San Juan de Puerto Rico, primavera de 1898. Mientras España está a punto de perder su imperio colonial y la tensión militar se siente en la Isla de los boricuas, el padre Arán, turbado por la confesión de una muchacha, comparte su inquietud con Carballino, comandante de la Guardia Civil. Poco después, el asesinato de una joven destapa la existencia de una organización que abusa de chicas adolescentes. Entre el thriller político y policial y la historia se mueve la nueva novela de Carlos Erice (Pamplona, 1971), autor, entre otras, de Beautiful Rhodesia, La granja de Perla y Orán ya no te quiere. Publica Ediciones Eunate.
Vuelve después de casi una década sin publicar, ¿a qué se ha debido este vacío literario?
–Bueno, han pasado muchas cosas, la vida, la pandemia... Pero no he dejado de escribir. Esta historia estaba escrita desde hacía un tiempo, pero no me había quedado muy contento con ella. En este tipo de tramas complejas, si no encajas bien las piezas del puzle, enseguida te das cuenta de que no funciona. Así que el año pasado le dimos otra vuelta y me quedé mucho más satisfecho.
Habla en plural.
–Sí, me refiero a María (Oset), que creo que está haciendo un gran trabajo con Eunate, desde la selección de autores, con nuevas voces, edición de textos, maquetación, diseño, portadas... Este manuscrito se lo presenté a principios de año y aquí estamos... Tenía muchas ganas de publicar con una editorial navarra. A veces se tiende a pensar que lo mejor está fuera y no tiene por qué ser así.
Y después de tanto tiempo, ¿cómo vive la llegada de esta novela a librerías; hay nervios, ganas, expectación?
–Estoy muy nervioso (ríe). Reconozco que tengo algo de miedo al pensar que tal vez la gente se haya olvidado de mí. Es posible que fuera más audaz o más inconsciente cuando publiqué las anteriores, pero también pienso que esto es como empezar de cero, y los nuevos comienzos pueden llegar con nuevas oportunidades. Y quiero creer que, además, en esta novela se pueden ver otras formas de narrar y la evolución en el estilo literario.
¿En qué sentido?
–Creo que en esta ocasión no me fijo tanto en los acontecimientos, sino que analizo más los personajes, aunque no los describo de manera excesiva. Creo que con unas pinceladas basta para que los lectores se formen una idea. Me gusta ese juego y pienso que ha quedado bien. Al menos, yo estoy satisfecho.
¿A qué se refiere con lo de jugar?
–Por ejemplo, en las novelas policíacas, aunque esta no lo es en sentido estricto, el tópico es presentar a una pareja que investiga los crímenes. Y yo he querido experimentar con tres parejas, lo que me permite mostrar la trama y también la España de la época desde distintas perspectivas. Por un lado están los dos guardia civiles, el comandante y el capitán; las dos mujeres, una de ellas es la esposa de este comandante y la otra es una vecina que resulta ser independentista, lo cual ya establece un conflicto que por estas tierras conocemos bien. Y, por último, están los dos periodistas, un catalán y un puertorriqueño, que muestran sus diferentes visiones de lo que está sucediendo.
También tiene un cura y un recluta navarro aficionado a la fotografía por ahí.
–Efectivamente, esos serían los ocho personajes fundamentales. Esta es, quizá, una novela más coral que las anteriores.
Siempre hay referencias a Navarra en sus relatos. Aquí tenemos, por ejemplo, al capitán Areta y al soldado de Pamplona.
–Aunque el capitán es de Albacete, le he querido poner ese nombre como homenaje al detective Germán Areta, creado por José Luis Garci para El Crack y que interpretó Alfredo Landa. El apellido del comandante, Carballino, también es una especie de tributo al Pepe Carvalho de Vázquez Montalbán. Y el recluta de Pamplona es un chaval al que le toca hacer la mili allá y, como aquí trabaja de ayudante de fotografía, se lleva sus recuerdos en forma de imágenes, lo que me permite hablar de la ciudad.
Con esta historia vuelve a abordar el colonialismo como ya hizo en sus tres novelas anteriores, ¿qué es lo que le atrae de este tema?
