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Josep Coll, el historietista insólito que se ganó la vida como albañil

Luis Garbayo asistirá el sábado 1 de febrero al Festival Internacional del Cómic de Angulema, donde participará en una mesa redonda en torno al historietista Josep Coll, al que ha dedicado un libro retrospectivo publicado por Norma

Josep Coll, el historietista insólito que se ganó la vida como albañilIñaki Porto

Considerado el evento de cómic más importante del mundo, la ciudad francesa de Angoulême reunirá entre el jueves 30 de enero y el domingo 2 de febrero a cerca de 6.000 profesionales del sector, que se repartirán en veinte lugares diferentes en los que se celebrarán firmas, presentaciones, exposiciones, espectáculos, espacios temáticos... Y mesas redondas. Precisamente, Luis Garbayo (Estella, 1956), profesor y experto en comunicación visual corporativa y diseño gráfico, participará en la que la organización ha dedicado a Josep Coll, una de las firmas más reconocidas de la mítica TBO y, para muchos, el mejor historietista español del siglo XX. Un autor al que el periodista navarro ha dedicado años de estudio plasmados en un gran volumen titulado Coll. Trayectoria de un historietista insólito y publicado por Norma Editorial.

Las líneas sencillas, limpias; las historias a las que les sobraban las palabras, y el humor, a veces cotidiano, otras melancólico, en ocasiones absurdo y con cierta inspiración en el cine mudo, son algunas de las señas de identidad de este dibujante que, nacido en 1924 en Barcelona, tuvo una trayectoria artística cuando menos singular. A diferencia de otros creadores, “él no tuvo personajes fijos”, sino más bien “arquetipos” como el náufrago, el mendigo, el explorador, el cazador, el africano..., comenta Garbayo. “Lo suyo eran las historietas situacionales, lo físico... Las tonterías de Coll te atrapan”, agrega el autor de este artist’s book que en 2010 se sumergió de cabeza en la obra de Coll gracias a una exposición de originales que vio en Barcelona. “Me hizo rememorar mi infancia y compré una de las historietas”, cuenta.

La sencillez y un humor un tanto absurdo son característicos en su trabajo.

Exposiciones

A partir de ese momento, Garbayo, que ha ido coleccionando trabajos del dibujante catalán, se empeñó en recuperar su figura y su obra. “Cuando nos íbamos acercando a 2024, centenario de su nacimiento y 40 aniversario de su muerte, pensé que merecía un reconocimiento”, así que, en 2017, comisarió una exposición en el marco del Salón del Cómic de Pamplona que, según le transmitieron los organizadores, “gustó mucho”. “A Flavita Banana, en concreto, le encantó y vino también a la pequeña muestra que celebramos el año pasado en Barcelona”, donde Garbayo tanteó primero al Museo Nacional de Arte Catalunya (MNAC), “donde tienen un Coll en la colección permanente junto a un Miró”. 

Pero no tenían espacio, así que habló con la Biblioteca de Catalunya y con la Diputació, pero nada. “Y cuando ya lo daba por perdido, vi una exposición de viñetas de Luci Gutiérrez, que publica en el New Yorker, en el Centre Cívic Urgell, donde me dijeron que entre octubre y noviembre tenían la sala libre”, así que montó una propuesta sencilla, “con algunos originales en vitrinas” y la reproducción de 243 portadas de TBO. Antes, Garbayo había llevado la obra de Josep Coll a la Sala Zurriola de Donostia (2019) y a la Red Itiner de la Comunidad de Madrid, donde giró por 20 espacios.

Dibujante y albañil

En paralelo a la actividad de exhibición, el comunicador pensó que “hacía falta un libro que recogiera la obra de Coll y análisis sobre ella”. Y no solo la que creó para TBO en dos etapas, entre 1949 y 1964 y entre 1981 y 1983, “sino también su creación anterior”, en revistas como Chispa, Cubilete, Garabato, La Risa o Pocholo.

Josep Coll tuvo un recorrido peculiar. Entre los 12 y los 15 años trabajó de listero en una cantera (anotaba los caminones que entraban y salían). “Entonces ya era muy aficionado a las revistas de historietas y cuando, al final de la guerra, su padre volvió, estudió para aparejador y se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios de Barcelona”, indica Garbayo. Después, en 1945 hizo el servicio militar en Puigcerdà, “donde decidió que, al salir, intentaría publicar en revistas”, algunas de corte humorístico y otras “más serias” como Aventurero, “donde aprendió a narrar”.

Y en 1949 “se atrevió a presentarse en TBO”, para la que trabajó “en exclusiva” hasta 1964, aunque fue entre 1950 y 1955 cuando experimentó “una evolución prodigiosa”, convirtiéndose en un “historietista maravilloso”, subraya el diseñador, que aclara que historietista se aplica a quien se ocupa del guión y del dibujo.

'Pulcritud' era la historieta preferida de Coll.

Garbayo recuerda, además, que se peleaba mucho con TBO porque “él narraba muy bien sin palabras, no le hacían falta, pero la revista quería que las pusiera o le imponía los bocadillos porque así el lector pasaba más rato en cada página y así justificaba la inversión”. 

Así, hasta 1964, cuando aparcó las viñetas para irse a trabajar de albañil. “Tenía dos hijos y lo que ganaba como historietista no le daba para mantener a la familia”, así que, aunque siguió dibujando en su tiempo libre, no publicó de nuevo hasta que, ya retirado de la obra, la revista Cairo le hizo una entrevista en 1981 con motivo de su nº 1, y le empezó a encargar páginas completas”.

Sin embargo, el regreso se truncó, ya que el historietista se suicidó en julio de 1984, a los 60 años. “Poco antes de su muerte, concedió una entrevista a TV3 en la que reconoció que creía que le habían olvidado”, pero, ese mismo año, el Salón del Cómic de Barcelona le hizo un homenaje y le entregó un premio”. 

Ahora, Luis Garbayo y Norma le dedican un libro monográfico donde se analizan las influencias de Benejam, Urda y, quizá, Hergé en su trabajo. Y, por supuesto, del cine, de ahí sus característicos planos medios y generales, los puntos de fuga y el cuidado de la geometría y los puntos de vista. “Para mí era el mejor de TBO, distinto, más fresco y moderno”, termina el comunicador.