llamar la atención cómo desde Galicia y muy en la sombra se ha generado poder centralista. En la obra no se ahonda mucho en esto, que es una etapa muy interesante del tardofranquismo, pero igual que el exrey veraneaba en Bayona y en Portonovo, igual que sigue haciendo ahora, Franco lo hacía en el Pazo de Meirás y Fraga se cogió el chaletillo allí. Así que todos los contubernios de lo que se iba a hacer el siguiente año se generaban en Galicia comiendo marisquillo. Y, en parte, eso continúa.
¿Por qué han decidido titular la obra por el segundo apellido de Fraga, que, además, es de origen navarro?
–Me pareció más contundente. Además, nunca quisimos hacer un biopic y siempre jugamos con la idea de un personaje que se llama Iribarne y que es un poco un rey y tiene como referente en la realidad a Manuel Fraga. Todos hacemos de ese personajillo, incluso las mujeres, así que no es una recreación realista. Esto nos permite tener esas dos figuras, Manuel Fraga y una especie de alter ego.