–Soy muy aficionado a la historia contemporánea en general y, en particular, al tema de los colonialismos. No sé muy bien por qué, tal vez porque, aunque no se da solo en estos casos, son situaciones en las que se ve claramente el choque entre opresores y oprimidos. Además, siempre me ha interesado el hecho de que un país se crea con derecho a dominar a otros. Esto me permite hablar de racismo, inmigración... Temas muy actuales. Hay que tener en cuenta que la trama sucede solo 25 años después de la I República aboliese la esclavitud, pero los que pertenecen a clase alta siguen teniendo a su servicio a personas que habían nacido como esclavas. Todavía había muchas diferencias y los de la Isla se sienten discriminados, también porque el ejército del país dominante se cree con derecho a hacer lo que quiera. Estamos hablando de 1898, que es cuando se dice que comenzó el siglo XX de España; una situación de guerra y, por tanto, un momento peculiar.
"Siempre procuro que, además de cuidar la trama policíaca y el trasfondo histórico, mis novelas traten temas actuales. En este caso, cómo se genera una noticia, el racismo, el abuso de menores, la impunidad de los poderosos..."
¿Es por eso que decidió ubicar su historia en ese preciso momento en el que cambiaron muchas cosas?
–Sí, en el prólogo de la novela aparece el estatuto de autonomía que España concedió a Cuba y Puerto Rico en diciembre de 1897, y, en el epílogo, el tratado de cesión de Puerto Rico a Estados Unidos pocos meses después. Es un momento muy simbólico y muy atractivo y el telón de fondo bélico me parecía interesante para plantear el conflicto de la novela.
En esa época tenemos a William Randolph Hearst, conocido por utilizar los medios de comunicación como instrumento político, es decir, uno de los creadores de las fake news tan corrientes hoy en día.
–Sí, y entonces también estaba Joseph Pulitzer. Siempre procuro que, además de la trama policíaca y de cuidar el trasfondo histórico, mis novelas traten temas actuales. En este caso, cómo se genera una noticia, por ejemplo. También de racismo, abuso de menores, pornografía, la impunidad de los poderosos... Todo eso sigue presente en este momento y ya estaba entonces.
Los personajes, sobre todo los masculinos, van a experimentar una evolución a medida que investigan.
–El comandante Carballino, por ejemplo, al principio culpabiliza a las víctimas, con expresiones del tipo ‘algo habrán hecho’. Sin embargo, la investigación le hace cambiar. Y eso también es muy actual. Creo que, de alguna manera, muchos hombres hemos hecho un poco ese ejercicio de reconocer que igual no nos hemos portado todo lo bien que deberíamos con las mujeres de nuestra vida. Esto tiene que ver con las nuevas masculinidades, que a veces también se saca un poco de madre, pero que está ahí. Al final, la literatura toca los temas que preocupan al ser humano.
¿Como la empatía o la falta de ella?
–Sí, por supuesto. Por ejemplo, en aquella época, hubo gente que hizo muchísimo negocio trasladando soldados a Cuba, a Filipinas y a Puerto Rico. Los pasajes los pagaba el gobierno español a compañías que hoy se llaman Transmediterránea y a otras. Entonces se crearon muchas fortunas y los Borbones andaban e medio de todo eso. No lo he investigado mucho, pero hay teorías que defienden que se pagaron millones de dólares por la cesión de Puerto Rico y Filipinas y no se sabe muy bien si ese dinero acabó en el gobierno o en la Corona...
Vaya, eso también parece muy actual.
–(Ríe) Sí, igual los tiene el emérito por ahí...
¿Cuál ha sido su principal fuente de documentación para la novela?
–Muchas, pero me interesaron, sobre todo, las crónicas del capitán Rivero, un oficial del ejército español que estuvo destinado en Navarra en la última guerra carlista y que estaba en Puerto Rico en esas fechas.
Estamos ante un thriller, pero también ante una novela política.
–Todas mis novelas lo son. Siempre aparece el equilibrio de poderes. La política me interesa mucho en lo que tiene que ver con la gestión de la comunidad. Mi padre decía que una cosa es la política y otra el politiqueo, y yo pienso igual. Y hoy, como entonces, se hace más de uno y menos de la otra.
El caso de Puerto Rico es peculiar también porque, aunque recientemente Trump les insultaba, la mayoría de sus habitantes está orgullosa de ser un estado asociado a EEUU.
–Sí, poco después de 1898 hubo algún intento de lograr la independencia, pero no prosperó. Como dice un personaje de la novela, antes que depender de estos españoles atrasados, preferían unirse al carro del desarrollo yanqui... Curiosamente, ahora hay unos chalados que piden su reincorporación a la Corona de España y convertirse en la 18ª comunidad autónoma. Defienden las ventajas que tendrían al disponer del pasaporte europeo, pero deben de ser cuatro...